Los dos nos encontrábamos en lo alto de una montaña. Llevaba a Seth cargado en la espalda mientras iba corriendo esquivando los árboles escuchando las risas del chico. A Seth le encantaba hacer eso, le era divertido ir a una velocidad tan rápida.

Todo estaba bien, hoy había sido un día tranquilo y ahora me estaba divirtiendo con el muchacho que no me había dejado aburrirme ni meterme en un pozo como Isabella.

Llegamos a un claro con muchas flores y el niño bajó de mi espalda con una sonrisa divertida. El sol de la tarde iluminaba todo haciendo parecer que las flores sonrieran contentas por los rayos de luz formando un paisaje precioso que se hacía mucho mejor al tener la sonrisa de Seth dirigida hacia mi. Mi pecho se calentaba al ver lo divertido y tranquilo que estaba el chico a mi lado.

─ Gala ¿Qué es eso? ─ miré extrañada hacia donde el moreno señalaba.

Ahí, en la primera linea de árboles entre los arbustos, había una pequeña llama de color azul. Las chispas revoloteaban pareciendo que se moviera y el núcleo era de un blanco casi platinado.

─ ¿Un fuego fatuo? ─ le respondí al chico pareciendo más bien una pregunta

─ ¿Que hace uno aquí? ─ preguntó comenzando a andar lentamente hacia donde estaba.

─ No lo sé. No hay ningún lago que pueda producirlo. ─ siguiendo los pasos del más pequeño empecé a acercarme.

Cuando los dos estábamos a un metro de distancia del pequeño fuego azul éste desapareció. Los dos nos miramos extrañados buscándolo al rededor.

─ Dicen que suelen durar 30 segundos en el aire, hemos tenido suerte de verlo ─ dije animada dejando de buscarlo

─ También que avisan de mal augurio.

Miré molesta a Seth y le di una colleja de la cual se quejó.

─ ¡Eh! ¿¡Por qué lo has hecho?! ─ preguntó sobándose

─ No digas esas cosas. Piensa en lo bueno y no en lo malo ─ dije cruzándome de brazos. Me reí levemente por el gesto que había puesto Seth

─ También dicen que son almas con un trabajo por hacer. Yo me creo más esa versión.

Instantáneamente me giré a la defensiva poniendo a Seth detrás mía. A unos metros de nosotros, en el centro del claro, había una anciana que nos sonreía con las manos en la cadera.

Tenía el pelo blanco recogido en un moño alto, las arrugas de su rostro se estiraban por la sonrisa, su piel era tostada por el sol y habían unas gafas colgando en el pequeño escote de su vestido azul floral.

─ ¿Quién eres? ─ pregunté con los ojos entrecerrados

─ Me alegra ver que estáis tan unidos. Es algo que realmente deseaba, Gala. ─ dijo con una voz dulce y cálida.

Me tensé en mi lugar tapando mejor a Seth con mi cuerpo. ¿Cómo me conocía?

Lo que más me descuadraba era que no la había sentido llegar, mi cuerpo no se había tensado avisando de su presencia, y sobre todo, no tenía ningún aroma conocido, ni era vampiro ni lobo...entonces...¿Cómo estaba allí? ¿Cómo había conseguido llegar sin hacer un solo ruido? Tendría que al menos haberla escuchado.

¿Quién eres? ─ pregunté a la defensiva. Pero solo recibí una cálida risa que se me hacía muy reconocida

─ ¿De verdad no te acuerdas de mí? Gala, mi joya, soy yo.

Mis ojos entonces se llenaron de lágrimas. No, no podía ser ella.

─ A-abuela...─ la llamé con un nudo en la garganta que se formó con el simple hecho de pensar que podía ser mi abuela.

La mujer me sonrió dulcemente.

─ No eres ella. Imposible ─ me negué completamente.

Miré hacia atrás viendo a Seth, quién estaba mirando todo con cara extrañada. Agarré su mano por si haría falta correr.

─ Gala, todo es posible. Mírate a tí, todo un regalo del universo, única.

Apreté los labios aguantando las lágrimas. Mi abuela me decía en todo momento eso, que era un regalo del universo.

─ No eres ella. Mi abuela me d-dejó, c-como mi padre, como todo el mundo. ─ ante lo dicho la mujer puso una cara larga y dio unos pasos hacia nosotros.

Los dos dimos los mismos hacia atrás, queriendo alargar la distancia que la mujer quería acortar.

─ Mi joya preciosa...claro que no te dejé ─ dijo con pesar ─ Eres lo más valioso para mí...¿Cómo podría hacerte eso? ─ volvió a dar unos pasos, Seth y yo los dimos para atrás.

─  No lo sé, es algo que me pregunté siempre. Pero solo me respondería mi abuela, no alguien que se hace pasar por ella. ─ respondí más a la defensiva.

─ Cariño...Aro nos separó, yo no quería dejarte ─ mi cuerpo se tensó ante ese nombre

─ ¿¡Cómo sabes de él!? ─ pregunté nerviosa.

─ Gala, soy yo, tu abuela. Claro que voy a saber eso...

─ ¡No! ¡No eres ella! ─ seguí negándome.

─ Mi hija es Dayana, tu madre. Tu padre Aladar estaba enamorado de mí hija, y a pesar de yo negarme se hicieron pareja y te tuvieron a ti.

─ Callate ─ le ordené no queriendo escuchar nada.

La mujer acortó el espacio entre nosotros, cuando yo quise echarnos hacia atrás Seth me lo impidió. Me giré a verle con el ceño fruncido.

─ Gala, escúchala.

─ No, Seth.

─ ¿Y si sí que es tu abuela?

─ Mi abuela se marchó, no estaría aquí en Forks. ─ me negué

─ Recuerda lo que dijo al principio, los fuego fatuos son almas con un trabajo por hacer ¡Ella era el fuego fatuo de antes! ─ Seth frunció el ceño seguro de sus palabras

─ Si eso es cierto significa que está muerta...¡No lo está! ¡Simplemente se marchó como todos! ─ grité perdiendo los estribos.

Alejé al niño un poco de mi y me giré para volver a mirar a la mujer, lo que no me esperaba fue que estuviera delante mía, a un brazo de distancia. Quise hacerme para atrás, pero algo en su mirada me lo impidió

─ Por desgracia es así, mi niña ─ dijo triste ─ Aro nos separó, ya lo dije.

Y entonces...poco a poco, mis facciones se fueron relajando, mi barbilla empezó a temblar y el nudo en mi garganta se hizo más grande.

─ No llores mi joya...tenía que pasar y pasó.

Sin darme cuenta la mujer se acercó lo suficiente para posar su mano en mi mejilla y limpiar una lagrima que había caído.

─ A-abuela...n-no...

Sempiterno || °Carlisle Cullen° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora