Un Soldado en cuarentena

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En esta historia Richard es un chico joven argentino que tiene 7 hermanas. Capítulo 1.Castigo Divino.

Si Dios existe, me odia. De eso estoy seguro. Me castigó con cuatro hermanas mayores y me condenó a vivir con ellas en la misma casa... y no solo con ellas, sino también con mi mamá. Pero eso no es todo, no. Se ve que Dios está verdaderamente esmerado en complicarme la vida y se guardó la cereza de la torta para el día en que Macarena, una de mis hermanas, cumplió veintitrés años. A pesar de que la cumpleañera era ella, al "regalito" me lo llevé yo... ¡y qué mierda de regalo!

Hicieron una fiesta discreta, con algunos parientes y amigos de Macarena, a los que yo solo conocía de vista. Me senté en un rincón y me puse a tomar cerveza; tomé tanta como pude, hasta que mi mamá me prohibió hacerlo, porque solo tengo dieciocho años y no está bien visto eso de andar vomitando frente a los parientes. Aunque la cosa no fue para tanto y la fiesta fue más o menos tolerable. Al menos hubo mucha comida.

La gran sorpresa llegó cuando la fiesta terminó. Ahí me comprendí por qué Alicia, mi mamá, se encerró tantas veces en su pieza, para hablar con su hermana, mi tía Cristela.

Sin anestesia, mi madre me soltó la frase que pondría mi vida patas arriba de un día para otro:

―Tu tía Cristela se va a quedar a vivir con nosotros durante un tiempo. Le vamos a dejar tu cuarto, así que vas a tener que compartir dormitorio con Tefi.

No lo podía creer. Al tener que convivir con tantas mujeres, mi cuarto era mi "refugio masculino", el único lugar de toda la casa en el que podía andar en calzoncillos todo el día... o en pelotas. Para colmo, de todas mis hermanas, la que peor me cae es Estefanía. Ella se cree muy importante por ser mayor que yo, pero es la más chica de las cuatro, apenas tiene diecinueve años. Claro, como no puede joder a las otras tres, me jode a mí.

Eso no es todo, no señor. Se ve que Dios (si existe) le gusta meter el dedo en la llaga. Si hay alguien en el mundo que odie más que Estefanía, esa es Ayelén, mi prima... la hija de mi tía Cristela. Y sí, por supuesto que ella también se va a quedar a vivir con nosotros... ¡En mi habitación!

Al parecer esta improvisada mudanza se debía a los estragos que estaba causando el Covid-19 en el mundo. ya se corrían rumores de que pronto podría declararse una cuarentena nacional.

Mi tía Cristela nunca estuvo casada, conoció al padre de Ayelén y él la dejó en cuanto se enteró que ella estaba embarazada. Después de eso pasó varios años soltera o con algunas parejas esporádicas. Su actual pareja... bueno, ex pareja. Como sea... el tipo al que ella acaba de dejar se llama Dante. Cristela y Ayelén vivían en la casa de este sujeto, porque no tienen vivienda propia. Los rumores de la cuarentena hicieron reflexionar a Cristela. Nos contó que no quiere quedarse encerrada en la casa de un tipo por quien ya no siente nada. Al parecer llevaba bastante tiempo esperando el momento apropiado para dejarlo, y el Covid-19 le dio la excusa perfecta.

Cuando Cristela y Ayelén llegaron pidiendo asilo, mi mamá, que tiene una fuerte conciencia familiar, no tuvo problema en abrirles las puertas de nuestra casa y regalarles, con moño y todo, mi dormitorio.

Así fue como tuve que resignar la poca masculinidad que aún me quedaba. Junté todas mis pertenencias y las saqué de mi querida "Baticueva", de mi "Fortaleza de la Soledad", de mi "Torre Avengers", de mi "Halcón Milenario"... perdí mi único lugar en el mundo.

―Ni sueñes que vas a meter todas esas porquerías en mi pieza ―dijo Estefanía, meneando la cadera y señalándome con el dedito.

¡Ay, me dan ganas de raparle la cabeza cada vez que se pone así! ¿Acaso piensa que esos gestos tan teatrales la hacen ver como una "mujer fuerte e independiente"?.

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