Don Vélez

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Hola. Mi nombre es Lucy y soy la más pequeña de una familia de tres hermanas. Mi hermana mayor ya trabaja y la del medio está en segundo año de preparatoria.

A mis hermanas nunca les gusta que vaya con ellas porque yo todavía sigo con mentalidad infantil, por eso tengo mi propio grupo de amigas con las que voy y vengo del colegio todos los días.

Como a tres cuadras de mi apartamento está la casa de Christopher Vélez. Christopher es uno de los tipos más exitosos de todo el pueblo. Mis hermanas suspiran por él, porque es mayor, tiene estilo y mucho dinero. Pero a mi siempre me ha parecido un tipo algo creepy y raro.

Siempre que pasamos por delante de su casa él está sentado con su café y leyendo el periodico en una silla blanca. Mis amigas tampoco le muestran mucha atención y eso me gusta. Pero yo no pude evitar preguntarme que le veían mis hermanas y en par de ocasiones le mire por encima del hombro sólo para descubrir que él también me estaba mirando de una forma rara.

Me pasó dos veces empezó a darme asquito. Ya no lo miro más, de hecho trato de concentrarme en la conversación con mis amigas cada vez q pasamos frente a su casa. No me gusta ese viejo, tiene algo que no cuadra.

Leslie, una de mis mejores amigas dijo que a ella también le habían parecido raras sus miradas y entonces comprendí que era un pervertido. Leslie es una chica muy linda, con el pelo negro, las mejillas rosaditas y los pechos pequeños. De mi grupo de amigas las que más resaltamos somos ella y yo Ella por su belleza y yo por mi cabello rojo.

Estaba acostada descansando cuando recibí un mensaje suyo indicando que fuera a visitarla. No me dijo para qué y cuando se lo pregunté me dejó en visto. Así que no tengo otra opción. Ni siquiera me cambio, meto los pies dentro de las chancletas y salgo caminando hacia su casa.

Mientras camino como siempre me encuentro con miradas pervertidas por parte de los hombres. Sé que estoy más desarrollada que las demás niñas de mi edad y lo odio porque siempre tengo que ser víctimas de frases como Adiós muñeca, que hermosas estás mi amor, que ricas piernas y cosas asi.

Pase frente a casa de Christopher. Estaba fuera como siempre, pero al contrario de las demás veces hoy decidió hablarme.

—Hola Lucy buenos días muñequita. ¿Puedes venir? Me gustaría pedirte un favor.

—Claro... ehm... Don... Christopher... Christopher Vélez ¿Qué se le ofrece?

Me acerqué a él. teniéndolo de cerca me inspiraba más respeto que de lejos. Era un hombre muy alto y elegante. Quizá me equivoque al juzgarlo.

—Verás mi niña es que le compré un vestido a mi hermanita pequeña y quiero saber si le queda. ¿Te lo podrías probar un poco para mí? Quiero ver como queda puesto para sí no devolverlo.

—Claro Don Vélez. ¿Dónde está el vestido?

Me dijo que estaba dentro y con un galante gesto me indicó que lo siguiera. Entré detrás de él fascinada por el estilo moderno de su casa. Se notaba de lejos que ahí vivía una persona rica.

Me dijo que entrara en el cuarto de baño y que él traería el vestido enseguida y así fue. Cerré la puerta y me quité la camiseta para luego examinar el vestido. Así a primera impresión creo que no me va a quedar.

—No sé si me va a quedar Don Vélez—grité desde dentro.

Pero él insistió en que su hermanita y yo teníamos siluetas muy parecidas y estaba buscando una comparación justa. Aunque si bien no recuerdo esa chica es mucho mayor que yo.

Bueno, me resigne y me lo puse. El vestido era del mismo color de mi cabello. Una vez lo tuve puesto comprobé lo que me temía. Estaba muy corto y apenas tapaba mis nalguitas o mis pechos. Me sentí un poco mal por mi misma. El vestido era hermoso y mi estúpido cuerpo desarrollado era quien lo arruinaba.

Abrí un poquito la puerta, asomé la cabeza y le dije que no me había quedado.

—A ver muñequita. Déjame verte bien.

—No—dije escondiendome detrás de la puerta— Es que... esto bueno. No me cubre muy bien. Me lo voy a quitar.

No podía dejar que me viera o se daría cuenta de que traigo una tanga puesta. Cerré la puerta, me lo quité y me agaché para ponerme mi short, pero la puerta se abrió tras de mí. Di un grito y mi primera reacción fue taparme los pechos con el propio vestido y tapar con mis manos mi triangulito.

—Don Vélez por favor salga.

Pero él hizo un gesto con las manos indicandome que me tranquilizara y comenzó a decirme cosas, que tenía muy bonito cuerpo y muy bonitas tetas. Que llevaba tiempo sin ver unas buenas tetas como las mías y le gustaría tocármelas.

—Anda mijita por favor. Solo déjame verlas y te vas.

Las manos me estaban temblando y no sabía muy bien qué hacer. Lo miré a los ojos y él asintió dedicándome una sonrisa amable. Pensé que no sería mucho así que me deje convencer y baje un poco la tela del vestido hasta que se quedó a la altura del abdomen dejando a la vista todo mi pecho.

—Mmm que bonitas y que redonditas.

—Ya las vió ahora por favor déjeme ir.

—Espera muñequita. Déjame ver también tus pezones.

—No, ya fue suficiente. Me tengo que ir.

—Anda mijita, solo quiero ver de qué color son.

Las mejillas me empezaron a picar y asentí. Con cuidado saqué una de mis tetas de dentro del sujetador blanco.

—Uy está hermoso y rosita. Justo como me lo imagine. ¿Me dejas tocarlos un poco y ya te vas?

—Está bien, pero me tiene que dejar ir.

—Claro que sí muñequita.

Di un paso hacia él y sentí como acercaba su mano áspera a mi pecho. Lo apretó y luego pellizcó los pezones tan duro que me hizo saltar de dolor y una lágrima escapó de mis ojos.

—Ay

—Perdón mijita, fue la emoción.

Di un paso hacia atrás.

—Bueno ya dejeme ir

—Solo una vez más y ya.

—Está bien, pero no apriete mi pezón que me duele.

El asintió y se acercó tan rápido que no advertí que esta vez fue su cara la se puso en frente mis pechos. Lo olío y luego se metió un pezón en la boca.

Volví a gritar, e intenté liberarme pero no podía. Comenzó a chupar mi pezón y con la otra mano sacó mi otro pecho del sujetador y comenzó a amasarlo.

—Suélteme por favor. Me está haciendo daño.

Pero él no me escuchaba. Solo apretaba mi pezón izquierdo con fuerza y pasaba la lengua delicadamente sobre el derecho.

Aunque estuviera llorando y en pánico, mi cuerpo traicionero comenzó a reaccionar a sus estímulos. Pude notar una sensación de humedad entre mis piernas como la que sentía cuando jugaba a darme besitos con los varones de mi curso pero mejor.

Entonces su mano....

Si queren seguir leyendo ya saben que estác completa en Elsey Relatos

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