CAPÍTULO VEINTINUEVE - INICUO III

438 21 13
                                    

Minerva

Las sombras se unen a los destellos parpadeantes de las luces navideñas en las esquinas del recibidor, mientras el cálido resplandor de la chimenea crea un ambiente enigmático.

Mihail, Mikaela y yo nos alineamos cerca de la puerta de entrada, nuestras miradas ocultando secretos que solo yo conozco. Ivan Martinelli ha viajado desde las tierras austriacas, ya que junto a su bisabuela Konstantine Kaminski se encuentra viviendo en Viena, pero su presencia aquí va más allá de las festividades.

—¡Ivan! —exclamo con alegría, pero mis ojos revelan una verdad oculta— Feliz Navidad —digo mirando a mi esposo para luego mirarlo a él—. Estamos encantados de tenerte aquí con nosotros —digo mirando como su rostro permanece imperturbable.

«Esta noche, estoy evaluando su valía en silencio, sin que él lo sospeche, como heredero de un imperio»

La noche envuelve nuestro encuentro con un aire de misterio, mientras Ivan cruza el umbral de nuestra casa en esta Nochebuena. Los ojos atentos de quienes observan apenas pueden vislumbrar las verdaderas intenciones que oculto con maestría.

Controlo la efusividad de mi hija para refugiarse en él como siempre lo hace apretando su mano a la vez que agrando mis labios, ya que mi sonrisa es una máscara impenetrable de bienvenida.

—Le diría gracias, señora Mikhailova, pero la gratitud no me define —responde mirando a mi hija, lo cual me obliga a tragar saliva por la manera en que su mirada gris se vuelve oscura a la vez que su nuez de Adán se mueve en su cuello por lo que sea que esté pensando con respecto a ella.

—Qué bueno es tenerte en mi casa, Ivan —saluda mi hija a mi lado, lo cual frunce el rostro de él.

—Mmm —dice soltando con lentitud su exhalación—. Mikaela — la nombra por primera vez por ese nombre—. Es un verdadero gusto volver a verte.

—El gusto es mío —responde la niña alterando el color de la piel de su padre, ya que al igual que yo estamos alerta a cualquier movimiento de este joven.

—¿Quieres darme un abrazo? —propongo para que aparte la mirada de ella entretanto que le brindo una sonrisa amenazante.

Él responde con una sonrisa igualmente macabra y percibo la incomodidad de mi marido cuando me brinda un fingido abrazo afectuoso, pero no puede percibir la tormenta de pensamientos que se agita en mi mente.

— Ivan, es un placer tenerte aquí —digo separándome de él—. Espero que disfrutes de tu estancia en nuestro modesto hogar —afirmo captando la respiración de mi marido.

—Tu modestia siempre me impresiona, Eleora —me dice con una mirada traviesa—. ¿Este lugar sigue siendo solo una mansión campestre o lo has convertido en un castillo secreto? —pregunta mirando su alrededor, ya que las remodelaciones que se han hecho han convertido mi hogar en un auténtico palacete de campo moderno.

—Uno debe mantener algunas cosas en secreto —afirmo bajando mi mirada hacia mi hija— ¿Quién sabe lo que esconde esta casa?

—La soberana del mundo —dice Ivan con cierta ironía mirando a su tío, quien no se motiva a saludarlo, ya que persiste cuidando sus gestos como si se percibiera el peligro que significa él para todos.

—Exacto, Ivan —dice Mihail—. La soberana del mundo —afirma atrayendo hacia él a nuestra hija.

—¿Pasaremos la noche en la puerta? —pregunta Ivan ignorándolo.

—Adelante —digo alzando mi mano para que avance por el recibidor.

Mis sentidos destructivos están alterados con su presencia, debido a que esta noche, mi casa está preparada no solo para una celebración navideña, sino también para una prueba de idoneidad.

ESTUPORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora