CAPÍTULO VEINTIUNO-DISOLUTO VI

862 52 13
                                    

Eleora

El escalofrío que siento cuando atiendo mis sentimientos me sensibiliza todas las emociones que he reprimido para no errar; no puedo permitirme errar cuando estoy tan cerca de romper el reflejo que me incita a poner en peligro a todos los que no sientan como lo hago yo.

Me estoy confrontando a lo que quiero, haciendo justamente lo que anhelo hacer para siempre; gobernarme, debido a que es la única manera de conseguir lo que sé que puedo obtener así tenga que ser la contraparte de un hombre que es valiente, aunque no lo es tanto, ya que teme quitarse la vida porque su vida soy yo.

Aun cuando quiere retar a todos los que lo quieren ver muerto para que lo exterminen de la tierra que ya proclamó suya hace mucho tiempo, demostrándole sin cesar que necesitan de él para vivir, incluso a mí, que quiero verlo muerto, pero que viviré por él hasta los últimos segundos de mi vida, aunque vivir por él sea morir de amor.

A pesar de que, si yo soy la valiente de los dos, no es porque él no sea temerario, es porque si yo no pude matarme en todas las ocasiones que he intentado morir nadie más podrá hacerlo nunca.

Intentar matarme será el más valiente acto que he podido hacer en toda mi vida porque «Si yo no pude vencerme nunca nadie me vencerá».

Ceso por unos segundos el ruido que hostiga mis percepciones analizando las oposiciones que he tenido que ponerme para vencer las de un hombre que no aspira poder porque él nació siendo poderoso debido a que si guerrea es por la permanencia que amenacé cuando llegué a su vida a demostrarle que el poder no es de quien lo tiene, sino de quien lo usa, «Solo aquel que se beneficia de lo que tiene perdura en el tiempo».

Son nuestras rivalidades entre el temor que yo quiero tener resistido con el respeto que él desea mantener las que nos tienen luchando en una guerra que merecemos ganar por separado, aun cuando, sabemos que celebrarla juntos seria nuestra mayor conquista.

Los esfuerzos que hago para quedarme estancada en los pensamientos que debo tener en mi mente para que nadie pueda enterarse de mis intenciones son vencidos cuando miro sobre mi hombro por el estampido que remueve las paredes de la habitación.

—¡¿Dónde diablos tienes a mis hermanas?! —grita Khaled Azad abriendo la puerta con un explosivo en tanto que me apunta con un arma —¡No quiero excusas porque mucho he tenido que soportar desde hace mucho tiempo para que una mujer como tu juegues con la vida de unas niñas que significan más que todas las malditas bombas que puedo fabricarte si eso es tan valioso para ti como lo son ellas para mí! —grita desesperado acercándose a mí.

Su intento de vencer a la fuerza mi autoridad sobre él lo evado cuando con un giro alzo mi pierna para encajar mi pantorrilla en su antebrazo, el cual llena la habitación del sonido de la colisión envuelta en las estillas de maderas que se incendian, su pistola cae al suelo y desciendo en una inclinación que desliza mi pie entre los suyos para alcanzar el arma.

—Es lo que yo quiero saber, pero si sigues presionándome en conseguir algo que yo me beneficiaré más que tu lamentablemente tendré que fabricar esas bombas yo misma —advierto preparándome para dispararle.

Él se mueve en un volteo que me deja suspendida de su flexibilidad cuando evita la bala tirándose al suelo, ya que se acopla a su contextura delgada, aunque tonificada con músculos.

Su piel bronceada brilla debajo de las chispas del fuego que empieza a tomar las cortinas, el humo nos encierra a los dos, disparo girando agachada en el suelo y entorno mis ojos porque se mueve con una precipitación que lo desaparece frente a mis ojos por sus evasivas rabiosas.

—¡Fabrícalas tú, mujer del demonio, pero, así como me adviertes igualmente yo quiero advertirte algo! —me dice incitándome a pararme cuando la habitación se empieza a incendiar.

ESTUPORWhere stories live. Discover now