CAPÍTULO VEINTICUATRO- ESTRATAGEMA II

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Narrador Equisciente

Su grito estridente silencia sus oídos por la rabia que acalora todos sus impulsos, piensa en su hija atemorizada de lo que le pueda pasar cuando su suelo se remueve bajo sus pies, aunque su percepción ejercitada le advierte de la detención pasmosa que amedrenta a los que reaccionan a la destrucción de Italia por las amplificadas olas de grandes metros de altura nunca antes vistas, causadas por las sacudidas de las profundidades jamás recorridas del mar Adriático al este, el mar Jónico al sur y el mar de Liguria y el mar Tirreno al oeste con el único propósito de destruir la vida de todos.

«Si un destructor maquiavélico no tiene en su vida una devastadora maléfica nadie vivirá para comprobarlo»

Sus genialidades malévolas se despabilan para motivarla a desobedecerse intuitivamente a las malevolencias que la harían matarse porque preferiría estar muerta que vivir sabiendo que jugó tanto al amor hasta que perdió con el suyo.

Aunque es en su derrota que quiere ganar, protegiendo lo que hay en la habitación, ya que un golfo del Mar mediterráneo se enfurece exaltando la extendida cresta marítima que pretende causar una destrucción de gran alcance cuando cubre por completo la capital de véneto.

—Puedes matarme a mí, pero no quieras matar nuestra historia —grita cuando las ventanas son golpeadas por un revoltoso ápice de agua en tanto que ella se apresura a recoger todos los recuerdos que se encuentran en la habitación.

La inundación inmediata levanta los muebles del piso, ya que el agua se clausura dentro a la vez que ella se lanza a nadar debajo de la oscura habitación para atrapar las fotografías que flotan y su agonía de asegurar la subsistencia de su pasado junto a él apresura su nado.

La tela de su vestido negro se amplía cuando extiende sus brazos sumergiéndose hacia el piso para alcanzar la artesanía que hicieron juntos en el castillo de Crimea, realza su mirada turbulenta hacia arriba, ya que la inundación llega hasta el techo y se eleva en un nado de sus piernas porque su oxígeno empieza a faltarle, pero no el que requiere para respirar, sino el que necesita para vivir cuando las fotografías de los dos la rodean en giros desesperados por su anhelo de atraparlas todas entre sus brazos.

Sus pensamientos quedan suspendidos en el pasado, ya que, a pesar de que las capturas de sus encuentros están distorsionadas, ella recuerda todos los momentos que pasó junto a él, confirmando que Mihail Mikhailov es el único oxigeno que necesita para vivir.

Sufre una opresión en su pecho porque usaron su amor para doblegarse debido a que eran sus únicos enemigos, pero la muerte ahora la doblega ante la destrucción que él significa por el sentimiento que quiere mantener vivo, aun cuando salvarse siempre ha sido su meta, aunque redimir su amor será siempre su prioridad.

Gira observando como todo su pasado se destruye con agua, pero que quema como fuego, aunque padece un arrebato cuando las rendijas drenan el líquido una vez que la declara como perdedora.

Los objetos que flotaban descienden a la vez que sus piernas se balancean a la velocidad en la que se vacía la habitación y dobla sus rodillas sintiendo el frio que la arropa porque el calor que sentía en su interior no le permitía percibir la frialdad del mar que entró a arruinarla.

Tiembla escuchando las gotas de agua que golpean el piso, se estremece en una sacudida que enreda su cabello en su espalda y muerde la piel interna de sus mejillas porque empieza a tiritar por el frio que adormece su cuerpo.

—Mihail —intenta hablar, pero se calla cuando observa las fotografías pegadas en el piso.

Se arrastra traqueteando sus dientes, sus ojos se ofuscan de lágrimas a la vez que forma una sonrisa cuando admira su rostro enojado, una de sus manos alzadas reprendiendo, otra dándole de comer a ella entretanto que tenía los ojos cerrados para recibir el bocado con la boca abierta y mirando a la persona que capturó ese momento en un avión.

ESTUPORWhere stories live. Discover now