Capítulo 24.2

100 23 0
                                    

«No estoy aquí por ese idiota, no he venido aquí por él. Sólo necesito... sólo necesito...» A quién quería engañar. Si en esos instantes se encontraba en la puerta de Eros, era por una única cosa: ver a ese presumido que llevaba dos días sin dar señales de vida y que pensaba alejarse de él dentro de poco.

JongIn le había dicho que no lo vería
durante un tiempo, pero Kyungsoo no se
imaginó que echaría tanto de menos su
voz, su maliciosa sonrisa, sus impertinentes palabras o sus perversas caricias. Se levantaba por la mañana añorando su presencia.

Todo por culpa de esa boda en la que él se había empeñado. ¿Por qué no entendía de una vez por todas que él  nunca se casaría con nadie? ¿Por qué tenía que insistir? ¿Para qué demonios necesitaba él tiempo para pensarlo si todos parecían saber ya la respuesta?

Kyungsoo tomó aire antes de adentrarse entre aquel montón de flores y empalagosos regalos que tanto lo disgustaban. La solitaria rosa que JongIn le había dejado antes de marcharse aún presidía su salón, pero Kyungsoo se decía que la había guardado sólo porque era un delicado presente que no quería despreciar. En la tienda no halló a JongIn, así que se dirigió hacia Mark, su fiel empleado, para dejarle recado.

—¿Podrías decirle a JongIn que he venido a verle?

—Lo siento, joven Do, pero en estos momentos el señor Kim está preparando su viaje a Francia y ya no va a venir por aquí. Tiene que marcharse a resolver un problema que ha surgido con una de sus tiendas — añadió el joven, sin poder evitar esquivar su mirada.

—Sabes que mientes como el culo, ¿verdad? —lo increpó él, furioso porque JongIn hubiera ordenado a uno de sus lacayos que se deshiciera de el—. ¡Pues informa a tu jefe de que no pienso casarme con él ni ahora ni nunca, así que sería mejor que dejara de planificar esta boda a mis espaldas! —declaró Kyungsoo, muy molesto, marchándose con un violento portazo—. Si crees que esto va a quedar así es que todavía no me conoces, Kim JongIn —murmuró, de vuelta a su tienda.

JongIn se encontraba en su despacho,
ultimando los preparativos de su viaje,
sin poder dejar de pensar un solo instante en su temperamental enamorado. Sólo había estado dos días alejado de él y ya echaba de menos sus ironías y sus exaltadas contestaciones. No es que le gustara estar siempre discutiendo, pero con Kyungsoo cada batalla era estimulante. Le gustaba por su arrojo, por su temperamento, capaz de igualarse al suyo, y por su exquisito cuerpo y desbordante pasión.

El era la única persona que había conseguido profundizar en su alma y hallar al verdadero Kim JongIn que se escondía detrás de aquella falsa sonrisa que dirigía a todos. Kyungsoo era el único que podía hacerlo feliz y por eso había decidido casarse con él, algo que sin duda se había convertido en misión imposible con la cabezonería de aquel doncel.

¿Es que acaso no le había demostrado con creces que era un hombre distinto al arrogante que en una ocasión intentó apartarlo de su camino? Bueno, vale, seguía siendo arrogante... pero todo lo demás era distinto a cuando lo conoció, porque ahora lo amaba con todo su ser y no podía imaginar su vida sin Kyungsoo.

Por eso había organizado la boda y se había obligado a dejarle algo de espacio para que pensara. Seguramente, él estaría de lo más tranquilo en su tienda, disfrutando de poder llevar las riendas de nuevo, y ya se habría olvidado de él tanto como de la rosa que le había dejado en prenda de su amor.
¡Pobre rosa! ¿En qué vertedero habría
acabado, después de que él se marchara
sin dignarse decirle adiós?

Pero si lo hubiera hecho, como le decía en su nota, no habría tenido valor para apartarse y dejarle ese espacio que tanto necesitaba para reflexionar. Porque cada vez que lo tenía cerca no podía evitar convertirse en un egoísta sinvergüenza que sólo quería retenerlo a su lado como fuese.

Mientras JongIn suspiraba resignado, el siempre alarmista Mark entró en su despacho, seguramente con una más de sus ficticias urgencias. Por lo visto, el  explosivo Kyungsoo había estado allí y se había exaltado un poco ante las palabras del joven, negando su presencia, porque aunque Mark lo intentara con todas sus fuerzas, era un pésimo mentiroso. Seguro que en esos momentos Kyungsoo debía de estar maldiciéndolo.

Se despidió de Mark con una sonrisa y, tras mirar su reloj, se dio cuenta de que ya era la hora de irse a ese evento en el que él sería la atracción principal, o eso al menos era lo que los organizadores pensaban. ¡Maldito egocéntrico de las narices! En un principio, Kyungsoo pensó esperar pacientemente a que JongIn decidiera terminar con la farsa de esconderse por los rincones de su tienda, pero tras recibir una nueva llamada de uno de sus familiares preguntando por la boda, su paciencia se agotó y salió de nuevo, decidido a tener una seria conversación con él.

Así que enfiló nuevamente hacia Eros, cuando tuvo la idea de entrar por una de las puertas traseras y esquivar así al perro guardián de Mark. Pero antes de que pusiera en práctica su idea, vislumbró el impecable descapotable de JongIn en su plaza de aparcamiento privado, lo que indicaba descaradamente que, en efecto, él se hallaba allí, y ni se molestaba en ocultarlo.

Cambió de plan y lo esperó apoyado en la reluciente carrocería del coche. Si JongIn quería irse de allí, primero tendría que escucharlo. Él no tardó demasiado en aparecer, esbozando una de aquellas estúpidas sonrisas que Kyungsoo comenzaba a odiar. —¡Veo que me has echado de menos estos dos días! ¿Has venido para rendirte al fin a mis encantos y aceptar casarte conmigo?

—Parece ser que tu empleado no anota demasiado bien los mensajes, porque precisamente le he dejado bien claro que no pienso casarme contigo de ninguna manera.

—¡Ajá! Un mensaje acompañado de una impaciente visita..., creo que empiezas a contradecirte, Kyungsoo. ¿Me odias o me amas? —preguntó él, impertinente, apartándolo gentilmente de su coche.

—¿Adónde crees que vas? ¡Esta
conversación aún no ha terminado! —
gritó él, furioso.

—Tengo una cita que no puedo faltar, así que nuestra conversación tendrá que esperar a... ¿tal vez el día catorce?

—¡Ni sueñes que me presentaré allí! ¿Y con quién demonios tienes una cita? —preguntó luego.

—¿Celoso? —bromeó JongIn, sonriendo con malicia.

—¡Yo no he estado celoso en toda mi vida! —exclamó Kyungsoo—. ¡Y espero que si tu cita es con uno de esos modelos, te atragantes con su tanga y mueras en el acto!

—No te preocupes por eso. En el último año, en la única persona que puedo pensar día y noche eres tú. Eres el único doncel que quiero que comparta mi cama el resto de mis días —le susurró JongIn al oído, haciéndolo caer bajo el hechizo de sus palabras.

Cuando Kyungsoo lo miró dispuesto a
replicar, él acalló sus protestas con la pasión de sus labios. Devoró su boca con la hambrienta ansia de la separación y en el instante en que el se entregó a ese lujurioso momento hasta quedar aturdido, él desapareció.

—¡Esto no quedará así! —gritó Kyungsoo al vacío aparcamiento, dispuesto a averiguar adónde se dirigía Kim JongIn y con quién tenía esa cita tan importante.

Casi casi al filo de día jejeje.

Gracias por leer, por sa estrellitas y comentarios.

Ya estamos en la recta final, nos leemos mañana.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Where stories live. Discover now