Capítulo 20.2

96 21 0
                                    

Después de decidir con su padre que lo mejor que podía hacer era firmar aquel documento hasta que Kyungsoo regresara, JongIn pasó la noche en su solitario apartamento, intentando averiguar dónde podía estar él. Lo llamó innumerables veces al móvil sin que se lo cogiera y le dejó más de una docena de mensajes en el buzón de voz a la espera de que escuchara alguna de sus explicaciones.

Apenas comió un ligero aperitivo y, tras derrumbarse en el moderno sofá que tantos recuerdos le traía, se quedó dormido soñando con lo único que en esos instantes no podía tener: con su querido Kyungsoo. Se despertó alarmado ante el sonido de su móvil, que contestó con celeridad, con la esperanza de oír sus reprimendas. Pero no tuvo suerte, ya que el único en reprenderlo fue su abogado.

—JongIn, ¡dime que no es verdad el rumor que dice que has aceptado llevar el negocio de esa loca que no hace otra cosa que mandar insultantes regalos a la gente!

—Jae, te agradezco mucho tu preocupación, pero en estos instantes no estoy como para escuchar uno de tus sermones.

—¡Me parece perfecto que te deshagas de mí con una excusa tan mala! Pero si es verdad que desde mañana también dirigirás Love Dead, tal como dice el periódico de hoy, ¿sabes lo que hará esa noticia con tu negocio? —preguntó Jae.

—Sí, pero, aun así, a partir de ahora voy a encargarme de Love Dead además de mis tiendas Eros. —¡¿Te has vuelto loco?!
¡Definitivamente estás como una cabra,
JongIn!! —gritó el abogado.

—No, Jae, no estoy loco, sólo enamorado —respondió JongIn, antes de colgar—. Kyungsoo, eres único jodiendo a la gente —suspiró luego, echando de menos sus enfrentamientos, que casi siempre acababan en la cama.

Poco después, el teléfono de su apartamento y el móvil siguieron sonando insistentemente exigiendo respuestas.

El veintiséis de diciembre fue su primer día de trabajo en Love Dead. Cuando JongIn llegó, una decena de reporteros lo esperaban para confirmar la noticia de que ahora dirigía también un negocio totalmente contradictorio con el suyo. En realidad, JongIn no sabía lo que le deparaba aquella terrible mañana hasta que, después de evitar a la prensa, entró por la puerta trasera a la tienda de Kyungsoo.

Ninguno de los rostros que allí había
mostraba ninguna simpatía por él. Por si
le quedaba alguna duda de que no sería
bien recibido por la plantilla de Love Dead, el jocoso oso en topless que le habían regalado y que aún no había podido llevarse a su casa, sostenía ahora un cartel que decía «GILIPOLLAS», con grandes letras mayúsculas.

—Buenos días —saludó JongIn, mientras los demás no dejaban de taladrarlo con sus coléricas miradas—. Como deduzco que ya sabréis, me voy a hacer cargo de este negocio mientras Kyungsoo está ausente.

—¿Y cuánto tiempo será eso? —preguntó rencorosamente el joven Rejun, una de las últimas incorporaciones que sin embargo se sentía como si aquella tienda fuera su segundo hogar.

—Hasta que lo encuentre y lo traiga de vuelta. Porque no tengáis ninguna duda de que voy a averiguar dónde narices se esconde —anunció JongIn, decidido a dar con el paradero de Kyungsoo.

—Ten en cuenta una cosa, niño bonito, si Kyungsoo no quiere que lo encuentres, no vas a dar con ella ni en un millón de años —replicó la anciana Agnes, fulminándolo con la mirada.

—Tengo claro que ninguno de vosotros estáis de acuerdo con este cambio, pero si os pido vuestra colaboración no será por mí, sino para que la empresa de Kyungsoo pueda seguir en pie hasta que ella vuelva. Así que pensáoslo dos veces antes de hacer algo contra lo que es la vida de vuestro adorado jefe —intentó razonar JongIn.

El amor nos separará (Kaisoo)Where stories live. Discover now