Capítulo 20

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—Con él, ese absurdo plan nunca hubiera funcionado. Además, hay un problema añadido —le dijo JongIn a su padre, enfadado por su insistencia

—¿Cuál? Todo es tan fácil como enamorarlo y alejarlo de aquí. No es algo que no estés acostumbrado a hacer con decenas de donceles.

—El problema es que yo me he enamorado de él y no voy a permitir que nadie le haga daño.

—¡Eso es absurdo! Hoy has podido comprobar por ti mismo que no encaja
en absoluto en nuestras vidas.

—En tu vida tal vez, papá, pero en la mía encaja a la perfección —repuso JongIn, sacando el anillo de compromiso de su bolsillo.

—¡Estás loco! —gritó Kim Seonho, disgustado con el inesperado resultado de su plan.

—No, papá, sólo estoy enamorado.

—¿No hay nada que pueda hacer para convencerte? —suspiró el hombre, finalmente resignado.

—Solamente felicitarme.

—¿Sabes lo que ocurrirá cuando él descubra que su futuro suegro es el dueño del House Center Bank? Pues yo te lo diré: ¡ese doncel no me dejará en paz! —gruñó Seonho, molesto con la idea de recibir más de aquellos ofensivos presentes.

—No te preocupes, papá. Lo convenceré de que únicamente te haga regalos en San Valentín.

—¿Y no podías convencerlo también de que no me regale nada en absoluto?

—No pidas milagros, papá, ya sabes cómo es Kyungsoo —bromeó JongIn, recibiendo un abrazo de su padre.

—Anda, ve en busca de tu novio. Yo aún tengo que hacerme a la idea de que en vez de quitármelo de encima, le he servido de casamentero —se lamentó Seonho, mientras se servía uno de sus fuertes licores. JongIn salió del despacho con una
sonrisa.

Al final todo le estaba saliendo mucho mejor de lo que esperaba: su padre había acabado resignándose a que Kyungsoo sería su yerno, su amado se había divertido en la insulsa fiesta de los Kim y ahora solamente tenía que buscarlo para darle su regalo.

Se dirigió hacia la fiesta, impaciente por reunirse de nuevo con Kyungsoo, y lo buscó entre los invitados, en los aseos y en los pequeños cubículos de oficinas. Al ver a su hermano junto a la barra del bar, decidió que, como siempre, debía de estar rondando a Kyungsoo, por lo que tal vez supiera dónde se hallaba en esos momentos.

—Hola, Minseok... —lo saludó contento, dándole una palmada en la espalda. Su hermano no se molestó en alzar la cara o devolverle el saludo. Siguió mirando abatido el fondo de su copa.

—¿Has visto a Kyungsoo? —preguntó
JongIn, sin dejar de buscarlo con la mirada
por la concurrida fiesta.

—Se ha ido —respondió Minseok, bebiendo otro sorbo de su bebida.

—¿Cómo que se ha ido? —repitió él, confuso con su respuesta.

—Os ha oído a ti y a papá hablar sobre él y se ha enterado de vuestro plan. Después, simplemente se ha ido — concluyó, sin soltar su copa.

—¿Por qué lo has dejado marchar?—lo increpó JongIn airadamente, mientras lo cogía de las solapas de su elegante traje.

—Porque era mejor que supiera cómo eres de verdad. ¿Cuánto más pensabas divertirte a su costa? —se enfrentó Minseok a su enfadada mirada.

—¡La verdad! ¿Qué narices sabes tú sobre la verdad? ¡Nunca me has conocido ni te has molestado en averiguar nada sobre mí! ¡Yo lo quiero! ¡Joder! —gritó JongIn, dejando sobre la barra el elaborado estuche que contenía el anillo de compromiso, mostrándole con ello a su hermano cuáles eran sus verdaderas intenciones.

—¡Vaya, esto sí que no lo esperaba! Pero tal vez ya sea demasiado tarde, porque no creo que él vuelva a confiar en ninguno de nosotros — comentó Minseok, intentando hacerlo desistir de su empeño.

—Pues yo, al contrario que tú, no voy a permitir que Kyungsoo salga de mi vida. ¡Así tenga que remover cielo o tierra, voy a conseguir que ese doncel me escuche! ¡Y, si hace falta, me arrastraré para que me perdone! —declaró JongIn, negándose a renunciar al amor de su vida.

Se alejó del House Center Bank a toda prisa, sin dejar de intentar localizar a Kyungsoo en todo momento a través del móvil. Minseok lo observó sorprendido y abrió despacio la pequeña caja de una famosa joyería que JongIn se había dejado olvidada y que, en efecto, contenía un hermoso anillo con un diamante.

Lo observó detenidamente y se percató de
que en el interior del aro había un grabado que decía: «Te quiero». Sintiéndose algo culpable, lo volvió a dejar en el estuche y cuando levantó la vista se encontró con la
mirada inquisidora de su padre, que, sin
decir nada, parecía estar al corriente de
sus actos.

—Ahora no puedo decir que me alegre de que hayas vuelto —dijo Kim Seonho con frialdad—. Creo que esto no te pertenece —añadió, quitándole la pequeña caja que hasta hacía unos instantes contenía todas las esperanzas de JongIn.

—Parece ser que al final he descubierto que puedo jugar tan sucio como vosotros dos. Aunque sólo sea en el amor —musitó Minseok, alejándose de la fiesta donde parecía estar de más entre tantos felices rostros que celebraban un alegre momento de sus vidas.

Jia observaba desde la ventana del salón de su pequeña casa el oscuro exterior, iluminado tenuemente por los brillantes adornos de Navidad. Gracias a su hijo y a los esfuerzos de éste en su negocio, había podido terminar de pagar aquel pequeño trocito de tierra que ahora era su hogar.

Era una bonita casa en un barrio residencial. A sus cincuenta y tres años, después de una vida de duro trabajo, Jia al fin había conseguido estabilizarse. Ahora trabajaba dirigiendo un pequeño hotel rural de la zona. Allí era donde había conocido a Siu, un viudo de su generación, con el que pasaba alguna que otra noche.

Le gustaba mucho su compañía, tanto que estaba planteándose aceptar su undécima proposición de matrimonio. ¡Había que admitir que el hombre era persistente! Pero desde esa mañana un mal presentimiento la rondaba. Como si algo estuviera a punto de explotar. Por eso mismo no le había permitido a su insistente pretendiente pasar la noche con ella.

De repente, el estruendoso ruido del tubo de escape de un viejo y maltratado escarabajo de color verde irrumpió en la silenciosa calle. El conductor aparcó descuidadamente junto a la acera y Jia sólo tuvo que ver su alocada forma de conducir para saber de quién se trataba. Se dirigió hacia la puerta y, antes de que Kyungsoo llamara, ella ya la había abierto de par en par.

—Mamá, me he enamorado — confesó su hijo, echándose a los brazos abiertos de su madre.

—¿Y qué ha pasado, cariño?

—¡Que es un gilipollas! — respondió Kyungsoo, sollozando contra su pecho. Jia acompañó a su desconsolado hijo hacia el interior de la casa y lo hizo sentarse en el sofá, mientras preparaba un chocolate
caliente, que tan bueno era para esos
momentos.

—¿Lee JongIn? —preguntó, empezando a deducir el principal problema de Kyungsoo.

—Sí, pero por lo visto su verdadero nombre es Kim JongIn— contestó el joven, furioso, recordando lo idiota que había sido.

—¿De los poderosos Kim, dueños del House Center Bank? —se sorprendió su madre.

—Sí, el hijo menor. Gracias a él he perdido mi negocio, mi casa... ¡todo! — dijo Kyungsoo, tomando un sorbo de su reconfortante chocolate.

—¿Y qué piensas hacer ahora? — le planteó Jia, sin dirigirle ni una sola palabra de consuelo, ya que sabía que su hijo las rechazaría.

—Por lo pronto, recuperarme. Después, ¡haré que deseen no haberse metido nunca conmigo! —declaró Kyungsoo, mostrándose decidido a vengarse del hombre que le había roto el corazón y de todo aquel que le había ayudado a hacerlo.

—¡Ése es mi niño! —animó Jia a su pequeño, buscando una lista de cosas que según Kyungsoo necesitaba para comenzar a llevar a cabo su venganza.

Un capítulo más.

Gracias por leer.

Nos leemos mañana.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Where stories live. Discover now