Capítulo 17.2

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Mientras me enfrentaba a aquella estirada mujer, mil y una ideas acerca de cuál sería la mejor forma de mortificarla pasaron por mi cabeza. Pero cuando recibí finalmente el permiso para participar en la feria de Halloween, con bastante recelo por parte de las dos cotorras, una maliciosa ocurrencia acudió a mi mente y supe cuál sería el modo perfecto de participar ese día y el mejor lugar para llevarlo a cabo.

Sonreí todo el camino hacia mi tienda, dispuesto a que Love Dead nunca más fuera dejado de lado. En esas fechas solía estar bastante ocupado elaborando los pedidos de mis centros florales de naturaleza muerta, que realizaba con gran diligencia mi siempre habilidosa Seulgi, y unos ositos especiales que saqué al mercado, disfrazados de los personajes de terror más famosos del cine.

Sería un trabajo muy duro compaginar los pedidos con los preparativos de la famosa fiesta que atraía a tanta gente hacia el distrito comercial el día treinta y uno. Pero todo valdría la pena con tal de ver a las dos irritantes loros comerse sus propias palabras cuando me entregaran la placa de agradecimiento por haber aportado la mayor cantidad de dinero al evento.

Porque mientras los demás años me había resultado indiferente ganar o perder, ese año era distinto y buscaba una aplastante victoria que poder restregarles por las narices a aquella panda de cobardes y estirados que sólo se atrevían a decir lo que pensaban de mi negocio con unas cartas con muy mal gusto. Entré con paso firme en mi tienda y, decidido, cogí el calendario de Love Dead que siempre colgaba en la pared, llamé a todos mis empleados para una rápida reunión informativa, incluidos mis dos molestos granos en el culo, que al fin parecían comenzar a mostrar algo de educación, y les conté las noticias.

—Bien, chicos, nos han dejado sin tenderete ni sitio en la plaza principal para el evento de Halloween —les dije, con lo que se oyó algún que otro ofensivo comentario acerca de los organizadores, casi todos provenientes de una belicosa anciana.

—Entonces, ¡este año estamos fuera! —gruñó Suho, indignado.

—¡Ni mucho menos! —negué—. He conseguido que nos den permiso para participar. Y aunque no hay sitio en la plaza principal para nosotros, este año vamos a arrasar. ¡Quiero ver una de esas estúpidas placas en mi fachada y todos vosotros me vais a ayudar a conseguirla!

—Se te ha ocurrido una de tus ideas, ¿verdad? —preguntó Agnes, sonriéndome bastante complacida con la idea de ganarle al Comité en su propio terreno.

—Sí, la tengo. Y ya que han cometido el error de darnos libertad de elección respecto a lo que haremos, será un secreto para todos hasta el día de la feria. —Sonreí malicioso a mis empleados, mientras toda la elaboración de mi perverso plan no dejaba de rondarme la cabeza—. Así que ni una palabra de esto o pasareis un mes ayudando a Agnes —advertí a los mocosos, que me observaron aterrorizados con la idea de su posible castigo, por lo que deduje que no serían un problema.

»Bien, por lo que podéis ver, tenemos muy poco tiempo —continué, mostrando en el calendario la semana que nos separaba del día señalado—. Y además nos tendremos que apañar con un presupuesto ínfimo para conseguir todo lo que necesitamos, pero os puedo asegurar que el resultado os va a encantar. Bueno, ¡esto es lo que vamos a hacer...!

Durante una semana, nadie supo lo que Love Dead aportaría a la fiesta benéfica. Los correctos padres del Comité intentaron insistentemente sonsacar a los dos chicos, pero por más que probaron de convencerlos con sobornos o amenazas para que confesaran el codiciado secreto, el peligro que representaban Agnes y sus ositos eran mucho más aterradores que acabar en cualquier internado.

JongIn observaba intrigado desde su tienda las idas y venidas de extrañas mercancías. En más de una ocasión, Mark y él intentaron entrar en la tienda para ofrecer su ayuda, pero siempre eran recibidos con miradas recelosas. Sin embargo, Minseok siempre era acogido con una grata sonrisa. Eso sólo conseguía incrementar el mal humor de JongIn, agravado por la desagradable noticia de que Lee Zuin  los ayudaría en la tómbola.

Así que, mientras los maliciosos empleados de Love Dead se divertían como locos con una de las trastadas de Kyungsoo, él estaba condenado durante horas a un infierno de monotonía. Finalmente, llegó la víspera de Halloween. Todos los insulsos puestos aburrieron inmensamente a los jóvenes, aunque resultaron algo entretenidos para los más pequeños. Poco después de que todos los tenderetes abrieran y la gente comenzara a llenar la plaza, un extravagante cartel fue colocado encima de la fuente pública por dos jóvenes disfrazados de hombres lobo y maquillados con gran habilidad.

El cartel de los licántropos tenía un llamativo fondo negro sobre el que unas sangrientas letras rojas anunciaban: «N.º 13 TIENDA DEL TERROR»..A continuación, atrajeron la atención hacia su publicidad aullando como lobos a la luna. Cuando se congregó bastante público, saltaron como maníacos hacia el suelo y corrieron hacia el puesto de Love Dead.

Más de una docena de aburridos adolescentes los siguió, atraídos por una
posibilidad que no los hiciera bostezar.
Kyungsoo repasó una vez más su «tienda del terror». Los decorados que había pintado Minseok eran fabulosos y los
adornos que había aportado Barnie,
procedentes de las películas de miedo
que a él más le gustaban, habían
convertido el puesto en un escenario
verdaderamente aterrador.

Larry había llevado un caro maquillaje y tenía una gran habilidad para convertirlos a todos en monstruos horripilantes. Él había decidido vestirse.como el clásico y aterrador payaso asesino de los libros de Stephen King y, tras acabar con el maquillaje, en esos instantes comprobaba que una espeluznante cancioncilla infantil no cesara de sonar en ningún momento.

Agnes, con su disfraz de vieja bruja, estaba ultimando los detalles de los muñequitos vudú que adornaban uno de los escenarios; Suho, disfrazado de Freddy Krueger, terminaba de colocar las telarañas junto a un gran muñeco de un pulpo de ojos rojos, que al moverse resultaba bastante realista; Seulgi, con sus harapientas ropas de zombi, comprobaba el resorte de su tumba en el pequeño cementerio representado en
cartón piedra.

Los jóvenes Jackson y Key se habían marchado para atraer a los clientes, bastante emocionados con sus perfectos disfraces de licántropos y su excitante trabajo de esa noche. Kyungsoo, al final, se había decantado por un clásico disfraz de novio cadáver y Barnie... ¿dónde narices estaba Barnie?

—¡Otra vez no! —resopló Kyungsoo,
resignado, mientras se dirigía hacia la
entrada del tenderete, dispuesto a
reprender a uno de sus insurrectos empleados. Salió con paso resuelto en busca de Barnie, pero en el momento en que volvió a oír los gritos aterrorizados de
los niños junto con el sonido de la falsa sierra mecánica, supo que su excéntrico
amigo lo había vuelto a hacer.

Barnie, disfrazado como Jason, el protagonista de Viernes 13 que siempre
llevaba una máscara de hockey, gritaba
como un poseso mientras movía
terroríficamente su arma como si fuera
real.

—¡Barnie! ¿Cuántas veces tengo que decirte que todavía no hemos abierto? ¡Adentro! —ordenó Kyungsoo una vez más.

—Pero ¡Kyungsoo! ¡Alguien tenía que
darles una lección a esos niños! ¡Iban a
tirar huevos contra nuestro puesto! ¡Y
papel higiénico!

—¿Y los de antes? —preguntó él, ante sus vanas excusas. —¡Eso era muy sospechoso! ¡Había demasiadas princesas!

—Ajá.

—¡Tú! ¡Mueve tu gordo culo y ayúdame con esto! —dijo la Bruja del Oeste, amenazándolos a todos con su escoba.

—¡Kyungsooooo...! —suplicó Barnie.
Pero su jefe no tuvo clemencia:

—Ya has oído a Agnes, Barnie: ¡a trabajar! ¡Creo que los clientes ya vienen! —añadió, emocionado ante el cercano sonido de aullidos que era la señal.

Jijiji ese Kyungsoo es un Loquillo.

Gracias por leer, por sus comentarios y sus estrellitas.

Nos leemos mañana.

💋

El amor nos separará (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora