04 |Reencuentros inesperados

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04|Reencuentros inesperados

|Christopher

Salí del baño dejando una nube de vapor tras de mí, pasé la toalla por mi cabello secandolo y alborotandolo en el proceso. Miré el traje que estaba perfectamente colgado frente a mi cama, sin una sola arruga.

Mi madre había reorganizado, en menos de una semana, la tan anhelada fiesta de bienvenida que estaba deseando hacer desde que se enteró de mi regreso.

La casa por estos días estaba hecha un completo caos, lleno de arreglos florales, bufé, meseros, decoraciones y un sin fin de lujo y extravagancia, que caracteriza todas nuestras reuniones.

En tiempo récord me vestí, el lujoso traje de diseñador se ceñía a la perfección en mi cuerpo. Pasé las manos alborotando mi cabello, cosa que no debería hacer, mi madre odia verme despeinado, pero no podía evitarlo.

Él estrés de saber que pronto tendría que estar aparentando felicidad por la fiesta, hacía que descargará la desesperación en mi cabello.

Salí de la habitación y caminé hasta las escaleras, desde ahí, se podían ver una cantidad considerable de invitados que—obviamente—yo no conocía.

Bajé las escaleras y caminé por el amplio salón hasta llegar al lado de mi madre. Ella dejó de hablar con una mujer y posó sus ojos en mí, su mirada se achicó en cuanto vio mi cabello.

—Christopher, cariño. Que guapo estás —ella me tomó del brazo—¿Conoces a la señora McDonald?

—No he tenido el placer—tomé la mano de la mujer y deje un casto beso en ella—todo un gusto conocerla, señora McDonald.

—Qué joven tan caballeroso, el placer es todo mío—la mujer sonrió.

—Christopher es todo un caballero, su educación en Rumania fue la mejor ¿Le comenté que fue el mejor de su clase?

Ella continuó hablando y yo ignoré por completo su banal conversación. Tomé una copa de champán y le di un gran trago, iba a necesitar mucho más para sobrevivir a ésta noche.

Mi madre siguió presentando a sus amigas, y a cada una de ellas le hablaba de mi maravilloso rendimiento en Rumania y de cómo recibí la mejor educación del país.

—¿Aburrido?

Mi hermano mayor, Maximilian llegó hasta mi lado con una copa entre sus manos.

Luego de conocer a las amigas de mamá, me escabullí a una esquina donde podía verlos a todos, pero ellos no me veían a mí.

Eso creía yo.

—Estoy muriendo—le dije.

—Debes irte acostumbrando, mamá tiende a hacer estas reuniones como mínimo una vez al mes—él tomó un trago de su copa.

—¿Cómo aguantas esto?—pregunté.

Él se encogió de hombros.

—Es normal, desde los dieciséis comencé a asistir y ya me acostumbré. Tú tuviste suerte de que te enviaran lejos con el tío Nicholai.

—En eso tienes razón, el tío Nicholai sabe como divertirse—le dije recordando las fiestas que él organizaba.

—El tío es un jovencito en el cuerpo de un hombre de cincuenta años—me dijo entre la preocupación y la diversión.

—Es bastante irresponsable, si, pero me dio los mejores cinco años de mi vida. Él fue el único que me entendió y me escuchó.

Por unos segundos mi mente viajó hasta los magníficos días en la mansión del tío Nicholai. Los recuerdos de los días de fiesta, los grandes shows que él montaba,  la primera vez que tomé una cerveza fue con él, me enseñó a boxear, a manejar y ser quien yo de verdad era, sin apariencias.

Deseo (1) ✔️Where stories live. Discover now