CAPÍTULO 3

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Las perlas contra mi piel se sienten frías y simplonas, el collar que Saffreen me ha prestado me aprieta tanto que siento que no puedo respirar así que  me lo termino desabrochando y lo encierro en mi puño, intentando calmarme antes de ver a mi familia.

Nada me había preparado para el miedo que ahora dominaba cada centímetro de mi cuerpo y que se sentía como sumergirse en el agua helada durante el invierno.

Estoy sentada en una de las oficinas que tantas veces he visitado, recuerdo cuando era niña y recorría cada una de las habitaciones del palacio de gobierno, jugando a las escondidas con Kai, o intentando escapar de Saffreen, que me obligaba a tomar lecciones de etiqueta con la señora Beasley y me seguía gritando por los pasillos.

De repente la escucho gritando desde el otro lado de la puerta, casi como una analogía del pasado.

Los agentes de la paz les abren las puertas y los dejan a solas conmigo unos momentos.

- ¡¿Cómo que no puedes hacer nada?! ¡Para qué eres el alcalde entonces!

- ¡Baja la voz! – pide mi padre en un susurro, no lo había visto tan alterado desde la cosecha anterior – No puedo simplemente imponerme a los Juegos, al Capitolio ¿Tienes alguna idea de lo que nos harían, con siquiera sugerirlo?

Siento un nudo en la garganta cuando Cordelia entra con lágrimas en los ojos, lleva de la mano a Mau, que parece comprender el estrés de la situación perfectamente.

- Delia, lo siento mucho...

Ella alza una mano para detenerme.

- ¿Por qué te estás disculpando? Nada esto es tu culpa.

A pesar de las lágrimas, es el miembro de la familia que mantiene mejor la compostura.

- Escúchame, de verdad creo lo que te dije; puedes ganar esto. Gánate a los patrocinadores, gánate a Finnick, o a quien tengas que.

- Cordelia ¿Qué son esas formas de...? - comienza a reprenderla Saffreen.

- ¡Ya basta mamá!

Saffreen se sorprende tanto como todos nosotros de escucharla gritar, así que se limita a guardar silencio.

- Voy a ganar, Delia. No tengo opción. – digo esto último mirando a mi padre, que frunce el ceño, como si comenzara a comprender de que trata todo esto.

Cordelia me abraza, pero cuando comienza a sollozar sale de la habitación como una bala.

La veo desaparecer por la puerta con tristeza preguntándome si volvería a verla; me acerco a la pequeña Maureen que nos mira a todos confundida y la abrazo.

- Mau, necesito que le des a Saffreen todos los problemas que puedas mientras no esté ¿Me lo prometes? – sonrío como puedo y ella me devuelve el gesto sin una duda.

- Finnick cuidará de ti – mi padre me da un abrazo incómodo - él sabe lo que es necesario para ganar, no confíes en nadie más que en él ¿de acuerdo, pececito?

Me limito a asentir y mi padre me da una última mirada cansada antes de salir con mis hermanas.

Saffreen se queda al final, le extiendo el collar de perlas que me prestó,  las toma con gesto tembloroso; finalmente me abraza y sale del cuarto sin ninguna palabra.

Mientras la veo cerrar la puerta saco la carta de los pliegues de mi ropa a toda velocidad, pero no me atrevo a llamarla de regreso para dársela. De más está decir que ahora su destinatario original ya no es una opción.

Abro la puerta lentamente, fijándome que no haya agentes de la paz. Solo escucho sus voces alejándose en el pasillo mientras acompañan a mi familia.

- Neri – una voz suave y temblorosa detrás de mí.

EL MENTOR | Finnick Odair  // ( COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora