CAPÍTULO 2

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Al llegar a mi vecindario aún estoy algo turbada por mi peculiar encuentro con el vencedor más famoso de Panem, pero en cuanto cruzo las rejas que nos separan del resto de conjuntos habitacionales, una sorpresa mucho más desagradable me aguarda.

- ¡Ahí está mi futura nuera! ¿verdad, Citrio? – el comandante Seastone zarandea a Citrio del brazo, el cual se disculpa conmigo con una sonrisa incómoda.

- No es un buen día para una boda – bromeo sin ganas, cuando me acerco mi estómago da un vuelco. Mi hermana está sentada en los escalones de nuestra casa, aparentemente conversando con ambos.

- Mamá está muy molesta contigo – susurra Cordelia mientras me mira de arriba abajo.

No es raro para mi llegar a casa totalmente empapada, pero esta vez mi aspecto debe ser algo alarmante: he perdido las sandalias en la caída y estoy sangrando de la pierna y de las manos. En mi defensa al menos regresé a tiempo para el almuerzo.

- Seguramente tu hermana solo se dio un chapuzón en la playa... necesita relajarse antes de la cosecha ¿no es así, señorita Dhassei?

- Cordelia, entra a la casa – digo terminantemente mientras miro al comandante con desagrado.

Me mira con molestia, rara vez le doy órdenes.

- ¿Por qué...?

- Porque tienes que comenzar a arreglarte, la falda que te voy a prestar está en el tercer cajón de la cómoda – digo sin dejar de mirar al comandante, que parece divertido con la situación.

Cordelia resopla antes de entrar, yo disfrazo mi disgusto con una sonrisa y me dirijo hacia Citrio.

- ¿Y qué te ha dado el comandante de cumpleaños, Citrio?

- Fue un mejor regalo que el año pasado... – dice con sarcasmo.

- Si no mejoras en el liceo de tributos, el único regalo que recibirás es una paliza – murmura el comandante.

Hacía un tiempo que ya no les importaba que el resto de las personas fueran conscientes de su mala relación.

- Citrio ha sido el mejor en estrategia por tercer año seguido, debe estar muy orgulloso – interrumpo.

- Estaría orgulloso si fuera más como ese chico Brise, el sí que tiene una oportunidad o como tú, señorita Dhassei- sonríe con sus dientes amarillentos – con ese rostro tan bonito ya tendrías los juegos ganados.

- ¡Papá!

- Será mejor que me vaya, o no me dejarán asistir a la cosecha siquiera.

- Y eso sería una lástima ¿no? – alcanzo a escuchar decir al comandante.

Doy unos pasos hacia la puerta principal, pero mi orgullo me empuja a girarme hacia Seastone una vez más.

- ¿Laurenze Springlace ya habrá llegado?

El rostro del comandante se deforma en una mueca de desagrado, y yo no puedo evitar una sonrisita.

- No tengo idea, señorita ¿hay algún problema?

- No, solo me preguntaba – digo, sonriendo todavía y me escabullo a mi casa de inmediato.

Saffreen no espera ni a que cierre la puerta tras de mi para comenzar a regañarme.

- Nerea, por milésima vez, eres la hija del acalde, no hay razón alguna para que tengas que ensuciarte con el agua del mar...

- Vivimos en el 4, literalmente rodeados de mar.

Ella hace una mueca de asco, aberraba vivir en la costa, y no soportaba lo mucho que diferían nuestros gustos.

- Escaparte otra vez en la madrugada, ¡Y encima regresar así! Las cosas que los vecinos deben pensar que haces ahí afuera, y siempre con ese muchacho... ¿Cómo crees que se ve eso para la familia, Nerea? ¿No piensas acaso...?

EL MENTOR | Finnick Odair  // ( COMPLETA) Where stories live. Discover now