PRIMERA PARTE: EL VENCEDOR / CAPÍTULO 1

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Los rayos de sol apenas comienzan a asomarse en el horizonte, entintando el mar con sus cálidos colores, espero pacientemente hasta que uno roza mi ventana, aunque la verdad es que no he podido dormir en toda la noche.

Lo único que me motiva a salir de la cama es el aroma del océano que llega con una súbita brisa.

Abro mi armario, que está repleto de prendas tejidas, telas vaporosas y frescas; vestidos bordados para las cenas importantes de los amigos de mis padres, pantalones cortos para cuando voy a ayudar a pescar, blusas ligeras para el calor de la costa.

Termino decantándome por un conjunto azul cielo que resalta el bronceado de mi piel, me cepillo con presteza el cabello castaño, que siempre se encuentra seco y esponjoso por la sal. Observo mi selección de "joyas" pero al final elijo lo mismo de siempre: el dije de concha nácar tallado a mano. Un círculo con un pequeño detallado en forma de olas de mar.

De uno de los cajones de la cómoda, saco un empaque envuelto con rapidez, lo meto en mi mochila y salgo de mi habitación de puntillas, con las sandalias en la mano. A Saffreen no le encanta la idea de que me escabulla así, pero creo que hoy está más que justificado.

Me paro en seco cuando escucho unos pasos acercándose por la escalera, pero al poco tiempo distingo una figura un poco más bajita que yo con el cabello largo hasta la cintura y caminando erráticamente.

Es mi hermana menor, Cordelia, que sube con un vaso de té helado; siempre tiene problemas para dormir.

- Te meterás en problemas otra vez - dice mientras le da un sorbo al vaso.

Me trago el nudo que tengo en la garganta e intento responderle con mi habitual jovialidad.

- Es que mira sol - susurro mientras señalo la ventana - no puedes esperar que me quede aquí encerrada en un día así...

Hago ademán de llorar y la miro intentando convencerla.

- ¿Qué no recuerdas qué día es hoy? - se exaspera y levanta la voz un poco, tengo que hacer un gesto para callarla.

Claro que sé qué día es hoy, pero no hay razón para que ambas estemos preocupadas por lo mismo.

- Razón de más para ir a la playa, uno nunca sabe, puede ser mi último día aquí.

Noto como su expresión se deforma de su habitual solemnidad, y mi propia sonrisa amenaza con desvanecerse.

- No deberías bromear con eso...

- Lo siento, pero tú no deberías preocuparte tanto - digo mientras le doy unas palmaditas en la cabeza, la cual ya solo dista algunos centímetros de la mía - no pasará nada hoy.

Desvío la mirada cuando deja salir un resoplo suspicaz.

- La puerta está cerrada de cualquier modo - le sonrío con malicia - no...

- Delia, por favor, te he enseñado mejor que eso.

- Mamá va a matarte, terminará encerrándonos bajo cuatro candados por tu culpa.

- No lo hará, si no le dices - susurro mientras me escabullo por su lado y bajo con rapidez la escalera - prometo llegar a tiempo.

Se cruza de brazos sin darme crédito.

- Te prestaré algo de mi ropa - prometo mientras junto ambas manos, ahora mirándola desde debajo de la escalera.

Finalmente veo que se lo piensa un momento.

- La falda blanca bordada - dice con su rostro excesivamente serio - y me dejarás usar el collar de caracolas también.

- Eso ni siquiera se ve bien en conjunto...

EL MENTOR | Finnick Odair  // ( COMPLETA) Where stories live. Discover now