Capítulo 2

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Kim Seokjin

Después de dos días de profunda depresión en mi cama, decidí salir de casa. Supongo que es una reacción natural cuando descubres que la persona a la que amabas no es lo que pensabas.

Me sentí como un tonto al no darme cuenta de que ella solo estaba interesada en mi dinero.

Sin pensar mucho y cegado por la ira que me consumía, empujé mi carrito de compras. Sin embargo, mi furia se convirtió en preocupación cuando el carrito comenzó a perder el control.

Finalmente, chocó con el carrito de una mujer. Me acerqué a ella y le pregunté:

—¿Estás bien? —La observé detenidamente, y aunque no estaba muy arreglada, lucía preciosa.

—Sí, estoy bien —dijo, pero noté lágrimas en sus ojos. Seguramente se asustó por el impacto.

—No llores, es mi culpa. No debería haber estado jugando con el carrito de compras —dije nervioso—. Soy un tonto. Heriste tu rodilla; está sangrando.

—No te preocupes, pasará —dijo, pero al moverse, soltó un "ouch".

—Ven conmigo, te curaré —ofrecí, pero ella negó con la cabeza.

—No sé ni cómo te llamas —dijo, con seriedad.

—Jin, Kim Seokjin, 34 años —respondí mientras extendía mi mano.

—Gaeul, Kang Gaeul, 29 años —dijo y tomó mi mano.

Cuando lo hizo, sentí cómo mi corazón latía más rápido, pero decidí ignorarlo. Era solo porque ella era realmente hermosa: cabello largo y oscuro, ojos café oscuro y labios algo gruesos que me atraparon.

—¿Me ayudas? —dijo, sacándome de mis pensamientos.

—Claro, ven aquí —dije y la ayudé. Era difícil llevarla, así que le sugerí que se subiera a mi espalda para facilitarlo.

—Pero nos verán raro —se preocupó.

—Eso no importa, estás herida —dije, y me agaché para que subiera.

Ella se aferró a mi cuello mientras la llevaba, y una señora nos miró con ternura.

—Qué esposo tan amoroso —comentó una mujer.

Llegamos al estacionamiento, y la ayudé a bajar del auto.

—Mi apartamento está cerca de aquí. No te preocupes —la tranquilicé.

Cuando llegamos, la hice sentarse en el sofá de la sala y fui a buscar un kit de primeros auxilios en el baño. Regresé y la encontré explorando la habitación con curiosidad, lo cual me hizo sonreír.

—Listo, aquí tienes —dije, mostrándole el kit.

Empecé a limpiar su herida con alcohol, y ella se quejó un poco.

—Tranquila, ya casi termino —intenté calmarla—. Mejor cuéntame, ¿qué hacías en el supermercado?

—Mi esposo dice que soy una pésima cocinera —rayos, es casada—, así que fui a comprar ingredientes para intentar una receta que vi en internet.

—Debe importarte mucho —ella asintió.

—Sí, lo amo. Ojalá él pudiera sentir lo mismo —dijo, y alcé la vista solo para ver lágrimas cayendo de sus ojos.

Terminé de vendar su herida, y me senté a su lado. Tomé un pañuelo y sequé sus lágrimas.

—Gracias, lo siento, es que este tema me pone un poco sensible.

—No te preocupes, yo te ayudaré —dije, y ella me miró—. Puedo enseñarte a cocinar.

—¿Eres bueno cocinando? —preguntó.

No solo eso, soy chef en un restaurante con tres estrellas Michelin, pero decidí no decirlo. No quería que nadie más se aprovechara de mí.

—Soy chef en un buen restaurante, pero decidí tomarme unos días de descanso, así que tengo tiempo —respondí, sonriendo.

—No quiero molestarte.

—Considera esto mi forma de disculparme por lo que pasó —dije, y ella asintió.

—Gracias, Jin —dijo, sonriendo.

—A partir de ahora, seamos amigos, si tú lo deseas —dije, nervioso.

—Está bien, seamos amigos.

—¿Qué te parece si mañana salimos a caminar temprano y luego te doy tu primera lección de cocina? —propuse.

—Me parece perfecto, así me distraigo un rato —dijo, y luego miré su rodilla; la había olvidado—. No te preocupes, mañana estaré bien.

—Ahora, ¿quieres que te lleve a tu casa o tal vez quieres que llame a tu esposo? —pregunté.

—Mi esposo ni siquiera se preocuparía aunque le dijeras que estoy en el hospital —dijo, triste—. Solo le importa su trabajo y ella.

No hice muchas preguntas, pero entendí perfectamente que su esposo tiene otra mujer.

—Vamos, te llevaré a casa —dije, y la ayudé a levantarse.

—Tranquila, puedo hacerlo —dijo, logrando sostenerse por sí misma.

Fuimos al ascensor y bajamos al estacionamiento. Antes de arrancar el auto, ella me dijo:

—No me has dicho, ¿cómo se perdió el control de un carrito de compras?

—Lo hice porque estaba molesto —confesé—. Descubrí que mi prometida no me amaba, y me enfadé conmigo mismo por no darme cuenta.

—Está todo bien, no te preocupes; a partir de ahora, estaré a tu lado —dijo, y ambos nos miramos.

Sentí una conexión muy fuerte entre los dos, como si el destino nos hubiera unido a propósito.

The one ||Jeon Jungkook y Kim Seokjin|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora