Capítulo 69: Corazón como el hierro

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Xiahou Lian estaba sentado en el sinuoso corredor y atando linternas de conejo. El hijo de Lian Xiang, Rong-ge'er, y la hija de una sirvienta de la mansión estaban a su lado y esperaban con entusiasmo. Sólo tenían cuatro o cinco años y se habían puesto camisas nuevas. Tenían las mejillas enrojecidas y un toque de colorete en el centro de las cejas, como el Sudhana junto a un bodhisattva.

[Sudhana: lit. Hijo de la riqueza.]

Xiahou Lian escogió las cañas maceradas de la tina de agua y primero construyó el esqueleto, enroscando dos cañas en un círculo como cintura, y luego sacó dos y las enhebró por el interior de la cintura, tejiéndolas para que quedaran cruzadas, de modo que si le preocupaba aún podía añadir una barra horizontal en el centro de la cintura. Luego, ató la cabeza. La cabeza fue fácil de tejer; hizo dos círculos y se los pegó, sacando una sección en la parte superior para las orejas. Cuando abrió las manos, el marco de la linterna estaba completo.

Los dos niños pequeños miraron atónitos, y Xiahou Lian, sin darse cuenta, levantó la vista y vio a la niña que había salvado la noche anterior, de pie detrás de un pilar en el pasillo, frente a él. Lian Xiang había dicho que se llamaba Li Miaozhen, hija de una concubina del clan Li. Era una niña sin madre y debía de haber sido tratada con dureza por la señora antes, ya que no le quedaba ni medio gramo de carne en todo el cuerpo, y además no le gustaba hablar. Originalmente debería haber ido a la Real Academia, pero Shen Jue había pasado un mensaje al Tribunal de Revisión Judicial y la había convertido en sirvienta de un funcionario, colocándola en la Mansión Shen.

Se había puesto un vestido nuevo, con un abrigo azul rojizo oscuro y un delantal azul. Miraba con sus ojos oscuros y seguía sin decir nada. Cuando vio que Xiahou Lian la descubrió, se escondió inmediatamente.

Xiahou Lian sonrió y miró hacia abajo para pegar el papel. Temía que los niños lo rompieran, así que pegó tres capas de papel kraft. Luego utilizó rojo y negro para puntear los ojos y los colgó en palos. Colgó pequeñas borlas debajo de ellos y los levantó para verlos, y dos conejos pequeños, gordos y redondos se balancearon junto a su mano. Los dos niños se alegraron y estiraron la mano para tomar los conejos. Xiahou Lian levantó las linternas en alto y dijo:

—Vayan y traigan a esa hermana.

Los niños gritaron que sí y saltaron para jalarla de la manga. La niña parecía a punto de llorar, pero se acercó arrastrando los pies. Xiahou Lian ató otra linterna, le puso los ojos, la colgó en un palo y se las repartió uno a uno, diciendo:

—¡Todos tienen una!

Los dos niños se alegraron y salieron corriendo con sus linternas. Li Miaozhen sostenía su linterna y seguía de pie en su sitio.

—¿Tienes algo que decirme? — le preguntó Xiahou Lian.

Ella sacó lentamente un colgante de jade de grasa de cordero, lo envolvió en un pañuelo y se lo entregó a Xiahou Lian.

—¿Para mí?

Li Miaozhen asintió y dijo:

—Gracias por salvarme. —Su voz era muy bajita, como el zumbido de un mosquito, y Xiahou Lian tardó en escucharla con claridad. Ella bajó la cabeza y volvió a hablar—: Mi madre me dejó esto. Mi madre dijo que las gratitudes tienen que ser devueltas. No tengo dinero, sólo tengo este colgante de jade, así que te lo daré.

Xiahou Lian se rio a su pesar y le frotó la parte superior del cabello.

—No puedo tomar lo que tu madre te dejó, guárdalo bien tú. No es demasiado tarde para que me des dinero cuando lo tengas más adelante, no soy avaricioso, con darme una moneda de cobre es suficiente. Bien, vete a jugar.

El gobernador está enfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora