•𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟔•

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 →𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.

Con la cabeza apoyada en la columna del sótano de los Wheeler, miraba a Max. Y cuando Running Up That Hill dejaba de sonar, se la volvía a poner. Y así sucesivamente.

—¿Qué haces despierta? —la rubia miró a su chico, que estaba sentado en un sillón.

—No puedo dormir —el muchacho se levantó y se sentó al lado suya.

—Llevas toda la noche rebobinando la cinta —dijo en un susurro. No querían despertar a sus amigos, ya que estaban todos allí.

—Lo sé. Y también sé que puedo llegar a despertarla, pero... Joder, no sabes lo que me ha entrado por el cuerpo cuando Dustin me ha dicho que Vecna la había poseído.

—En realidad... Sí que lo sé, y te entiendo a la perfección —se miraron—. Ha sido todo tan rápido, que si te soy sincero he estado hasta a punto de ponerme a llorar cuando la he visto caer —la muchacha apoyó su cabeza en el hombro de Harrington—. Pero por suerte habéis descubierto la solución.

—Y menos mal, sino... —suspiró—. Si eso me pasase en algún momento, ponme Beat It.

—No digas eso. No va a pasar.

—Más vale prevenir que curar.

—¿Tu eres consciente de que con solo pensar que puede llegar a sucederte algo me pongo malo? Otra cosa no sé, pero te prometo que no pienso dejar que eso se te meta en la cabeza. Además, para que Vecna te posea, debes tener un trauma previo, migrañas y hemorragias nasales. Tú no tienes nada de eso —la chica frunció el ceño y le miró.

—¿Tú como sabes eso?

—Lo he leído en los informes de la señorita Kelley. Por si alguno de vosotros tenía esos síntomas aparte de Max —lo que menos quería Harrington es que su novia, su hermana, Dustin, Robin o cualquiera, fuese una víctima de Vecna. Y quería saber lo que debía notar.

—Espera... —la chica se acercó de nuevo a Maxine para volver a ponerle la canción. La pelirroja se movió un poco y abrió ligeramente sus ojos.

—¿Qué hora es?

—Casi las cinco de la madrugada.

—Duérmete. Estoy bien.

—Prefiero asegurarme.

—Lleva razón, Blair. Deberías dormir —le dijo Dustin, que se acababa de despertar—. Vamos, yo te cubro.

—Vale, bien —volvió a ponerse al lado de su chico, y se tumbó para poder apoyar su cabeza en sus piernas.

—Callaros ya, coño —dijo Tyler con la voz adormilada—. Que algunos queremos dormir un poco.

—Que sí, hostia. Sigue durmiendo —le respondió Sallow.

►◄

¿Dustin, me oyes? —con pesadez, abrió sus ojos y estiró su mano hasta llegar al Walkie-Talkie.

—Hola, soy Blair.

¡Sallow! Hola. Voy a necesitar una entrega de comida muy pronto, a no ser que queráis que salga al exterior.

—No hace falta que lo hagas. Quédate donde estás, nosotros iremos en cuanto podamos.

Sí, sí. Oye, eh... ¿Cómo está Tyler? —la chica miró a su mejor amiga, que dormía junto a Robin.

—La he visto mejor, pero bueno. Sabemos que eres inocente y vamos a demostrar tu inocencia, haremos todo lo posible para eso. Te quiere mucho, ¿sabes?

Lo sé, y yo a ella —aquellas palabras la hicieron sonreír—. ¿Podríais traerme ya de paso unas birras? Sé que es una estupidez beber ahora, pero... Una birra fría me calmaría los nervios —miró al sofá, y al ver que Mayfield no estaba, notó como sus nervios se ponían a flor de piel de nuevo.

—Mejor te llamo luego —dejó el aparato sobre la mesa y se levantó, despertando a Nancy a su paso.

—¿Qué pasa?

—Max no está —solo eso hizo falta para que Wheeler se pusiese en pie. Blair se acercó a Dustin—. Dustin... ¡Dustin!

—¿Qué? —se dio un golpe con la televisión.

—¿Tú no estabas vigilando a Max?

—Sí. Sí, sí, sí, lo siento —se frotó los ojos.

—¿Y dónde está?

—Está aquí mismo —señaló el sofá, que estaba vacío—. Hace un segundo. Lo juro, solo me he dormido... —se miró el reloj—, Una hora.

—Oh, mierda —los tres salieron del sótano y fueron a buscarla. Afortunadamente, estaba en la cocina. Los tres suspiraron con tranquilidad.

—Buenos días —dijo la señora Wheeler—. ¿Va todo bien?

—Sí —respondió su hija—. Todo va... Muy bien —en ese momento, Maxine les miró.

—Me parece súper bonito que estéis todos tan unidos.

—Aunque podríais estar unidos en otra casa, para variar —comentó el señor Wheeler, recibiendo así una mala mirada por parte de su mujer. Las dos jóvenes se acercaron a la mesa. Y Mayfield en cuanto se percató de que se habían sentado, paró la música y se quitó los auriculares.

—Hola.

—¿Estás bien?

—No podía dormir. No dejáis de enchufarme el walkman todo el rato —dijo mirando a Blair—. Pero... Holly me ha dejado sus lápices —las tres fijaron sus ojos en la menor de los Wheeler—. Y nos hemos divertido, ¿no, Holly? —un simple ruido de afirmación respondió la niña, ya que seguía concentrada en su juguete.

—Esto es... ¿Lo que viste anoche? —Nancy señaló los dibujos que habían en la mesa.

—Bueno... Más o menos. Creía que sería más fácil dibujarlo que describirlo, pero... Ya lo veis.

—¿Eso es...? —Blair agarró uno de los dibujos.

—Es como si estuvieran expuestos. Y luego había una niebla roja por todas partes. Era como un sueño. Una pesadilla.

—¿Crees que Vecna solo quiere asustarte? —preguntó Nance.

—¿Con Billy? Sí. Pero cuando llegué allí... No sé, la cosa cambió. Parecía sorprendido, como si no me quisiera allí —Henderson se sentó al lado de Blair con un plato de tortitas.

—Puede que te metieras en su mente. Él invadió la tuya, ¿no? ¿No cabe la posibilidad de que tu acabaras en la suya? Como en la sala de la caldera de Freddie Krueger.

—¿Freddie Krueger? —preguntó Holly al oír el nombre.

—Es una película de miedo. No existe —le respondió Blair con una sonrisa, ya que sabía que lo que iba a decir Dustin no era la opción más correcta para una niña de seis años—. Pero... Pensadlo. ¿Y si has abierto la puerta trasera del mundo de Vecna? A lo mejor la respuesta a lo que buscamos está dentro de estos dibujos —tanto ella como Nancy miraron los folios antes de mirarse entre ellas.

—¿Es una ventana?

—Sí.

—Vidrieras con rosas.

—Sí. ¿Ves? No dibujo tan mal —le dijo Max a Henderson.

—Sí, pero... Ayuda que ya la hayamos visto —entre las dos se pusieron a doblar los folios, de manera que solo mostrase una cosa. Sallow agarró un rotulador negro, y comenzó a perfilar los bordes.

—Son partes de una casa —dijo Mayfield.

—Pero no de una casa cualquiera —Nancy puso aquella vidriera mientras su amiga hablaba—. Esta es la casa de Victor Creel.

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Agápē ||Steve Harrington||Where stories live. Discover now