Capítulo 41

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Los rayos del sol entraban por aquella ventana ya que las persianas estaban mal colocadas, por esa razón Lucía se levantó a acomodarlas mientras comenzaba a buscar a su alrededor dándose cuenta de que a su lado dormía plácidamente la rubia quién seguía dormitando.

Lo primero que se dedicó a buscar fue la hora, por lo que se levantó de la cama en búsqueda de su reloj, que tan pronto lo tuvo en sus manos ya que se encontraba en la repisa a un lado de la cama, lo observó, eran ya las ocho del día, al menos sabía que el resto de aquel sábado lo tendría libre, ya que había pedido los dos días con el señor Lucali, y sería hasta el domingo que tomaría doble turno para tener al corriente sus horas de trabajo semanales, para que no tuviese ningún descuento en su sueldo semanal.

Sintió como le dieron un abrazo por la espalda mientras sentía la cercanía de la rubia quién seguía con los ojos un poco entrecerrados, ya que si incluso la luz ya no entraba directamente por la ventana, ya era de día y la luz del sol proporcionaba iluminación a la habitación, en donde solo se encontraban aquellas dos.

—Creo que la sorpresa que te tenía planeado, ya no se hará—. Dijo ella mientras le daba un beso en la espalda—. Tenía la idea de tener una linda cena mientras te hablaba de mis sentimientos.

—Siempre puedes hablar de ellos—. Le dijo Lucía mientras volteaba a verla, en ese momento Elizabeth se sintió libre de hablar el contenido de su corazón.

—Siempre he sido una chica que jamás buscaba algo, con nadie, pero contigo fue distinto, me hiciste darme cuenta de que el solo hecho de ser capaz de hablar contigo aunque fuesen solo cinco minutos eran suficientes para que estuviese siempre esperándote—. Comenzó a decir Elizabeth mientras jugueteaba con sus manos en el regazo de Lucía con quien no había roto su abrazo—. Disfruto mucho de tu presencia en mi vida, que me ha ayudado a darme cuenta de muchísimas cosas que desconozco, sé que soy nueva en las relaciones, pero ¿quieres que sea tu novia?

—Si—. Fue lo único que ella respondió antes de darse la vuelta y casi teclear a Elizabeth con un gran abrazo mientas la rubia sonreía de oreja a oreja.

—Tenía planeado llevarte una carta que dejé en casa junto a un platillo que había mandado a hacer a la cafetería con la leyenda escrita de mermelada—. Dijo Elizabeth mientras la otra escuchaba con atención—. Quizás sea un poco cursi, pero deseaba hacerlo de esa forma, aunque haberlo hecho así también se siente correcto.

Las dos comenzaron a alistarse dándose cuenta de que el día aún era joven, pero en otro lado los rayos del sol también irrumpieron en la solitaria habitación, solo que la persona que se levantó de inmediato al ver cómo acabado la habitación en donde había estado con Aurora, se percató que incluso si se había pasado increíble tenía que volver a casa temprano, por lo que terminó vistiéndose con velocidad sin decir ninguna palabra.

Eva sentía como si su cabeza estuviese siendo aplastada por una gran pinza por la resaca que estaba afrontando en ese momento, se apresuró a regresar a casa, para evitar sospechas, se llevó una de las camisas de Aurora con la condición de volverla a ver después; para que pareciera que venía de salida y no de llegada a su casa.

Ella no podía ignorar los hechos de la noche anterior, había pasado tanto tiempo desde que sentía aquella necesidad de acostarse con alguien, pero se sorprendió de aquella química que las dos tenían, le impresionaba que las cosas se hubiesen dado de aquella forma, pero sentía un poco de tristeza, sabía que había estado mal haberse ido así, pero no sabía todavía con qué cara vería a Aurora, quién para ese punto ya la conocía en varios aspectos de su persona.

Si bien, Eva había tenido intimidad con otras chicas, era la primera vez que se quedaba en casa de alguna, ya que casi siempre solía verse en aquella casa que era como un escondite para ella o en hoteles, por ello se sentía un poco inexperta en eso. Sabía que tenía que ir también a desayunar, por lo que recordó aquel lugar que era su preferido para poder ir a desayunar algo bueno y barato, decidió ir a desayunar en aquella cafetería que quedaba a unas cuantas cuadras de distancia de su casa.

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