Capítulo 26

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Era un domingo por el medio día, Elizabeth estaba recargada el uno de los postes a las afueras de su casa mientras acomodaba un poco su camisa y chaqueta por aquellas marcas le habían hecho recién en la mañana, una chica con la que había tenido un polvo desde temprano, pero aquella mujer ya se había ido, así que había dejado sola a la rubia quién sentía un poco de melancolía al ver la calle sin personas, incluso si era un día libre.

Trató de sentir un poco de consuelo con el aire frío de aquel momento antes de centrarse y quedarse un buen rato dentro de casa terminando pendientes de su carrera, sabía que también ya era hora de que su tío debía de bañarse al menos ese día, llevaba al menos tres días sin hacerlo, por lo que simplemente decidió caminar a la tienda más cercana.

Al entrar a aquel lugar pudo sentir el olor del cigarrillo del empleado de tiempo completo que se encontraba allí, era un hombre más gordo que ella, con una calvicie prominente, sin embargo se negaba a abandonar la idea que su pelo creciera, por lo cual tenía un poco de su cabello ondulado a los lados de su cabeza, que le hacía honor al apodo que alguna vez le había dado su tío en sus breves momentos de sobriedad: payasito.

La comisura del labio se elevó al recordar que efectivamente, aquel hombre parecía a un payaso, simplemente le faltaba el maquillaje para completar el atuendo, tomó un paquete de cervezas y le dio el dinero exacto a aquel hombre que nunca le proporcionaba un saludo a menos que ella lo hiciera, pero en ese momento no le nacía hacerlo, así que le dio las cosas en las manos y el único que salió de aquel lugar fue el de la caja registradora al abrirse.

Ella salió de aquel lugar recordando la primera vez que lo había visto, a aquel hombre jamás le había preguntado su nombre, la única vez que obtuvo algo de preocupación

—¡Eres muy pequeña para estar consumiendo alcohol tan temprano!­—. aquel hombre le dijo a una Elizabeth más Joven, que recién pasaba los catorce años.

—¡No son para mí, son para mi tío! —. Le respondió a aquel hombre quién ya se comenzaba a ver indicios de su calvicie en aquel entonces.

Pero a aquel hombre no le importó, ya que ella le dio dinero que al final del día era ingreso para él, y lo que a él le importaba era vender los productos en su tienda, no le importo siquiera si aquella chiquilla estuviera diciendo o no la verdad.

Elizabeth caminó con una mano en su chaqueta y la otra sosteniendo el paquete de cervezas frías que había logrado comprar, se sorprendió ver clientes a las afueras del taller, como si estuviesen esperando, por lo que ella se acercó a preguntar si se les ofrecía algo, ellos señalaron que necesitaban una reposición de las llantas de un automóvil, ella les dijo que primero necesitaba saber si tenía la llanta que ellos requerían y que estuviese en buenas condiciones.

Tan pronto se dio cuenta que efectivamente tenía aquella llanta en su taller, abrió la gran cortina metálica que hacía ver a su taller como un sitio abierto para el público, que con ayuda de aquellos hombres que llegaron para poder ayudarles, se veían como si estuviesen viajando, ya que tenían un gran equipaje encima de aquel pequeño carro, pero ella tono el gato hidráulico tan pronto el carro estuvo en su posición para apurarse con el trabajo, debía de bañar a su tío y para ello las cervezas debían de estar frías, pero no podía dejar el taller abierto como si nada, le preocupaban aquellos chicos que no sabían ni cambiar una llanta.

Cambiar la llanta no fue un problema, e incluso quiso ponerle un parche a la llanta, pero se percató que había un hueco en la cámara de la llanta, por lo cual si tuvo que cambiar en su totalidad la pieza, mientras la colocaba les explicaba a los chicos por si otra situación similar les ocurría en su viaje, aquellos chicos agradecieron mucho la información.

AfueraWhere stories live. Discover now