Capítulo 8

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Se encontraba lavando trastes en aquel restaurante, eran muchos, sin embargo ya se las había arreglado, al menos se alegraba que le hubiesen dado guantes para no poder lastimarse las manos, ya que aquel jabón a la larga podría ser irritante para su piel, algunas veces podía ver a Thomas entrar a la cocina en búsqueda de algún platillo, se le veía sudado, sabía que también estaba trabajando duro, ambos se encontraban en el turno de la tarde, sabía que al día siguiente le dolerían los brazos por aquel trabajo al que o estaba acostumbrada, pero sabía que ganaría dinero que era lo importante.

Esperaba con emoción el día de la paga, mientras trataba de hacer bien su trabajo para no crearle más problemas a Thomas quién la había recomendado con el gerente del lugar. El lugar tenía un poco de temática europea dentro de sí, con mesitas de aluminio replicando aquellas sillas delgadas y altas, pero muy cómoda, mesas con manteles rojos siendo acompañada con el blanco de la pintura de las paredes, encima de las mesas había velas junto a los condimentos que estaban en pequeños frascos de vidrio que parecían ser muy elegantes.

Aquel gerente que también era el dueño ,era un hombre ya mayor, un italiano que llevaba dos décadas viviendo en la gran ciudad, pero que había preservado la esencia de su cocina en el restaurante, el cual era muy bueno, ella había probado durante el descanso unas de las sobas de los platos que quedaban , y la sazón que tenía era muy bueno, se percató que casi toda los cocineros tenían al menos su título en gastronomía, o llevaban muchos años a un lado de aquel hombre, cosa que le hizo querer esforzarse aún más para poder trabajar en la cocina como ellos estaban haciendo.

Sentía como sus pies dolían por estar parada varias horas seguidas, pero debía de mantenerse por el dinero que iba a recibir, incluso si había pagas mejores dentro del mismo restaurante, era lo que ella tenía en ese momento y prefería recibir un poco a nada, por ello estaba tranquila, pero el dolor en los pies era bastante tolerable pero un poco incómodo para aguantarlo, por lo que constantemente me acomodaba de un lado a otro, o cuando no tenía ningún plato que lavar, se sentaba en el suelo que agradecía que estaba seco para poder sentarse sin preocupación de ensuciar su uniforme.

Ya había hablado también con Alex, quién le dijo que tan pronto se recuperara, le ayudaría como su asistente durante las mañanas por toda la semanas, y que le pagarían lo mismo que le pagaban de lavaplatos, así que por eso tendría un doble salario de casi seiscientos dólares por semana, que era lo que solía reunir de sus mesadas de dos semanas, así que era muy buena, incluso si era muy pesado trabajar, pero tenía que entrar com su asistente, lo sentía como necesario para pagar aquel asilo que le estaban dando Roy y Alex, quienes habían sido muy buenos con ella.

Roy siempre se mostraba serio con ella, pero le reconoció que era una mujer trabajadora, que no importaba que le mandaran a hacer, ella lo hacía sin rechistar, cosa que le impresionó, por ello. Alex seguía reposando, por lo que los servicios de manicura y pedicura estaban por el momento no disponibles, pero Lucía se sorprendió la habilidad de Roy para cortar el cabello, ella sabía lo complicado que era, ya que había tratado de cortarse el cabello en el pasado y había quedado un desastre total, pero aquel hombre parecía que solo cortaba como si nada el cabello de aquellas clientas que entraban para hablar con aquel hombre y felicitarle por lo bien que le había quedado el cabello, ya que él con unas cuantas instrucciones era capaz de hacer maravillas con aquellas mujeres que ni podían explicar cómo querían cotarse el pelo en aquella sesión.

Su función como ayudante eran pocas, se encargaba de remojar y lavar en cabello de las clientas para facilitarle el trabajo a Roy, también debía de traer las cosas que él le pedía, al igual que debía de efectuar los pagos y meter todo a la caja registradora, ya que Roy se encontraba ocupado cortándole a otro cliente, podía parecer complicado, pero después de practicar unas horas se le había vuelto fácil, además que a veces tenía descansos de media hora hasta que volviese a entrar otra clienta que solía venir por un corte.

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