Capítulo 3

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Sonó el despertador, las 9:30. Me desarropé y me levanté de mi cama, abrí las cortinas y me vestí. Bajé a la cocina y empecé a preparar tortitas.

—Hija, no es necesario que nos hagas el desayuno. —Oí detrás de mi la soñolienta voz de mi madre.

—No tengo nada mejor que hacer. —Eché la última tortita en un plato y lo llevé a la mesa. Coloqué vasos, mi madre se sentó y le serví el zumo de naranja que había preparado.

—Me encanta el olor a tortitas por la mañana. —Dijo mi padre entrando por la puerta de la cocina. Se sentó y le serví el zumo mientras que el encendía la tele en el canal de noticias.

—No entiendo por qué pones eso, solo habla de las desgracias de las personas. —Comenté, y me metí un trozo de tortita en la boca.

—Y política. —Añadió mi padre.

—Bueno, lo entiendo, al fin y al cabo eres empresario ¿No?

—Quizás algún día tu también seas empresaria. —Sonrió y tomó un trago de su vaso.

—Lo dudo. —Dije, pues no me gustaba la política, y el tiene la idea de que algún día sea empresaria o algo.

—Bueno, basta de hablar de trabajo mientras comemos. —Riñió mi madre.

—Si mamá. —Contestamos mi padre y yo al unisono, y nos intercambiamos miradas divertidas como diciendo «Esto no se queda así».

—¿Hoy irás a correr? —Preguntó mi madre.

—No mamá, hoy iré a visitar a los abuelos.

—Me parece bien. —Sonrió.

Terminamos de desayunar, y ayudé a mi madre a recoger los platos.

—Mamá hoy voy a limpiar sola, tu relájate y descansa un poco, ¿Vale? —Le pregunté.

—No, te esfuerzas demasiado. —Me miró preocupada.

—Hoy es sábado, no tengo nada que hacer. —Dije despreocupada. —Además, ya tengo 20 años, tarde o temprano tendré mi propia casa y debo saber hacer las obligaciones de casa, como por ejemplo limpiar. —Traté de convencerla.

—Está bien. —Bufó. —Pero solo harás la parte de abajo, y yo haré la de arriba. —Condicionó, asentí y se fue hacia arriba.

(...)

Terminé de limpiar, almorzamos y me fui a mi habitación a leer. Después de un rato me puse unos jeans, una camiseta azul, una chaqueta negra, y unas converses de igual color que la chaqueta. Ya era la hora de irme a casa de mi abuela, cogí el libro que estaba leyendo, mi teléfono móvil y unos auriculares y los metí en un bolso no muy grande de color gris.

Salí de mi casa y fui a una parada de autobús, cuando llegó abrió sus puertas, entré y busqué un sitio libre, cosa que no fue difícil por que había entre 10 y 14 personas. Saqué el libro de mi bolso, me situé por la página en la que iba y seguí con mi lectura. El autobús comenzó a avanzar, pasaron aproximadamente 15 minutos y volvió a parar en otra parada, las puertas se abrieron y vi de reojo que se montaron solo 2 hombres, el autobús cerró sus puertas y continuó con su marcha.

—¡Todos los pasajeros demen lo que tengan o disparo! —Gritó el hombre que había entrado junto al otro y empezó a apuntarnos con una pistola. —¡Vamos! —Gritó y todos los pasajeros se agacharon en sus asientos, pero yo no le di mucha importancia y seguí con leyendo. —¡Hey tu! —Le escuché gritar más cerca de mi. —¡Te estoy hablando a ti! —Golpeó mi libro haciendo que caiga al suelo.

—¿Qué? —Alcé la cabeza malhumorada por haber tirado mi libro al suelo.

—¡Dame todo lo que tengas! —Gritó apuntándome con la pistola. —¡¿No me has oido?! —Gritó al ver que no hacia nada más que mirarle con una ceja alzada, este en la desesperación colocó la pistola en mi cabeza.

—¿Crees qué te tengo miedo? —Pregunté con la ceja alzada. —Tu solo eres un simple idiota, poco capacitado que no ha estudiado cuando tuvo la oportunidad y por eso no encuentras trabajo. Por lo que intentas el camino fácil, seguramente tienes novia la cual está embarazada, vives con ella en un piso pequeño alquilado, ella te echa la bronca por no trabajar y el poco dinero que ganas lo gastas en alcohol. —Deduje, a lo que el se sorprendió un poco. —A parte de eso nadie te teme a ti, solo a tu pistola, la cual es de plástico. —Noté que la pistola era de plástico, eso le daba un punto más de idiotez. Le arrebaté la pistola y se la tiré al suelo al igual que el hizo con mi libro. El hombre se quedó casi petrificado por todo lo que le dije. —Ahora si no te importa voy a seguir con mi lectura que ha sido interrumpida por un fracasado. —Me levanté, el seguía inmóvil, y bloqueándome el paso para pasar y coger mi libro. —Aparta. —Le empujé, recogí mi libro, y me volví a sentar para seguir con mi lectura.

Todo el autobús quedó en silencio observándonos a mi y al hombre. Las puertas se abrieron, entraron policías y no tardaron en arrestar al hombre que seguía inmóvil, otro recogió el arma, y se lo llevaron. Las puertas se cerraron, seguí leyendo hasta que sentí aplausos, levanté la vista y todos los del autobús me estaban aplaudiendo sonrientes, a excepción del hombre que venía junto al hombre armardo. Este me miraba mal, pero no le di importancia y volví mi vista al libro, y el autobús siguió su camino.

Todo el camino en autobús fue más o menos silencioso, apartando algún que otro comentario de los pasajeros sobre lo ocurrido con el hombre. Por fin el autobús paró en mi destinatario, guardé mi libro y salí del autobús.

Caminé hasta la casa de mi abuela, una vez frente a su casa llamé al timbre, mi abuela me recibió con mucho cariño, típico de las abuelas. Entré y estuve hablando con mi abuela y mi abuelo, realmente son las únicas personas a parte de mis padres a las que le hablo, tengo confianza y las quiero. Ellos son los abuelos que me quedan de parte de madre, pues los de parte de padre tristemente ya no están, murieron por la vejez cuando yo tenía 10 años.

El tiempo hablando con mis abuelos me pareció poco, pero en realidad ya habían pasado unas cuantas horas, para ser exactos eran las 19:30 y pronto iba a oscurecer y el autobús no tardaría mucho en pasar por la parada. Así que me despedí de mis abuelos, salí de allí, caminé hasta la para y esperé un poco. El autobús llegó, abrió sus puertas, entré y me senté en un sitio libre.

Hora de volver a casa...

Revenge for love (Homicidal Liu y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora