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Entonces cayó la noche y no pasó mucho tiempo hasta que opte por dar una visita a mi propia habitación.

Aprecié la gloriosa apariencia de las flores entre todo el desastre...

Y no es que lo esperase justo para ese momento, pero coincidentemente por primera vez en un tiempo me fijé en poner todo en su lugar. Despejé el escritorio, limpié telarañas detrás del armario, soplé el polvo de un bello cuadro, ordené mis bocetos, hice la cama de 0, me revolque en la alfombra...

La suave alfombra.

—¡Que bendición de alfombra!—Suspiré liberando estrés y subí mi vestido para poder sentir su suavidad en mis piernas—Estoy enamorada, amo, amo tanto, tanto, tanto, tanto...

—¿Qué haces?

Esa voz.

—¡Xiao!—Me senté en medio de un infarto.

—¿Vas a gritar cada vez que aparezca?—Chasqueo la lengua irritado.

—Si avisaras no me asustaría.

—Da igual.

En el silencio—Y temblando— arreglé mi cabello y mi ropa, él se acomodo en el marco de mi ventana.

Habla.

—Llevas unos días desaparecido...

—Estoy bien, si es lo que te preocupa—Ladeo la cabeza—Las cosas sólo se han desastabilizado un poco, pero ya no debería haber problema.

Miré directo a su brazo.

—Tus heridas ya mejoraron.

—Eso... Sí, sanan con rapidez. Posiblemente tus cuidados no eran necesarios pero gracias de todos modos.

—Sere felíz de ayudarte las veces que quieras, Xiao—Pronuncie en un tono suave y le regalé mi más cálida sonrisa.

Pude saber que lo notó por la forma en que su mirada se mantuvo fija sobre la mía, hasta que el contacto se rompió cuando la suya cambió de dirección.

Y la conversación incrementó unos minutos para luego desviarse cuando abruptamente cambió el tema.

—No hay... necesidad de decir mi nombre de esa forma.

—¿De qué forma lo digo?—Pregunté curiosa.

—Como si...—Silencio—Suena como si lo recitaras.

«Es porque me gustas como me gusta el arte, el color y la poesía»

—Es porque me gusta tu nombre—Solté en una racha de valor—¿Te molesta?

Pasó de rascarse la nariz a taparse el rostro un tercio de segundo.

Acababa de sonrojarse.

—No importa—Buscó un escape visual en algún punto de mi cuarto y con extrañeza pronuncio: —Esas flores, no estaban antes.

Buen ojo querido Xiao.

Recogí el florero antes de acercarme y sentarme casi a su lado en el escritorio frente al marco.

—Me las regaló un nuevo huésped. ¿Te gustan?

—Algo... —Fue indiferente y frunció el ceño—Aunque no entiendo el sentido de que te regale flores, no te conoce ni son las que te gustan. Es como regalarle una araña a un aracnofobico.

Xiao—Solté una carcajada—No creo que tenga que ver, no me asustan las flores—Toqué cuidadosamente los pétalos—Sólo es una especie de cortejo... Supongo...

Xiao se movió y mantuve la mirada baja en las flores hasta que su voz volvió a mi.

—Esos lirios que tenías la última vez se veían mejor.

—Puede ser, pero ya se estaban marchitando y no suelo tener tiempo para-

El tiempo se detuvo.

Y aunque mi cuerpo se relajó mi corazón fue la completa excepción. Deje los pétalos blancos de la flor Chingxin para rozar sus dedos y sostener con delicadeza los tallos de dos hermosos lirios de cristal abiertos, extendidos frente a mí por un Xiao que seguía evitando mirarme a los ojos.

—El azul se ve bien con el blanco. Úsalas para llenar el espacio vacío del florero—Suspiró por poco temblando.

—Xiao...

—Tengo que irme—Se preparo para irse.

—Espera.

—Los demonios no esperan.

—¡Xiao!

—¡¿Qué quieres?!—Me miró.

Fué rudo pero mi corazón latía y no tenía lugar para irritarme por eso. Me acerqué entonces a él, por poco sentandome en el marco también. Lo mire a los ojos, Xiao no decía una sola palabra, yo tampoco. Como si de repente se rindiera a lo que ocurriera... Y la tentación fue fuerte.

Fue tan fuerte que aunque no ocurrió en vida real si paso en mi cabeza, pero él no podía saberlo... No todavía.

Le entregué dos flores blancas.

—Prefiero que mi florero este relleno con flores tuyas...

Tardó en responder, estaba perplejo.

—P-Pero... —Negó con la cabeza—No, estas flores...

—Tal vez yo no las corté, pero las cuidé para ti.

—No, no puedo...

«Por favor» Su expresión se relajó. Tal vez percibió lo que yo sentía, tal vez sólo fue por empatía pero finalmente las aceptó. Luego desapareció una vez más en silenció y con un aura diferente, posiblemente como siempre dejándome con más preguntas que respuestas, pero al menos esta vez tuve algo que las otras veces no.

Tranquilidad por su bienestar y las bellas flores que no volvieron a hacerme falta desde ese día.

SUBLIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora