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El trabajo en la posada era simple y tan tranquilo que de vez en cuando era fácil aburrirse. Todo dependía del día, o habían muchos clientes o casi no habían y era en la segunda cuando el adeptus aparecía. Supongo que las razones eran mas que obvias.

Creí que después de eso no vendría más, sin embargo una semana después ahí estaba, apoyado en la baranda.

—Podrías acercarte a pedirle disculpas.

Por poco grito del susto, pero no lo hice. El chef Yanxiao como siempre apareció de la nada a molestarme.

—No tengo nada porque disculparme, no es que haya hecho algo malo.

—Entonces llévale un plato, tiene una debilidad por la comida, quizás lo tome como una disculpa.

Xiao se dió la vuelta un momento y me escondí con rapidez, cosa que el chef no hizo, claro, se quedo ahí saludando con la mano para luego mirarme y burlarse de mi pánico.

—Es un adeptus, sabe que estas aquí, no te escondas.

—Precisamente me gusta pensar que no sabe que lo espío.

—Seguramente también te escucha.

Se me subió la sangre a la cara un instante y suspire. Es una lástima pero tenía razón.

Salí de mi escondite, tiesa y temblando como en pleno ataque de hipotermia y antes de poder hacer algo Xiao se volteó evitando mi mirada.

—Debe tener hambre.

—No—Cerré los ojos aguantando el crujido en mi pecho—Debe odiarme.

Aunque no estaba segura de ello realmente, ese pensamiento si me carcomio durante horas. Entré y salí entonces del balcón a lo largo de la tarde hasta que terminé por llamar su atención sin querer.

—¿Vas a dejar de entrar y salir? Quiero paz.

—Tengo trabajo que hacer, no puedo evitarlo sólo porque usted se encuentra aquí.

No me respondió.

Permanecí barriendo el sitio, pensativa y levantando la mirada de vez en cuando hasta que chocamos y de los nervios se me cayó la escoba sobre un jarrón haciendo un ruido espantoso.

—Mierda- lo siento... —Susurré y recogí la escoba.

Miré a Xiao que permanecía con el ceño fruncido y los ojos cerrados. Después de todo si estaba perturbando su paz, es un adeptus, lo más probable es que quisiera descansar.

Me sentí mal un instante y recorde lo que dijo el chef.

—... ¿Quiere que le traiga algo de comer?

—No necesito comer, eso es simple necesidad humana.

Jugué con mis manos sin saber que decir.

—¿Y Tofu de almendras recién hecho? Tengo buena mano en la cocina...

—Abstente.

Asentí en silencio.

Desaparecí y media hora más tarde, en mi buena voluntad, volví con el plato.

—Lo siento mucho por las molestias.

Se volteó a verme el momento en que justo me retiré, sin saber si aceptaría mis disculpas.

Y sólo permaneciendo intranquila por eso hasta el anochecer, cuando este desapareció junto con la mayor parte del contenido del plato.

SUBLIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora