Capítulo 22

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El viaje a casa fue horrible. La nieve se volvió más pesada, cubriendo
poco a poco el terreno en una ligera capa de blanco. Pero cuando aterriza
en mí, simplemente se convierte en humedad fría, empapando mi chaqueta
y mis vaqueros.
Mi cabello estaba mojado, sintiéndose como hielo contra la piel de mi
garganta y cara. Mis dientes castañeteaban y todo mi cuerpo temblaba con
grandes estremecimientos que hacía difícil concentrarse. Necesitaba calor
y lo necesitaba ahora.
Pero nunca parecía conseguir lo que quería. La vida simplemente no
funcionaba de esa manera para mí. Si lo hubiera hecho, no tendría frío y
hambre al tiempo que la nieve que cubre mis inadecuadas zapatillas de
tenis. Yo estaría a salvo y cálida en mi apartamento, riendo con Euge sobre
los chicos y preocupándome por estudiar para los exámenes finales.
No estaría preocupada por una guerra en nuestra propia tierra, que
mataba a miles y millones de hambrientos. Tendría electricidad, un coche,
suficiente comida para todo el invierno, y agua limpia que no tenía que ser
filtrada. Tendría a mi padre. Nunca habría perdido a mi madre. Pero de
nuevo, tal vez no hubiera tenido a Peter ni tampoco a nuestro bebé.
Le decía a Gavin sobre el críptico mensaje que escuchamos en la
radio de onda corta, cuando de repente Cash tiró de las riendas, para
detener su caballo. Cuando él hacía cosas así, yo le prestaba atención.
Nunca hacía ningún movimiento brusco sin una razón. Y sea cual sea la
razón, llenó su cuerpo con tensión.
Gavin y yo seguimos su ejemplo, y detuvimos los caballos. Nuestra
conversación se desvaneció cuando vimos la cara de Cash. Su mandíbula
barbuda parecía tallada a piedra. Debajo del sombrero de vaquero, vi sus
ojos fijos al frente con precisión mortal. Seguí su mirada, en busca de lo
que le hizo tensarse. Fue entonces cuando los vi.
—Maldita sea —susurró Gavin, chocando mi pierna con la suya
cuando su caballo se acercó al mío.
Mi corazón se detuvo. Mis pulmones dejaron de respirar. El frío no
importaba. La nieve que caía a nuestro alrededor no importaba. Lo que
importaba eran los soldados de pie en frente de la casa.Sin hacer ruido, Cash llevó la mano hacia atrás y lentamente retiró
el rifle de la funda en la silla. Apoyando las riendas en su regazo, controló
el caballo con sus muslos mientras llevaba el rifle a su hombro, haciendo
que se vea como lo más natural del mundo. Desde debajo de su sombrero
de vaquero, él observo por la mira montada en la cima del rifle. Sin
binoculares, era la única manera de saber a qué nos enfrentábamos.
—Soldados. Quince o algo así —dijo, moviendo el rifle lentamente y
explorando la zona—. Todos armados.
Apreté los dedos alrededor de las riendas y sentí pánico. Mi caballo
sacudió la cabeza y pateó el suelo, ansiosa por empezar a moverse. No le
presté atención. Mi cuerpo se sentía flojo, abandonada por todo lo que me
mantenía entera.
Han encontrado a Peter.
Ve por él, instó mi voz interior. Clavé los talones en los constados de
mi caballo, haciendo que la parte trasera de su cabeza fuera hacia atrás
por la sorpresa. Aflojando las riendas, la dejé en libertad, libre para que
despegara en un galope.
Pero Gavin me detuvo. Extendiendo la mano, agarró las riendas de
mi caballo y le impidió ir más lejos.
Todo lo que podía pensar era en el enemigo, tratando de herir a
Peter. Haciéndole pagar por haber matado a su líder. No quería sentarme
aquí y observar mientras suceda. No podría.
—¡Tenemos que ayudarlo! ¡Lo matarán! —exclamé en un susurro; mi
miedo se mezclaba con la ira.
—Espera, Lali —dijo Gavin en voz baja, con los ojos fijos en la
casa.
—Son americanos —interrumpió Cash, sin dejar de observar a los
soldados a través de la mira del rifle.
—¿Cómo lo sabes?
—Visten ropa de camuflaje estadounidense. No son desgraciados
extranjeros —explicó Cash.
—¿Ves a alguien más? —le pregunté, tratando de reprimir el pánico
en mi voz.
—Sí —respondió Cash, su voz silenciada contra el viento.
—¿Quién? ¿Peter? —pregunté, tentada de agarrar el arma y echar
un vistazo por la mira.
Cash no respondió, lo que me preocupó.
—¿Cash? ¿Ves a Peter? —pregunté de nuevo, tratando de no gritarle
en frustración.Empujando el sombrero hacia atrás en su cabeza, movió el arma a la
izquierda
—Sí, está ahí. Sigue en pie, y es sorprendente ya que... —Detuvo sus
palabras. De repente, sus hombros se tensaron bajo su chaqueta gruesa—.
Oh, infiernos —murmuró.
—¿Qué? —preguntó Gavin, mirando con los ojos abiertos cuando
Cash bajó el rifle y se apresuró para poner meterla en la funda.
—Nos han visto.
Tratando de controlar el pisoteo impaciente de mi caballo, eché un
vistazo a la casa. Cinco hombres nos apuntaban. De repente, empezaron a
correr hacia nosotros.
Ellos venían por nosotros.
Un movimiento llamó mi atención. Alguien nos miraba. Parecía más
alto que el resto, de pie en medio del patio, rodeado por los hombres.
Peter.
Ahí fue cuando lo escuché. Un grito.
—¡Oye!
Observé con creciente pánico cuando se giraron los cinco hombres,
olvidándose de nosotros durante un minuto.
¿Qué está haciendo?
Dándose la vuelta, Peter le dio un puñetazo en la cara al hombre
más cercano. Luego le lanzó un puño en el estómago. Un segundo más
tarde, los soldados se apresuraron hacia él.
—¡Sácala de aquí! —gritó, apenas esquivando un gancho al mentón
antes de que alguien le clavara uno en el estómago.
—No, no, no —dije en voz baja, sabiendo lo que hacía.
Nos daba tiempo.
La idea me hizo sentir mal del estómago. Él permitía que le den una
paliza para que Gavin y Cash pudieran ponerme a salvo. Se sacrificaba
para que pudiéramos escapar.
—¡Mierda! —maldijo Gavin, tirando de las riendas cuando su caballo
alzó la cabeza—. ¿Qué diablos está pasando? ¡Somos americanos!
—¿Qué crees? —dijo Cash, gritando y tratando de controlar a su
propio caballo—. Es una gran fiesta y acaban de invitarnos.

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