Capitulo 16

128 4 0
                                    

Algo empujó el costado de mi cuerpo. Me acurruqué más debajo de
las sábanas, más cerca de la calidez a mi lado. Mi barbilla y nariz estaban
entumecidas del frío. Coloqué las piernas más cerca de mi pecho y envolví
los brazos alrededor de mi cintura, sintiéndome contenta y en paz. En el
fondo de mi mente, me preguntaba quién me había puesto en la cama,
pero no importaba. Me sentía más cálida bajo las sábanas que en la silla
así que no iba a quejarme.
Alguien me empujó de nuevo, pero esta vez fue más fuerte. Abrí los
ojos pero la habitación se encontraba en oscuridad total.
¿Qué está pasando?
Notando a alguien detrás de mí, empecé a darme la vuelta cuando de
repente un puño voló por el aire, golpeándome en el brazo.
Grité y me deslicé hasta el borde de la cama. La frialdad se apoderó
de mí, haciendo que la habitación pareciera más un cuarto de refrigeración
que un dormitorio. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad rápidamente.
Vi la silueta de una persona tumbada a mi lado, gimiendo y agitándose,
pateando las sábanas.
—¿Peter? —Me acerqué, tocándole el brazo.
Él se estremeció, moviendo la cabeza hacia atrás y hacia adelante en
la almohada. —¡Nooooo! —gritó con los ojos cerrados, alejándose de mí.
— Peter —dije más fuerte, sacudiéndolo. Me estaba asustaba. Pateó,
pasando sus piernas muy cerca de mis pies. Su gran puño giró en el aire,
casi golpeándome en la cabeza.
La luz de la luna iluminó la blancura del vendaje que rodeaba su
cintura. ¡Si no lo despierto, van a soltarse las suturas! Haciendo caso omiso
de la amenaza hacia mí, me puse de rodillas. Arrastrándome más cerca,
traté de agarrar sus brazos y detenerlo, pero luchó, peleando contra mí.
—¡Peter!, ¡despierta! —grité, tratando de despertarlo.
Gruñó, con los ojos aún fuertemente cerrados. —Intenta matarme,
cabrón —rugió.De repente, sus ojos se abrieron de golpe, pero seguían aturdidos,
nublados. Vi el frío sudor en su frente, pero sentí el calor emanando de su
cuerpo.
Le volvió la fiebre.
Con otro gruñido, agarró mis muñecas con una mano y me volcó
sobre mi espalda, rodando encima de mí. Respirando con dificultad, me
miró, sujetándome por debajo de él. Recordé sus palabras de antes, al
describir las pesadillas que seguía teniendo. Entonces supe que no estaba
viéndome a mí, sino a la pesadilla que lo torturaba.
— Peter, soy yo. Lali —dije con voz temblorosa, suplicando que
se despertara. Traté de mover las muñecas de sus manos pero tenía un
firme control sobre mí.
Sus ojos no reconocían nada. No me reconocía. No había estado de
insomnio. Solo la fiebre y el delirio.
Transfiriendo mis muñecas a una mano, deslizó lentamente la otra
por mi brazo. Su toque era áspero, sus dedos violentos.
Respiraba con fuerza, todavía acostada debajo de él. Tenía miedo de
moverme, de asustarlo más.
—¿Peter? —Esperaba que el sonido de mi voz lo despertara. Parecía
calmarlo. ¿Por qué ahora no?
Sus dedos rozaron mi clavícula, moviéndose lentamente hacia
arriba.
— Peter, despierta —le dije, moviéndome debajo de él.
Un gruñido brotó de su garganta mientras sus dedos se extendían
alrededor de mi cuello, envolviéndolos fácilmente alrededor de mi garganta
con una sola mano. Comencé a sentir un poco más de presión a medida
que sus dedos se clavaron en mi cuello. Envolví los dedos alrededor de sus
muñecas y traté de apartarlo, pero él era fuerte, demasiado para mí.
Grité. Era lo único que supe hacer. Esta persona encima de mí no
era Peter, sino un extraño. Un hombre atormentado por demonios de lo
que había visto y hecho.
Cerré los ojos, porque no quería que sucediera esto. No quería verlo
así. Sentirlo tocándome así. Yo lo amaba. La violencia de la guerra no iba a
interponerse entre nosotros y quitarme al hombre que conocía.
— Peter, detente. —Me atraganté, temiendo que apretara más sus
dedos. Él solo gruñó, mientras su cuerpo ardía de fiebre.
Grité por ayuda e inmediatamente escuché el correr de unos pies en
el pasillo. Un segundo más tarde, la puerta del dormitorio se abrió con
fuerza, golpeando la pared.—¡Qué demonios! —gritó Cash, corriendo dentro. Gavin y Vico lo
siguieron de cerca, dispuestos a luchar contra la amenaza imprevista. En
cuestión de segundos, Cash lo sacó de encima, arrojándolo al otro lado de
la cama.
Me senté, mirando con temor como sostenía a Peter, prácticamente
sentado encima de él.
—¿Qué pasa? —gritó Gavin, balanceando su linterna y alumbrando
sobre la cama.
—¡Le volvió la fiebre! —le dije, poniéndome de rodillas mientras las
lágrimas rodaban por mis mejillas—. ¡Ayúdalo!
Peter movía los puños, golpeándole a Cash a un costado de la
cabeza. Cuando él fue arrojado a un lado, Vico saltó encima de Peter,
sujetándolo antes de que pudiera escapar.
Gavin se unió a la pelea, gritando—: ¡Sal de aquí, laliy!
Mis ojos parpadearon hacia Peter, vacilante a dejarlo. Su mandíbula
se veía dura y el dolor palideció su cara. Pero fue el vacío en sus ojos lo
que me asustó. Continuaba perdido en su pesadilla, luchando contra las
fuerzas invisibles.
—¡Lali, vete! —gritó Gavin, en tanto su cabello oscuro caía en sus
ojos.
Me puse al lado de la cama, enredada entre las sabanas por un
segundo. Mis piernas temblaban, casi negándose a mantenerme en pie.
—¡Sujétalo, Vico! —gritó Gavin cuando Peter comenzó golpear de
un lado a otro, gritando acerca de matar a alguien y escapar.
Sin ser capaz de ver más, salí de la habitación. Sus gritos hicieron
eco detrás de mí. Llenándome de dolor, desgarrando mis entrañas. En el
pasillo, pasé a Claudia. Vestida con pijamas de franela, una chaqueta
gruesa y un gorro de lana, corrió junto a mí.
—¿Peter? —preguntó, sin aliento.
Asentí, aturdida y petrificada en el pasillo oscuro. No presté atención
a Juan Pablo cuando pasó cerca de mí. Me obligué a pronunciar las palabras
cuando Eva se detuvo frente a mí, exigiendo saber si estaba bien.
Apoyándome contra la pared, puse una mano sobre mi estómago,
sintiendo la ligera redondez. La oscuridad de la casa me tragó y me dejó
fría y sola. Bloqueé los ruidos provenientes de la habitación, los sonidos de
la lucha. Sonidos de pesadillas y dolor. Cerré los ojos, obligándome a
tomar respiraciones profundas por la nariz.
—Está bien —le susurré, a mi bebé y a mí—. Vas a estar bien. Él va
a estar bien.Solo esperaba que fuera cierto.
***
Una hora más tarde, alguien me sacudía el hombro, en un intento
de despertarme. Me obligué a abrir los ojos.
Se encontraba sentado a mi lado en el sofá, luciendo alto y ancho de
hombros en la oscuridad de la habitación. De alguna manera, sabía que
no era Peter. Mi cuerpo no tarareaba y mi corazón no revoloteaba como lo
hacía ante su cercanía.
—¿Estás bien? —preguntó Gavin, observándome en la oscuridad de
la sala.
Me senté, metiendo los pies debajo de mí y quitando mi cabello de
los ojos.
—Sip —respondí y llevé la mano a la garganta, para tocar la piel
sensible allí.
—¿Estás segura? ¿Dejó moretones? —preguntó, al ver que me froté
la piel.
—No. Él puso su mano alrededor de mi garganta, pero no me hizo
daño. Era como si algo le impidiera apretar demasiado.
Apoyando los codos sobre las rodillas, Gavin soltó un profundo
suspiro, sonando cansado. —Le volvió la fiebre.
—¿Se abrió las suturas? —pregunté.
—No.
—Fue una de las pesadillas —le dije, necesitando tranquilizarnos a
los dos.
—Lo sé. Mamá y yo hablamos… Creemos que tiene trastorno de
estrés postraumático, Lali. Tiene todos los síntomas clásicos. Las
pesadillas, ver cosas que no están allí. ¿Recuerdas cómo estaba euge al
volver? Bueno, piensa en la mala actitud normal de Peter y añádele el ser
golpeado y pasar hambre durante semanas. Podría romper a cualquiera.
Incluso a Peter.
—Tal vez es solo por la fiebre. Estaba muy bien esta tarde. Incluso
después de enterarse de su adopción, parecía estar bien —le dije.
—No lo estaba. Cuando te quedaste dormida, él… bueno, se volvió
loco. Papá entró a la casa y cerró la puerta. Supongo que el ruido provocó
algo. Peter enloqueció, diciendo que alguien le disparó. Tenía una mirada
salvaje. Nunca lo había visto así, Lali —dijo Gavin, claramente molesto. Peter siempre había sido fuerte, el que salvaba a los demás. Verlo
así era difícil, casi imposible de soportar. ¿Dónde se hallaba el hombre que
amenazaba con hacerle daño a cualquiera que me miraba mal? ¿El que no
conocía el miedo?
—Ya he hablado con papá acerca de los veteranos que regresan de la
guerra con trastorno de estrés postraumático. Parece igual. Se asustan por
un ruido fuerte. Las pesadillas. Puede que él no sea un soldado, pero fue a
la guerra.
—Y sigue allí —añadí.
Afuera, el viento soplaba, haciendo vibrar las ventanas. Parecía solo,
con ganas de entrar. Saqué mis pies de debajo de mi cuerpo y me levanté,
sabiendo donde debería estar ahora.
—¿A dónde vas? —preguntó Gavin, mirándome.
—Vuelvo a la cama —le contesté, caminando delante de él.
Gavin se levantó de un salto, siguiéndome a través de la habitación.
—No creo que sea seguro.
—No va a hacerme daño, Gavin.
—Pero no es él mismo.
Me di la vuelta para enfrentarlo. — Peter puede ser frío y duro, pero
nunca me haría daño. No voy a dejarlo solo. Voy a dormir en la silla si es
necesario, pero no voy a renunciar a él.
—Solo dale tiempo, Lali.
Eso era fácil, porque tenía todo el tiempo del mundo.

En La Oscuridad💚Onde histórias criam vida. Descubra agora