Capítulo 24.

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Me di la vuelta, sintiendo el calor en mi cara. Abriendo los ojos
lentamente, miré contra la brillante luz entrando desde la ventana. En alguna
parte del exterior, un ternero berreaba ruidosamente por su madre. El sonido
me recordó donde me encontraba. En casa.
Las sábanas frescas se sentían maravillosas sobre mi piel mientras me
estiraba con cuidado. Mis costillas se sentían apretadas y doloridas esta
mañana y mi dedo roto se sentía felizmente entumecido. Tocando mi cuero
cabelludo, me sentí feliz al descubrir que el corte sanó bien.
Poco a poco me bajé de la cama. Poniéndome de nuevo mis pantalones
cortos, mis ojos se posaron en mi mochila en la esquina de la habitación. No
podía recordar traerla conmigo al dormitorio. Alguien debió haberla traído esta
mañana. Me puse colorada. Peter. Estuvo aquí, viéndome dormir, de pie junto
a mí.
Sintiéndome avergonzada ante la idea, saqué la ropa limpia de la bolsa y
me cambié rápidamente. Encontrado un cepillo de dientes, me los lavé y me
pasé los dedos por mi cabello largo y liso. Necesitaba un baño, pero primero,
tenía que ver a mi padre.
Encontré a todos sentados alrededor de la mesa grande de la cocina,
incluyendo a Gavin y a mi padre. A pesar de ver el bastón apoyado contra su
pierna, estaba feliz de ver a mi padre luciendo más como él mismo que el
hombre débil de anoche.
—¡Mira quien decidió unirse a nosotros! ¡Buenas tardes, mequetrefe! —
dijo Gavin, abrazándome en un abrazo muy fuerte.
—¡Estoy tan feliz de que estés bien, Gavin! —Mis palabras fueron
amortiguadas contra su pecho mientras me apretaba con fuerza.
Gavin era alto y guapo como Peter. Tenía los mismos ojos verdes
brillantes, pero las similitudes terminaban ahí. Gavin tenía el pelo negro corto,
y el de Peter era marrón claro y siempre necesitaba un corte de cabello. Ambos
eran fuertes como rocas y muy testarudos pero Peter era una bala perdida,
más de lo que Gavin fue alguna vez. Ambos eran ferozmente protectores el uno
con el otro, pero también eran conocidos por entrar en peleas juntos.—Cálmate, está herida —dijo Peter mientras lo miraba con hostilidad
controlada.
Peter todavía se las arregló para lucir bien a pesar del cansancio
recubriendo su rostro. Su cabello estaba rizado ligeramente en los bordes y la
barba en su mandíbula crecía más cada día, haciéndolo parecer más peligroso
e inaccesible. La camisa blanca que llevaba hizo hincapié en la oscuridad de su
piel después de los días bajo el sol y destacó los tatuajes corriendo arriba y
debajo de su brazo. Le había extrañado muchísimo anoche así que la vista de
él esta mañana era como un trago de agua fría en un día caluroso.
—Mierda, Lali, ¿estás herida? —preguntó Gavin.
—Estoy bien. Peter sólo está siendo sobreprotector.
—Sí, una costilla rota y un dedo roto están “muy bien” —dijo Peter,
sarcásticamente.
—¡Mierda! ¿Quieres que le eche un vistazo? —me preguntó Gavin.
—¡Diablos, no! Mamá puede verlo —contestó Peter, echando humo.
—Soy un paramédico, Peter. Hago esto para ganarme la vida. —Gavin
trató de razonar con él.
Ignoré la discusión que parecía estar cociéndose entre los dos y tomé
asiento al lado de mi padre.
—¿Estás bien esta mañana, papá?
Me sonrió y me dio un pulgar hacia arriba. Las lágrimas otra vez
amenazaron pero me recordé que estábamos juntos y a salvo. El resto lo
tomaríamos día a día.
Claudia puso un plato de comida delante de mí que contenía pan untado
con mermelada y algo que se parecía sospechosamente a tocino, pero que decía
que era carne de venado.
—No vas a verla sin una camiseta, Gavin, así que retrocede —dijo Peter
airadamente mientras miraba a Gavin.
Gavin levantó las manos en señal de frustración. —¡Es como nuestra
hermanita, Peter! ¿Cuál es el problema?
—Está bien, es suficiente. Soluciónenlo afuera —advirtió Claudia con voz
autoritaria.
Peter miró a Gavin otro segundo antes de levantarse de la mesa y salir
por la puerta de atrás, dejándola cerrar de un fuerte golpe detrás de él.
—¿Qué le pasa? —preguntó Gavin con una sonrisa satisfecha.
Me preguntaba lo mismo. Peter no me había mirado ni una vez desde
que entré en la cocina. ¿Ya trataba de distanciarse de mí? —¿Dormiste bien? —preguntó mi papá, palmeando mi mano. La
preocupación por Peter desapareció mientras observaba a mi padre. Seguía
pálido y parecía tan débil que de repente perdí el apetito.
—Dormí bien, papá. ¿Qué hay de ti?
—Bien. Digamos… llegando allí.
Traté de no llorar cuando escuché las palabras lentas y rotas que él tenía
problemas para hablar. La energía que le tomó decir las palabras me rompió
más mi corazón.
— Peter es extrañamente reservado al respecto —intervino Gavin—. ¿Qué
pasó?
Les conté sobré el club, el avión estrellándose y los hombres que robaron
la camioneta de Euge. Mi padre lucía atónito cuando expliqué cómo caminamos
durante horas sin comida ni agua y cómo irrumpimos en la casa de alguien. En
el momento en que terminé, Claudia y él estaban en lágrimas.
Después que todos comieron, Gavin y Juan Pablo salieron, hablando algo
acerca de un sistema de filtración de agua. Mi padre quería regresar a su
habitación así que le guié por el pasillo lentamente, hablando todo el tiempo
sobre el PEM y la pérdida de energia.
Cuando regresé, ayudé a Claudia a limpiar la cocina. Me puso al corriente
de la vida sin electricidad. Había un montón de velas y linternas así que la luz
no era un problema. Juan Pablo había instalado una ducha en el exterior que era
sólo una caja lo suficientemente grande para una persona. Un tanque de agua
estaba unido en la parte superior que capturaría el agua de lluvia o podría ser
llenado con agua del arroyo. Estaban en el proceso de construcción de una
letrina, pero hasta que estuviera terminada, tendríamos que arreglarnos con
los bosques cercanos a la casa. Su bodega contenía conservas de frutas,
verduras y carne. Dijo que habían almacenado suficiente agua para beber, pero
también desinfectaban el agua del arroyo para utilizar en el baño y la cocina.
En el cuarto de baño, Claudia continuó hablando mientras examinaba mis
costillas y dedo. Decidiendo que ambos se curaban bien, comenzó a vendarlos.
—Tu padre y tú pueden permanecer aquí todo el tiempo que quieran,
Lali.
—Gracias, Claudia, pero no queremos ser una carga.
—Tonterías. Son familia —dijo, dándome una sonrisa cálida—. Siempre
lo han sido.
***Más tarde esa noche, ayudaba a mi padre a ir a su habitación cuando
Peter pasó por delante de mí en el pasillo.
—Me voy a casa, Lali —dijo, sin molestarse en mirarme mientras
seguía caminando—. Te veré más tarde.
Fue entonces que lo supe, iba a volver a ser sólo una amiga, algo que
había sido todo el tiempo. Cerré los ojos contra el dolor en mi pecho. Sabía que
llegaría este momento. Simplemente no esperaba que doliera tanto.

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