Capítulo 4.

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Me desperté sola. Echando un vistazo a la hora, me quejé. Era
demasiado temprano.
Después de que anoche Peter se arrastró en la cama conmigo, no pude
dormir. Me dije que era inofensivo compartir la cama con él. Había estado tan
borracho anoche, probablemente no recuerde que durmió conmigo, de todos
modos. O ese beso.
Fuertes y enojadas voces provenían de algún lugar en el apartamento,
interrumpiendo las visiones de Peter en mi cama. ¿Qué pasaba? Saltando de
la cama, corrí al cuarto de estar.
Lo que encontré no era lo que esperaba. Un Peter a medio vestir se
enfrentaba con un muy enojado novio. Ben.
Traté de no mirar. De verdad. Pero era difícil. El pecho desnudo de Peter
era bronceado y bien definido. No había ni un gramo de grasa en él, solo un
six-pack de músculos. Complejos tatuajes comenzaban en su muñeca derecha
y cubrían un lado de su cuerpo. Los pantalones vaqueros muy gastados
sentaban provocativamente bajo en las caderas, dejando el resto a la
imaginación.
Arranqué mis ojos de Peter para ver a Ben. Nadie tenía el derecho de
verse así de perfecto tan temprano. Vestía una camisa polo azul y pantalones
caqui almidonados, luciendo bien descansado y listo para la revista GQ. Me
sentía inadecuada a su lado. Mi cabello molesto y mi pijama arrugado
simplemente no tenían comparación.
—¿Quién es este, Lali? —preguntó Ben, frunciéndome el ceño al otro
lado del cuarto.
—Peter. El amigo de casa del que te hablé.
—Sí, su amigo que estaba jodidamente dormido —replicó Peter.
—Cálmate, Peter, tienes una resaca —le dije, dando un paso hacia él.
Me miró con rencor, haciéndome entender por qué nadie se metía con él.
Sabiendo que tenía que calmarlos a los dos antes de que la situación se
volviera inestable, agarré la mano de Ben y lo llevé a la cocina. En cuanto
estuvimos solos, me atrajo hacia él.
—Te he echado de menos —dijo, bajando la cabeza y besándome. Se
sentía forzoso. Frío. Nada que ver con el simple beso de Peter.
—¡Oh, diablos!
La voz de Peter me sacudió, alejándome de Ben. Se puso en el umbral de
la cocina, completamente vestido y mirándonos con rencor. La vergüenza hizo
que la sangre drenara hacia mi cara. Besar a Ben delante de Peter se sentía...
mal.
—¿Qué diablos está pasando? Estoy tratando de dormir. —Eugenia bostezó y
rodeó a Peter. Se detuvo cuando nos vio enfrentándonos—. Oh, ¡mierda!
No podría haberlo dicho mejor.
—Peter se va a quedar aquí por unos pocos días —le dije a Ben.
—¿Se quedará aquí? ¿En tu apartamento? —preguntó Ben, cada vez más
fuerte con cada palabra.
—¿Tienes un problema con eso? —gruñó Peter, dando un amenazante
paso más cerca.
Se miraron con hostilidad, dejándome de pie en el centro.
—¡Esto es una mierda, Lali! ¿Hay un tipo viviendo contigo? ¿También
estás follando con él? —arremetió Ben contra mí.
Eugenia se quedó sin aliento.
Me quedé muy sorprendida. Ben nunca me había hablado así. Nunca.
Al escuchar las palabras de Ben, Peter explotó. Me empujó del camino y
lanzó un puñetazo, aterrizando en el rostro de Ben. La cabeza de Ben giró
bruscamente hacia atrás y cayó en una silla, tumbándola. Se recuperó
rápidamente y fue tras Peter, decidido a derribarlo.
Euge gritó y me apresuré a meterme entre ellos. Antes de que pudiera,
Ben volvió al lado de Peter, golpeando sus costillas. Hice una mueca al oír el
sonido de un puño conectando con el músculo sólido. Peter no parecía darse
cuenta. Levantó el brazo para darle otro golpe a Ben.
Vi mi oportunidad. Tenía que parar esta locura. Sin pensar en el peligro,
me esforcé a meterme entre ellos.
—¡Escúchame, Ben! —grité, golpeando su pecho para llamar su atención.
Su expresión era tan llena de odio que me pregunté brevemente a quién se
dirigía; ¿A Peter o a mí?
—¡Tienes que calmarte! ¡Peter es sólo un amigo!
—No juegues conmigo, Lali —susurró, agarrándome el brazo y
atrayéndome hacia él.
—¡Saca tus malditas manos de encima de ella! —rugió Peter, alejándome
de Ben y, a propósito, situándose frente a mí.
Euge me atrajo de forma segura a su lado. —¿Estás bien?
Asentí, negándome a apartar los ojos de Peter y Ben.
—¡Es mi novia, imbécil! ¡Voy a poner mis manos sobre ella si se me da la
gana! —gritó Ben, alcanzando la cara de Peter.
Decidiendo que tuve suficiente, me sacudí de la mano de Euge y traté de
abrirme paso entre los dos.
Peter no tenía suficiente de eso. Levantó la mano, deteniéndome con su
palma plana en mi esternón.
—Tócala así otra vez y eres hombre muerto —dijo a Ben con una frialdad
que me hizo estremecer.
Ben frunció el ceño. Quería temblar por el odio que vi en sus ojos, pero
me negué a dar marcha atrás.
—¿Por qué no te vas y hablamos de esto más tarde? —le pregunté con
voz temblorosa.
Ben asintió y comenzó a salir de la cocina cuando se detuvo bruscamente
delante de mí.
—Te amo —dijo con una sonrisa. Sin esperar una respuesta, le lanzó a
Peter una mirada engreída y se fue. Nos quedamos inmóviles en la cocina
hasta que oímos el golpe de la puerta principal al cerrarse.
—¡Oh, dios mío, Lali! —explotó Eugenia—. ¿Qué le pasó?
—¿Ese es tu novio? —Peter me frunció el ceño—. Gran chico.
—Ahora no. —Me moví por delante de ellos y me dirigí a mi habitación,
cerrando la puerta detrás de mí.
Mi mente corría mientras me desvestía. Nunca antes había visto a Ben
tan posesivo. Temblé, recordando la forma en que me agarró del brazo. Peter
era propenso a las peleas y tenía una mala actitud, pero nunca me asustó. Ben
sí.
Sintiéndome un poco agitada, arrojé mi ropa. Cuando la puerta se abrió
de golpe, golpeando la pared, grité y rápidamente cogí una camisa para
cubrirme.
—¿Golpeaste mucho, Peter?
Se quedó inmóvil en el umbral. Sus ojos se movieron sobre mi ropa
interior y mis pechos apenas cubiertos. Vi cómo tragó nerviosamente.
—Lo siento.
Cuando miró hacia otro lado, me apresuré a ponerme un sujetador y
tirar una camisa sobre mi cabeza. Manteniendo los ojos en él, me puse un par
de pantalones cortos.
—Está bien, ahora puedes ver —dije, recogiendo mi cabello en una cola
de caballo desordenada. Vi cómo entró cautelosamente en mi habitación, con
una mano sobre sus costillas—. ¿Estás bien?
—Sí, el idiota tuvo suerte —dijo—. Voy a estar bien.
—No sé lo que le ocurrió.
Peter bufó con sarcasmo. —Esta mañana entró directamente. ¿Tiene
una maldita llave?
—En realidad, sí.
—¿En serio? Porque no debería. Es un pedazo de mierda.
—No es cierto —le dije, haciendo una pausa un segundo, mientras
pensaba—. ¿Le has dicho algo? —le pregunté, ladeando la cabeza hacia un
lado. Peter era un maestro en causar problemas.
Se apoyó en mi tocador y cruzó los brazos sobre su pecho, desafiante.
—Le dije que dormí contigo.
—¿QUÉ?
—Le dije la verdad. Dormí contigo. Tenía una actitud tan arrogante
cuando entró por la puerta que tenía que ponerlo en su lugar.
Mi boca se abrió con incredulidad. —Él no tiene esa actitud, Peter, ese
eres tú.
Peter se burló. —Lo que sea. El tipo es un idiota. ¿Cuántas veces te ha
agarrado así? —preguntó—. Déjame ver tu brazo —demandó, alejándose de la
cómoda y llegando a mi brazo.
Me moví fuera de su alcance, porque no quería que me tocara, porque no
quería sentir lo que causaría el calor de su mano.
—Nunca me ha lastimado. Sólo estaba enojado.
—No me importa si estaba enojado, que no te toque así de nuevo. —
Apretó los dientes con fuerza—. No creo que debas seguir viéndolo. Es
peligroso.
Dejé de buscar mis zapatillas para mirarlo. ¿No sabía lo peligroso que
era? Peter podría romper el corazón de una niña a los pocos minutos de
conocerla. Podría hacer que una chica creyera que era su mundo, entonces,
alejarse sin pensarlo dos veces. ¿Y me daba un sermón de peligro?
—Creo que no necesito tu opinión sobre con quién salir.
—¡Oh, lo siento! Me olvidaba, puedes dar tu opinión sobre las chicas con
que salgo, ¿pero yo no puedo hacer lo mismo?
—No sales con chicas, Peter, te acuestas con ellas. Hay una diferencia —
le dije, irritada. No quería tener esa conversación. Sentándome en el borde de la cama, me puse las zapatillas para correr. Al levantar la vista, vi a Peter
frotando una mano por su cara con frustración.
—No quiero pelear, Lali. Es que no quiero que salgas herida por algún
idiota.
Terminé de atar mis zapatillas y me levanté. —No voy a dejar que nadie
me haga daño, Peter. Sabes que soy más fuerte de lo que parezco.
—Espero que puedas manejar a ese idiota.
—Si puedo contigo, Ben será pan comido.
Antes de que la última palabra saliera de mi boca, Peter acortó la
distancia entre nosotros y me agarró la larga cola de caballo en una mano.
Tirando suavemente por el pelo, me acercó más.
—Soportaría que me manejes. No voy a hacerte daño —dijo con voz
ronca, mirándome fijamente a los ojos. Su mano se movió de mi pelo largo a mi
nuca.
—Basta, Peter —dije en voz baja, sin aliento.
—¿Basta de qué, Lali? —Su voz era tan ronca que provocó que mi
corazón dejase de latir.
Ignoré el zumbido en mi cuerpo y rodé los ojos ante su pregunta. Sabía lo
que hacía. Conocía todos los movimientos, todas las acciones y palabras
correctas. Es probable que los haya utilizado en todas las chicas que conocía. Y
no iba a ser otro lechón para un cuerpo caliente y palabras suaves.
—Voy a correr —murmuré, dejándolo de pie en mi habitación. Necesitaba
poner un poco de distancia entre nosotros. Si no lo hacía, podría meter la pata
y hacer algo precipitado, como besar a mi mejor amigo.
***
Corrí. Mientras mis piernas cubrían los kilómetros, el aire fresco aclaró
mi mente. Al volver al apartamento, decidí que todo era una tontería. Peter y
yo éramos amigos. Eso era todo. Un poco de atracción y un inocente coqueteo
no iba a cambiar eso.
Cuando volví al apartamento, todo el mundo se había ido. Euge estaba en
el trabajo y Peter en ninguna parte para ser encontrado. Debía haberme
sentido aliviada de tener un par de horas sola, pero en cambio me encontré
preguntándome dónde fue Peter y cuándo iba a volver.
Mientras corría, Ben me envió varios mensajes, disculpándose y rogando
almorzar conmigo. Todavía no estaba preparada para enfrentarme a él, pero
sabía que teníamos que hablar. Así que estuve de acuerdo para reunirnos en
un pequeño lugar de sushi en el campus.
Él fue, como siempre, un perfecto caballero. Se disculpó repetidamente
por pelear con Peter y me creyó cuando le dije que éramos amigos. Cuando
preguntó por Peter durmiendo en mi cama, le aseguré que no pasó nada. Tuve
la oportunidad de convencerlo de que no había nada entre Peter y yo. Ahora, si
tan sólo pudiera convencerme de que tal vez las cosas volvieran a la
normalidad.
Disfrutaba de mi rollo de California y trataba de actuar normal cerca de
Ben cuando vibró mi teléfono. Mi corazón se aceleró al ver que el mensaje de
texto era de Peter.
"¿Dónde estás?"
Empecé a escribir, mirando a Ben una vez.
"C/Ben."
Idiota.
"No estás sola c/él ¿verdad?"
"No."
"Bien. Te mereces algo mejor."
Hmmm... ¿Lo merezco? Comencé a escribir otra vez.
"¿Tienes a alguien en mente?".
Mirando mi teléfono, esperé. No hubo respuesta. ¿Qué había pensado?
Quería patearme por enviar ese texto. Entonces, el teléfono vibró.
"Yo."
Todavía miraba fijamente el mensaje de texto cuando Ben se acercó a
tomar mi mano. Forzando una débil sonrisa, deslicé el teléfono en mi bolso.
—¿Estás bien? Estás temblando —dijo, cubriendo mi mano con la suya.
—Estoy bien.
—Así que, ¿acerca de la fiesta de fraternidad? ¿Estarás allí esta noche?
—Seguro —respondí. Le sonreí de nuevo, pero mi mente seguía en el
mensaje.
Yo. Una simple palabra tenía a mi corazón acelerado y a mi estómago
dando vueltas.
***
Después del almuerzo, volví a casa y encontré a Peter en el sofá viendo
televisión. Había botellas vacías de cerveza esparcidas sobre la mesa de café y
él tomaba otra.
—¿Por qué bebes esto tan temprano? —pregunté, tomando asiento junto
a él.
Sus ojos inyectados con sangre me miraron. —Estoy aburrido sin ti —
contestó, tomando un trago de cerveza.
Quería preguntar por el mensaje, pero no podía pronunciar las palabras.
Estaba siendo una gallina de mierda (palabras de Eugenia, no mías).
Sin estar segura de qué decirle, eché un vistazo al televisor. Miraba las
noticias nacionales. Se proyectaron escenas de soldados abordando aviones
mientras un presentador agotado informaba desde un país extranjero. En
grandes y gruesas letras, las palabras “Estados Unidos a la Guerra” brillaron
en la parte inferior de la pantalla.
Las imágenes me recordaban el por qué Peter estaba aquí; para
enlistarse. El pensamiento me enfermó. Si los Estados Unidos se iba a guerra,
él se iría más rápido de lo que pensé. ¿Qué haría sin él? Tomé una respiración
profunda, sin querer pensar más en eso.
—Ben nos invitó a una fiesta de fraternidad esta noche, pero parece que
empezaste temprano —dije señalando a todas las botellas de cerveza.
—No puedo estar cerca de ese imbécil.
—Bueno, no voy a dejarte solo —dije—, vas a venir.
Se puso de pie, inclinándose sobre mí. —No sé si eso es una buena idea, Lali. Cuando estoy cerca de ti… —Respiró hondo y comenzó de nuevo—.
Las cosas están volviéndose raras entre nosotros. Probablemente es mejor que
me quede aquí. —Sin entrar en detalles, se alejó, en dirección al baño.
Aparentemente, no era la única confundida sobre lo que pasaba entre
nosotros. Mi papá siempre decía que si algo te molestaba, no lo ignores. Lidia
con eso. Y eso es lo que iba a hacer. Me levanté de un salto y corrí hacia la
puerta cerrada del baño antes que pudiera cambiar de idea.
Cuando entré el agua corría en la ducha y Peter estaba en proceso de quitarse la camisa.
Tragué saliva. Sus abdominales se flexionaron mientras dejaba caer su
camisa al piso. La tinta en su cuerpo era hermosa, no había otra manera de
describirla. Los diseños negros se arremolinaban y desaparecían debajo su
vaqueros perversamente bajos. Quería acercarme y tocarlos, descubrir cuán
lejos iban. En su lugar, crucé los brazos sobre mi pecho.
Él puso las manos en sus caderas, inconsciente del efecto que tenía en
mí su pecho desnudo.
—¿Qué? —preguntó, impaciente.
Di un paso dentro del pequeño baño y apoyé mi cadera contra el mostrador. El vapor llenaba el cuarto, empañando el espejo y girando a nuestro
alrededor.
—¿Qué quieres decir con “las cosas están raras”?
Suspiró. —Sólo olvida que dije algo.
—No. Necesitamos hablar de ello.
—NO vamos a hablar de esto ahora. He bebido demasiado.
—¡VAMOS a hablar de esto! —discutí, poniendo las manos en mis
caderas—. Somos amigos, Peter, necesitamos sacar esto y lidiar con ello.
Pasó una mano sobre su cara con frustración. —No puedo. Hay cosas que ni siquiera los amigos deberían hablar.
—¿Cómo qué? —pregunté, molesta—. ¿Quizá tu maravillosa actitud?
—No me presiones, Lali —me advirtió en voz baja.
—¡Entonces habla conmigo! —grité, lívida.
Se acercó, empujándome. —¿Quieres hablar? ¡Bien, hablaremos!
Vi el fuego que ardía en sus ojos. Vi la tensión en su cuerpo. Lo que no vi
las palabras que iba a decir.
—Te deseo, Lali. Quiero follarte. Te quiero debajo mío en la cama.
¿Qué?
—¿Estás feliz ahora? ¿Conseguiste la información que querías? —se
burló, disgustado—. ¡Demonios, no eres ni siquiera mi tipo! ¡Y eres una maldita
virgen! —Bajó la voz, la ira desapareciendo—. Sé que está mal, pero te deseo,
Lali.
Me quedé sin palabras. Di algo, gritaba mi voz interior. ¡Dile que también
lo deseas!
Colocando sus manos a ambos lados de mí, me atrapó contra el
mostrador del baño. —Años, Lali —dijo, con voz ronca—, te he deseado por años.
Sus labios se estrellaron en los míos.
El shock me tuvo congelada por un segundo antes que su boca
demandara una respuesta. Cuando forzó mis labios a abrirse, cedí. Su lengua
pasó suavemente sobre mi labio inferior antes de profundizarse dentro de mi
boca, saboreándome. Sus manos agarraron mis caderas, apretándome con
necesidad. El calor viajó bajo mi cuerpo para juntarse en un lugar privado, un
lugar íntimo.
Mis manos tenían mente propia mientras suavemente tocaban su
estómago, encontrando músculos rígidos debajo de la yema de mis dedos.
Sin romper el beso, me levantó para sentarme sobre la encimera del
baño. Separando mis piernas, se movió entre ellas. Sus manos dejaron mis
caderas para enredarse en mi cabello, sosteniendo mi cabeza firme mientras
sus dientes gentilmente mordían mi labio inferior. Sus besos coincidían con su
personalidad; salvaje sin barreras, exigiendo y tomando lo que quería.
Sus labios se movieron para rozar mi oído. —Quiero estar dentro de ti,
Lali —dijo en un susurro—. Déjame ser el primero.
Cerré los ojos por el cosquilleo que me causaron sus palabras. La
suavidad de sus vaqueros contra mis muslos desnudos hizo que pensar fuera
imposible.
—Olvida la fiesta. Olvida a Ben. Quédate conmigo.
Su boca tomó control de la mía, su lengua molestando y atormentando.
En el fondo de mi mente, sabía que esto no estaba bien. Amaba a Peter.
Verdaderamente. No podía vivir sin él. Me hacía sentir cosas que nunca había
sentido. Pero esto estaba mal, aún si se sentía tan bien.
Era imposible pensar con sus labios calientes y completamente sobre los
míos. Pero cuando sus manos se escabulleron por debajo de mi camisa para
deslizarse sobre mi estómago desnudo, supe que no podía hacer esto.
Usando las manos, lo empujé, rompiendo nuestro beso y separándonos
por pulgadas. Ambos respirábamos fuerte, mirándonos con hambre.
—Esto está mal —susurré.
—¿Se siente mal? —preguntó con voz ronca, moviéndose de nuevo entre
mis piernas. Sus manos se relajaron bajo mi cabello y acariciaron mi nuca.
—No, pero no podemos hacer esto —dije, sin aliento. Sería tan fácil caer
en mis sentimientos y empujarlo a mi dormitorio. Darle lo que quería.
—Una vez, es todo lo que te pido —dijo con voz ronca, rozando sus labios
contra los míos—. Nadie tiene que saber. Será entre nosotros. Nuestro secreto.
—Arrastró los labios bajo la línea de mi mandíbula mientras sus manos
acunaban gentilmente mi cabeza.
Cerré los ojos, sus labios calientes contra los míos, sus francas palabras
sonando en mis oídos. ¿Una vez? ¿Sólo era otra chica con la que trataba de
anotar? No podía ser ese tipo de mujer incluso si lo quería a él.
Necesitaba más.
Esta vez puse más fuerza detrás de mi empuje, apartándolo de mí.
Golpeó la pared del baño con fuerza, sorprendiéndolo. Antes que pudiera
tocarme de nuevo, salté de la encimera del baño y corrí a mi habitación.
Cerrando la puerta tras de mí, me dejé caer contra la pared.
Mi corazón latía salvajemente. El aire corría dentro y fuera de mis
pulmones rápidamente. Sentí alegría y preocupación al mismo tiempo.
Peter. Me. Besó.
Lo peor era que lo quería. Lo quería en mi dormitorio. Quería que fuera
mi primero. Esto no podía estar pasando. No podía desear tanto a mi mejor
amigo.
—Abre la puerta, Lali —dijo severamente su profunda voz desde el
otro lado.
Miré fijamente la puerta, asustada de que la abriera. Asustada de lo que
yo haría si lo hiciera.
—¡Vete, Peter!
—Quiero hablar contigo. Abre —dijo, en voz baja y tranquila—. Ahora.
—¡No!
Se quedó en silencio. Pensando que se fue, me tumbé sobre la cama y me
quedé mirando el techo. Necesitaba mantener mi cabeza bien puesta. Eugenia tenía razón. Peter era un jugador, la peor clase. Me rehusaba a ser añadida a su
colección de mujeres, sin importar lo que quería mi cuerpo.
De repente sentí ira. ¡Cómo se atreve a tratarme como otra de sus fulanas!
¡A mí, la chica que lo conocía mejor que nadie más! La chica con la que siempre
contaba sin importar las cosas estúpidas que decía o hacía. ¡Él no podía
ahuyentar o arruinar nuestra amistad, maldita sea! Determinada a no
esconderme de él, salí de la cama y abrí la puerta del dormitorio.
Se hallaba apoyado contra la pared, mirándome solemnemente.Empecé
a caminar a su alrededor cuando extendió la mano para agarrar mi brazo.
—Espera, Lali.
Me moví fuera de su alcance y caminé rápidamente a la cocina. A sacudidas abrí una puerta del gabinete, saqué una taza de café y la golpeé en la encimera. Lo oí entrando, pero me rehusé a mirar hacia arriba.
—Háblame —exigió en voz baja.
Llené el pocillo de café y medí una porción colmada. Después de pulsar el
botón más fuerte de lo que era necesario, finalmente me volví para encararlo.
Traté de no dejar que mis ojos se desviaran a su pecho desnudo o sus vaqueros
colgando sugestivamente bajos en sus caderas. Era suficientemente malo estar
mirando sus calientes ojos verdes. El pensamiento sólo me hizo enojar.
—Vas a beber esta taza de café y ponerte sobrio. Voy a ir a la fiesta de la
fraternidad. Sola. —Giré para irme cuando agarró mi antebrazo, deteniéndome.
—No me toques, Peter. No te atrevas a tocarme de nuevo.
Cuando soltó mi brazo, me alejé. Fue lo más difícil que hice jamás.

En La Oscuridad💚Where stories live. Discover now