Capítulo 17.

139 5 0
                                    

Caminamos en silencio.
No sabía qué decirle. Nos queríamos, pero sabía que el amor sólo venía
de uno. En lo profundo me dolía saber que no me amaba, pero sabía que sin
importar qué, me cuidaría a su manera.
Cuando finalmente nos pusimos al día con Euge y Vico, ella me dio una
mirada inquisitiva. —¿Qué discutían ustedes dos?
—No es asunto tuyo, Eugenia —dijo Peter con fastidio mientras se detenía
para sacar su botella de agua—. Sabes que no tiene que contarte todo.
—Por supuesto que tiene que hacerlo. Soy su mejor amiga. ¿Tú qué eres?
—respondió con una sonrisa.
Hice una mueca por el significado implícito.
—No jodas conmigo, Eugenia  —advirtió Peter—. Te arrepentirás.
—Oye, hombre, cálmate —dijo Vico interponiéndose entre Peter y ella.
—Esto es entre Lali y yo. Tiene que meterse en sus propios malditos
asuntos —dijo Peter, señalando a Euge.
—Ella es mi asunto, idiota —siseó Eugenia alrededor de la espalda de Vico.
—¡Estoy justo aquí! —dije con frustración, cansada de que pelearan por
mí.
Peter suspiró con resignación. —Mira, Eugenia, me alegra que pueda confiar
en ti, pero maldita sea, tienes que parar un poco —dijo, frente a ella y con las
manos en las caderas.
—Sólo entiende que si la hieres, voy a cortarte ese lugar tan especial que
aman las chicas del pueblo.
Peter apretó la mandíbula con exasperación mientras Eugenia parecía lista
para matarlo.
Esto había ido demasiado lejos.
—¡Suficiente! No quiero escucharlos pelear hasta llegar a casa. Bésense y
hagan las paces —demandé. Le di a cada uno una mirada de advertencia antes
de marcharme, sin esperar que nadie me siguiera.Después de unos pocos minutos, Euge me alcanzó. No habló y yo
tampoco. Mi mente estaba en casa y con mi padre. Sólo quería estar con él.
Sana y segura. No quería pensar en el futuro, no podía pensar en el pasado.
Sólo necesitaba sobrevivir.
Si Peter y Eugenia querían pelear, podían hacerlo. Si Peter y yo no íbamos a
ser nada más que amigos, tendría que aprender a lidiar con eso. Pero lidiaría
con eso más tarde, después de ver a mi papá, después de estar en mi propia
casa, después de lidiar con la vida cambiando a mí alrededor.
El clima frío desapareció y el calor descendió otra vez. Me preguntaba
qué hora era. ¿Tal vez cerca de la cena? Mi estómago gruñó, los guisantes de
antes ya olvidados. No veía ninguna comida en mi futuro, pero traté de no
pensar demasiado en ello.
Todavía no habíamos visto una casa, un auto, u otra persona. Sólo acres
de tierra de cultivo, lo que me hacía sentir perdida y sola.
Pasaban las horas. En ocasiones, Vico sacaba el mapa para mirar
dónde nos encontrábamos. No quería saber cuántos kilómetros habíamos
pasado. Sólo quería caminar hasta que llegáramos a casa. Si pensaba en ello
demasiado, la depresión me hundiría.
Mi costilla y dedo roto todavía dolían con cada paso que daba. La herida
en mi cabeza había dejado de palpitar kilómetros atrás. Traté de no pensar en
el dolor persistente o la cantidad de tiempo que se iba a tomar para que mis
huesos se curaran. Tenía que tomar un día a la vez, un paso a la vez.
El sol se puso y caminamos. La luz de la luna brillaba lo suficiente para
ver el camino delante de nosotros. Era una sensación extraña, caminando por
una carretera desierta por la noche. Se sentía como si fuéramos las únicas
cuatro personas que quedaban en el mundo.
Peter caminaba a mi lado en la oscuridad, dispuesto a llegar por mí si
fuera necesario. Su gorra de béisbol ahora colgaba de su mochila, dejando su
pelo a merced del viento y sus ojos a la vista.
Me quité la gorra de béisbol y pasé los dedos por mi cabello, soltando la
cola de caballo. Al mismo tiempo, algunos coyotes aullaron en la distancia en
algún lugar. El sonido hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.
—Son sólo coyotes, Lali. — Peter se rió entre dientes cuando di un
paso más cerca de él, asustada.
—Lo sé. No puedo soportar el ruido. Suena tan... espeluznante.
—No les temías cuando nos escabullíamos por la noche.
—Eso era diferente. Éramos niños y estábamos siempre cerca de la casa.
Esto es el medio de la nada —le dije, recordando esas noches. A veces, me
despertaba con Peter tirando piedras a la ventana de mi dormitorio. Después
de que me escabullía, nos sentábamos en el granero o nos recostábamos en elsuelo, buscando estrellas fugaces y hablando. Era una de mis actividades
favoritas con él.
—Hubo una noche en particular... yo tenía dieciséis, tú trece. Estábamos
en el granero, paseando a la una de la mañana cuando los coyotes empezaron
a aullar —dijo, una de las esquinas de su boca se curvó en una sonrisa.
Me sonrojé. Recordaba vívidamente esa noche.
—Me preguntaste cómo era besar —dijo, sus ojos fueron en mi dirección.
—Lo recuerdo —dije en voz baja. Mis mejillas ardían con vergüenza.
—Me sentía tan malditamente feliz de saber que no habías besado a
nadie —dijo, sonriendo en la oscuridad—. Y luego me pediste que practicara
contigo.
—¿En qué pensaba? Sólo tenía trece años —murmuré, sintiéndome
avergonzada. Nada había cambiado. Entonces era una tonta para él, justo
como ahora.
—Agradezco haber sido el primero en besarte —dijo, mirándome con los
ojos tan verdes bajo la luz de la luna—, y llevarte a la cama —terminó en voz
baja.
—También agradezco que hayas sido tú —dije con voz ronca.
Sonrió con una sonrisa coqueta que implicaba poca confianza. —Siempre
estoy dispuesto a ayudar a un amigo.
— Peter... —empecé, encogiéndome ante la palabra “amigo”. Quería
decirle que era más que un amigo y que quería más de él que sexo, pero no
tuve la oportunidad de decir nada.
Las luces de un coche brillaron detrás en la carretera, iluminando el
área.
Al principio, me sentí emocionada. ¡Veríamos otras personas! Podríamos
tomar un aventón. O quizá tendrían comida de sobra. Pero entonces vi la
mirada en el rostro de Peter.
Me agarró del brazo y me llevó rápidamente hacia la zanja. Euge y Vico
siguieron, y Vico llevaba a Euge detrás de él.
Cuando nuestros pies tocaron el suelo, Peter me empujó sobre mi
estómago y puso el brazo sobre mi espalda. Lodo rezumaba a mí alrededor,
empapando mi camisa y cubriéndome los brazos. Mi costilla gritaba de dolor
por la rápida caída al suelo, pero estaba más asustada de lo que pasaba que
del daño en mi costado.
Peter se llevó un dedo a los labios, señalándome que me quede callada.
Vico y Euge yacían a mi lado en silencio, viendo como los faros se acercaban
cada vez más. Sentí una burbuja de pánico cuando el brazo de Peter me
presionó hacia abajo. Si se puso nervioso, sabía que estábamos en problemas.
Las luces se hallaban a nuestra altura. Vi como pasaba un viejo
Mustang, lleno de jóvenes, riéndose y gritando a todo pulmón. Alguien arrojó
una botella de cerveza por la ventana, que por poco nos golpea. A medida que
el coche avanzó por la ruta, las voces quedaron atrás en el silencio nocturno.
Después de que las luces desaparecieron, nos arrastramos de la zanja,
cubiertos de lodo.
—¿Por qué no les hicimos una seña? —preguntó Euge con exasperación
mientras intentaba sacar el barro de su camisa color rosa—. Podrían habernos
dado un aventón.
—Porque quería ver con quién tratábamos —contestó Peter.
—Sí, un coche lleno de borrachos no es exactamente bueno cuando
tenemos dos chicas con nosotros —dijo Vico—. No tenemos armas y ninguno
quiere que se repita lo que esos perros convictos amenazaron con hacerles si
no cooperábamos.
Vi que Peter apretaba la mandíbula con fuerza. —Eso no va a suceder de
nuevo. Rodarán cabezas si alguien las toca —gruñó.
—Bueno, ¡diablos! —murmuró Eugenia—. ¿No podemos tomar un descanso
aquí?
Me sentí de la misma manera. Estaba cansada y mi estómago retumbaba
dolorosamente. Algo de ayuda habría sido agradable.
Empezamos a caminar de nuevo. Esta vez nos quedamos juntos,
asustados por la oscuridad y la amenaza de peligro.
— Peter, he oído que eres un ávido cazador —dijo Vico, rompiendo el
pesado silencio.
—Sí, cazo. ¿Qué pasa con eso? —preguntó Peter, obviamente molesto
con Vico por lo de más temprano.
—Sólo pensaba que si la energía no regresa, tendremos que buscar carne
fresca. Para eso necesitamos armas y munición. ¿Los tienes?
—Sí —respondió Peter, sin dar más detalles.
—No como carne de venado —dijo Eugenia, obstinadamente.
—Si quieres carne, lo harás —dijo Vico.
—Vas a hacer un montón de cosas que por lo general no haces, Euge —
murmuró Peter mientras miraba a nuestro alrededor—. Es mejor que te
acostumbres a eso.
Sabía era verdad. Si la energía no volvía en las próximas semanas, el
simple día a día iba a ser más complicado y mucho más difícil. Teníamos que
ser más fuertes, estar más dispuestos a hacer lo necesario para sobrevivir.—Mi padre y yo vamos a tener que cazar. No tenemos suficiente comida
para más de una semana —dije preocupada, preguntándome cuánto tiempo
podríamos mantener ese tipo de vida. No sabíamos cómo esterilizar agua o vivir
de la tierra. Cómo podríamos sobrevivir, no lo sabía.
—No tienes que preocuparte, Lali, no te voy a dejar morir de hambre
—dijo Peter sombríamente, mirando a lo lejos—. Lo que es mío es tuyo.
Sentí acelerarse a mi corazón con esas seis palabras tan llenas de
significado. Quería leer mucho más en ellas, pero sabía que era por mi corazón.
Los amigos se cuidan entre sí. Eso es todo. Para de analizar todo lo que dice.
Disparé a Euge una mirada de “no te atrevas a decir una palabra” cuando
levantó las cejas perfectamente arqueadas hacia mí. Era hora de dirigir la
conversación en una dirección diferente antes que ella intente llevar a Peter a
una conversación más profunda.
—¿Crees que tu hermano está bien? —pregunté a Peter.
La luna escogió ese momento para pasar detrás de una gran nube,
envolviéndonos momentáneamente en una completa oscuridad. Totalmente
ciega, me alegré cuando la mano de Peter se envolvió alrededor de mi muñeca,
manteniéndome cerca de él.
—Supongo que Gavin salió de Dallas y se dirigió a casa de inmediato —
dijo Peter y sus dedos se aferraron a mí.
Me aclaré la garganta, tratando de ignorar el cosquilleo que causó su
toque. —Espero que esté a salvo.
—Estoy seguro que está bien —dijo, con una cantidad sorprendente de
tensión en la voz—. No te preocupes por él. Gavin es demasiado rudo para ser
derribado por esto.
Ojalá pudiera ser tan optimista sobre mi padre. La preocupación por su
seguridad permanecía constantemente en mi mente.
—¿Crees que mi papá está bien, Peter? Está solo en casa y su corazón...
Peter me miró, sólo un esbozo sobre el cielo oscurecido. —Mis padres
saben que tiene problemas de salud. Se asegurarán de que esté bien. Y conoces
a mi mamá, es una trabajadora dura. Probablemente insistió en que se
quedara con ellos para poder vigilarlo.
—Eso espero —dije en voz baja, con tristeza—. Puede ser terco.
—Debe ser cosa de familia —dijo Peter, levantando la esquina de su
boca en una sonrisa.
Le sonreí tentadoramente. —Bueno, te contagiaste.
—No me quejaría si se me pegara algo tuyo —dijo con voz ronca,
mientras su pulgar rozaba la piel sensible de mi muñeca.—¿Esa línea funciona con todas las chicas, Peter? —pregunté con una
risa nerviosa, sonrojándome.
—No, pero te hizo reír, ¿no es así? Ese fue mi objetivo. —Se detuvo
repentinamente, tomó mi mandíbula y volvió mi cara hacia él—. He extrañado
tu risa, Lali.
Sentí las malditas mariposas tomando vuelo en mi estómago.
De repente, alejó las manos como si de repente se diera cuenta que me
tocaba. Mientras sus ojos azules parecían mirar profundamente en los míos,
sentí subir otra vez el muro invisible entre nosotros, separándolo de mí una vez
más.
—Sé que te preocuparás por tu padre. No serías la Lali que conozco si
no lo hicieras. Pero trata de relajarte. Voy a llevarte a casa. Lo prometo —dijo y
se había ido toda la alegría.
Y si había algo que Peter hacía siempre, era mantener sus promesas.

En La Oscuridad💚Where stories live. Discover now