Capítulo 34.

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—¿Lali? —gritó Peter.
La puerta trasera se cerró bruscamente, haciendo eco en toda la casa.
Me acosté en la cama, acurrucada a mi lado y tratando de aceptar el hecho de
que estaba embarazada.
El miedo me invadió, haciendo que volvieran las náuseas. ¿Qué iba a
decir? Él no quería una relación y no quería presionarlo a tener una por un
bebé. Sin lugar a dudas, quería a este niño, pero ¿cómo iba a decirle cuando no
me amaba? Y ¿cómo traeríamos un bebé a este mundo olvidado por Dios?
—¡Mierda, me asustaste! —dijo, deteniéndose en la puerta del dormitorio
para mirar a mi dirección.
Me forcé a sentarme y lo miré a los ojos. Se veía rudo en sus vaqueros
gastados y camisa de algodón que envolvía su cuerpo perfectamente. Su
cabello castaño claro necesitaba desesperadamente un corte de pelo, pero se
veía muy sexy, enroscándose alrededor de sus orejas y cuello.
—No me has respondido —espetó, caminando hacia el borde de la cama y
frunciéndome el ceño. Sus cortantes ojos azules eran fríos cuando viajaron por
mi cuerpo—. Te ves horrible. ¿Todavía te sientes mal?
—Sólo estoy cansada.
Levanté las piernas por un lado de la cama cerca de él, decidida a fingir
como si no pasara nada. Era momento de cambiar de tema. Rápido.
—¿Terminaste con el venado?
—Sí, la carne está en el ahumadero. —Me escudriñó con atención—.
¿Seguro que estás bien?
¡Oh, diablos! Me conocía muy bien como para saber cuando mentía, pero
no estaba dispuesta a decirle la verdad todavía.
—Estoy bien, Peter.
Sé que no me creyó pero aceptó mi respuesta y se fue sin decir una
palabra.La pesadez se asentó en mí. Todavía no me atrevía a decirle. Por mi
suposición, no se notaría durante unos meses. Para entonces, tal vez podría
aceptar el hecho de que podría tener su bebé, pero no su amor.
***
Mientras el sol se ponía lentamente afuera, estábamos dentro, comiendo
una cena que consistía en carne de venado y vegetales enlatados. Ninguno de
los dos habló, la tensión se extendía entre nosotros como una cuerda
fuertemente jalada dispuesta a romperse en cualquier momento. Peter parecía
distante y hosco, esta noche más que de costumbre.
Coloqué la comida en mi plato, ya que la ira reemplazó cualquier hambre
que tenía. Lo necesitaba más que nunca. Estaba embarazada y tenía miedo.
Pero también me cansé de jugar sus juegos. Me quería o no. Los mensajes
contradictorios que me enviaba eran molestos. Y me cansé de vivir en esta casa
con él como si fuéramos dos desconocidos.
—Come, Lali.
Salté cuando la voz profunda de Peter resonó desde el otro lado de la
mesa. Levantando la mirada, lo sorprendí mirándome fijamente, esperando a
que yo tomara un bocado.
—No —dije, mirándolo con desafío.
Apretó los labios. —No puedes sobrevivir si no vas a comer y que me
jodan si mueres.
—No tengo hambre.
Colocó su tenedor silenciosamente a pesar de que la rabia estaba a punto
de explotar.
—Me importa un comino si tienes hambre o no. ¡Dije que comas!
Le levanté una ceja.
—Y te dije que no.
De repente, se encontraba a mi lado, sacándome de un tirón de la silla.
Sus manos eran duras conmigo. Sus ojos estaban llenos de calor, ya fuera por
enojo o necesidad, no lo sabía. Me cortó la respiración cuando sus manos
empezaron a viajar lentamente por mis costados.
—Puedo contar todas las costillas en tu cuerpo,  Lali —susurró con
voz ronca mientras sus dedos lentamente se extendían, acariciándome. Sentí
que mi cuerpo cobraba vida con su toque. Se inclinó y sus labios rozaron mi
oreja—: Ahora come, Lali. La profunda vibración de su voz todavía me agilizaba cuando se alejó,
sentándose de nuevo y me dio una mirada desafiante. Fue entonces cuando
supe que ganó.
—Eres un idiota, Peter —dije, tumbándome en la silla, con irritación.
Recogiendo mi tenedor, tomé un bocado de frijoles verdes, realmente sin
probarlos.
Una expresión de satisfacción pasó por su rostro cuando recogió el
tenedor.
¡Maldito sea! Un toque y me convertía en masilla en sus manos. Pero tal
vez, sólo tal vez, yo era la que ganaba.
***
En el momento en que terminamos de comer, el viento cobró vida,
haciendo sonar las ventanas en toda la casa. Nubes grandes y negras se
juntaban en el oeste, moviéndose rápidamente en el cielo oscuro.
Peter limpiaba su fusil en la mesa en silencio, distante e inaccesible. El
momento de cercanía que tuvimos antes se había ido, como si nunca hubiera
sucedido.
Me dolía el corazón. A pesar de lo tarde de la hora, decidí que un baño
era justo lo que necesitaba. Necesitaba despejar mi cabeza y estar sola. Tal vez
entonces, me sentiría mejor. Sin decir nada, me fui a buscar una toalla y jabón
en el baño.
Pasé por la cocina, estaba casi en la puerta cuando su voz me detuvo.
—¿A dónde vas?
—Voy a bañarme antes de que anochezca —contesté, mirándolo limpiar
el mango de su arma.
—Se aproxima una tormenta —dijo sin mirarme.
No respondí. ¿Qué iba a decir? Sí, Peter, sé que viene una tormenta, pero
¿tengo que alejarme de ti?
Al salir al aire fresco de la noche, me pregunté por qué estaba aquí. Él
me quería con él, pero le molestaba mi presencia. ¿Por qué me mantenía aquí?
El agua estaba fría, así que tomé un baño rápido. En el momento en que
salí, el sol desapareció en el horizonte, dejando la tierra oscura. La tormenta
seguía rugiendo por encima, con la promesa de ser una fuerte.
Estaba empapado y frío cuando me golpeó el viento fuerte. Agarrando la
toalla alrededor de mi cuerpo, corrí a la casa. El viento me empujó con fuerza
adentro. La luz de las velas iluminó la cocina, echando un resplandor suave
sobre toda la habitación. Peter se encontraba recostado en una silla de la cocina con un chupito
en la mano. Bebió rápidamente el whisky antes de colocarlo junto a una botella
medio vacía del mismo componente. Esta era la primera vez que lo había visto
beber en semanas.
Tomé una respiración profunda y rodeé la mesa sin darle una mirada de
reconocimiento. Al pasar, sentí sus ojos en mí, dejando calor en su camino.
En su habitación, solté un suspiro de alivio y me sequé rápidamente.
Poniéndome de prisa una de sus grandes camisas, traté de no pensar en
dormir sola esta noche.
— Lali —dijo una voz baja y ronca detrás de mí.
Di la vuelta rápidamente, preguntándome cuánto tiempo había estado
allí. De pie en la puerta de la habitación, sus ojos recorrieron mis piernas
desnudas. A partir de ahí, su enfoque se trasladó de mi cuerpo a mis labios,
deteniéndose allí un momento antes de mirarme a los ojos. Me sentía caliente y
molesta ya que la temperatura en la habitación se disparó a un nivel superior
con sólo una mirada.
Sin romper el contacto visual, bebió otro trago. Al igual que un gran
felino al acecho, lentamente caminó hacia la habitación, manteniéndome en su
punto de mira. Al pasar junto al tocador, dejó el chupito, sin apartar sus ojos
de mí.
—Sube a la cama.
Mi corazón latía con fuerza mientras se alzaba sobre mí. Esta noche
había algo crudo e incontrolable en él que nunca vi. Sabía que no me podía
resistir a este Peter.
—Sube a la cama —repitió.
— Peter, ¿qué haces? —pregunté, manteniéndome firme—. ¿Estás
borracho?
—¿Y qué si lo estoy?
Dio un paso más cerca y mi corazón amenazaba con salirse del pecho.
—Entonces tienes que dar marcha atrás —dije con una pizca de
incertidumbre. ¿De verdad quiero que lo haga?
—¿Qué vas a hacerme? —preguntó con una sonrisa, dando un paso más
cerca.
—Voy a gritar si me tocas. —Mi voz tembló.
—Me aseguraré de que lo hagas —dijo con voz ronca y el deseo salía con
cada palabra.
Mi boca se secó. El calor llenó mis entrañas.
— Peter.... Sus manos se soltaron, agarrando mis brazos. Grité por su fiereza.
Jalándome hacia él, su boca cubrió la mía, tomando lo que quería, devolviendo
mucho a cambio. Sus manos grandes y ásperas por el trabajo agarraron mi
pelo mojado mientras sus labios me reclamaron como suya.
Había extrañado tanto su toque que no podía tener suficiente. Mis manos
se envolvieron alrededor de su cuello, acercándolo más. El persistente dolor de
“necesito a Peter” gritó al ser satisfecho. Profundizando el beso, su lengua se
deslizó en el interior; empujando, castigando, aplastándome.
Gemí cuando sus manos se deslizaron por debajo de mi camisa,
agarrando bruscamente mi trasero. Apretó una vez antes de juntar mis bragas
en un puñado y arrancarlas febrilmente con una sacudida. Di un grito ahogado
cuando su mano se movió de nuevo a mi trasero desnudo.
—Te quiero así. Desnuda para mí.
Unos labios cálidos bajaron a mi oído, besando el punto sensible justo
debajo del lóbulo. Sus dientes mordieron mi piel y sus dedos acariciaron mi
trasero. No pude reprimir un estremecimiento mientras sus manos recorrieron
más arriba en la espalda, empujando mi camisa en el camino. En un solo
movimiento, tiró de la camisa y la arrojó al otro lado del cuarto, dejándome
desnuda delante de él.
—Perfecto —gruñó.
Sus labios se movieron a mi clavícula mientras sus manos agarraron mis
caderas. Aspiré una bocanada de aire cuando una gran mano se movió a través
de mi estómago posesivamente.
Inclinándose, puso su boca en mi pecho, provocando que una ola de
sensación se disparara a través de mí. Un gemido suave escapó antes de que
agarrara su cabello y jalara.
—Me encanta cuando me jalas el cabello. —Su cálido aliento rozó mi
pezón, burlándose de mí.
Cayendo de rodillas, besó su camino de mis pechos a mi estómago. Unas
manos cálidas toquetearon mi cintura mientras su lengua salió a lamer mi
hueso de la cadera ligeramente.
—Estoy aquí, Lali, de rodillas. Por ti. Sólo por ti —dijo con voz áspera,
mirándome.
Casi me derrumbé cuando su mano se movió más abajo, hasta que
estuvo entre mis piernas. Sus dedos comenzaron a acariciarme, suavemente al
principio, pero luego con más urgencia. Grité cuando los primeros indicios de
un orgasmo golpearon mi cuerpo con fuerza. Sus ojos ardían hacia mí,
mirándome, mientras sus manos continuaban su tortura.
Queriendo más, tiré de su camisa por la cabeza y la lancé al otro lado de
la habitación. Mis manos volvieron a sus hombros desnudos, aferrándome a élmientras su tacto me puso débil las rodillas. De repente, se puso de pie y sus
dedos me abandonaron. Acunando mi trasero, su boca volvió a la mía, exigente
y con fuerza. Me atrajo al ras hacia él y la dureza de sus vaqueros me
empujaba, pidiendo ser libre. Mis dedos se movieron frenéticamente hacia
abajo para liberarlo.
—No. Todavía no —susurró contra mi boca, alejando mis manos.
Suspiré en decepción sólo para sentir euforia cuando una mano acunó
mi pecho. Su pulgar recorrió mi pezón, muy lentamente. Mi mano se deslizó a
por los músculos que recubrían su abdomen. Un siseo escapó de él cuando mis
dedos se movieron hacia abajo para recorrer la parte superior de sus vaqueros.
Sin previo aviso, me tiró sobre la cama.
Miré ansiosamente mientras lentamente avanzó hasta el colchón,
acechándome con una mirada encendida en sus ojos. Una necesidad básica y
carnal me invadió mientras se acercaba.
Sin apartar los ojos de los míos, se inclinó y besó tiernamente mi
estómago. A partir de ahí sus labios rozaron mi caja torácica y luego debajo de
cada seno. Sin romper el contacto visual conmigo, tomó un pezón en su boca.
Su lengua salió para burlarse de mí, volviéndome loca de placer. Arqueé mi
espalda debajo de él, con mis manos enredadas en su cabello.
Sus labios dejaron mi pecho para moverse a mi clavícula y luego en el
hueco de mi cuello. Su lengua cálida lamió el punto sensible antes de moverse
al lado de mi cuello. A medida que su cuerpo hizo lentamente su camino hasta
el mío, la aspereza de sus vaqueros se frotó contra mi cuerpo desnudo,
haciendo que las terminaciones nerviosas ya sensibles cobraran vida. Dejé que
empujara mis piernas suavemente mientras su boca succionaba el lóbulo de mi
oreja.
—Te he echado de menos —dijo en mi oído—. Dios, te he echado mucho
de menos.
Una de sus manos viajó por mi costado mientras la otra se movió a
través de mi cabello.
—No puedo tener suficiente de ti —su voz retumbó mientras sus labios
dejaron un camino húmedo por mi mandíbula—. He estado en la miseria sin ti.
Sus dedos bajaron por entre mis piernas. Aspiré una bocanada de aire
mientras me burlaba sin piedad.
—Te quiero, Lali. Para siempre.
No titubeé.
—Soy tuya, Peter. Para siempre.
Sus labios cubrieron los míos con hambre, sin conseguir suficiente.
Mientras me devoraba la boca, se desabrochó los vaqueros, bajándolos lo
suficiente para liberarse. Mis piernas se envolvieron rápidamente alrededor de sus caderas. Con un empuje, estuvo dentro de mí. Dejé salir un grito al mismo
tiempo que él soltaba un gruñido animal.
Sus manos anudaron mi cabello, sosteniéndome fuerte mientras
empezaba a moverse, retirándose lentamente sólo para hundirse de nuevo en
mí, enterrándose profundamente.
Abrí los ojos y lo encontré mirándome. Mis dientes mordieron mi labio
cuando se meció en mí. Bajando la cabeza, mordisqueó mi labio inferior y
recorrió con su lengua el lugar donde mis dientes dejaron una marca.
Gemí y estiré la mano para agarrar las sabanas enredadas debajo de mí,
necesitando agarrarme a algo. Su mano contestó el llamado, entrelazando sus
dedos con los míos mientras sus caderas se hundían contra mí.
—¡Lali! —gimió contra mi cuello arqueado—. Dios, nena. Te sientes
increíble.
Jalé hacia abajo su cabeza para que mis labios pudieran encontrar su
oreja. Se enterró en mí más rápido mientras chupaba el lóbulo de su oreja. Con
una mano, tomó mis dos muñecas y las mantuvo arriba de mi cabeza,
dejándome a su merced. Inclinándose hacia abajo, tomó mi pezón en su boca.
—Mía —gruñó contra mi piel, sumergiéndose dentro y fuera de mí.
El orgasmo me golpeó sin advertencia. Arqueé la espalda y grité, las
sensaciones eran demasiado para manejarlas.
Las olas seguían golpeándome cuando sus caderas chocaron con fuerza
contra mí. Tiró su cabeza hacia atrás y rugió mientras el orgasmo sacudía su
cuerpo. Hundiéndose en mí una vez más, su cuerpo se puso rígido.
Los dos respirábamos con dificultad mientras las secuelas pulsaban en
nuestros cuerpos. Sosteniéndose sobre los codos, me miró, todavía enterrado
profundamente en mí.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación—. ¿Te lastimé?
—No, para nada.
—¿Estás segura? Sujetándote de esta forma…
— Peter, estoy bien. Nunca me lastimarías.
—Preferiría morir —dijo con voz ronca—. Tienes que saberlo. Moriría por
ti, Lali.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos. — Peter, no quiero que mueras
por mí. Sólo quiero que me beses.
Obedeció, besándome suavemente y dejándome sin aliento de nuevo. Me
besó primero en un hombro y luego en la clavícula, tomándose su tiempo.
Recorrí los dedos por su cabello, disfrutando la sensación de sus labios en mí.
Cuando rodó lejos me atrajo hacia él y supe que nunca me dejaría ir otra
vez.
***
Fuertes truenos me despertaron durante la noche. Cayeron los rayos,
iluminando el cuarto y alejando la oscuridad. La lluvia golpeaba fuerte contra
la casa y el viento soplaba violentamente más allá de la ventana.
Me encontraba sola en la cama. El otro lado estaba vacío y frío.
Peter se había ido.
La inseguridad se apoderó de mí. Esta noche se había sentido diferente de
alguna forma pero ¿acaso otra vez vi más? ¿Obtuvo lo que quería y huyó a su
propia cama, dejándome sola de nuevo?
Salí rápido de la cama y cerré la ventana contra la lluvia. Recogiendo mi
camisa del suelo, me la puse rápidamente, sonrojándome ante el recuerdo de
Peter quitándomela. Sólo al pensar en ello, me calentó por dentro de nuevo.
Recorriendo una mano por mi estómago plano, imaginé a su bebé
descansando ahí, protegido. Tal vez debería decirle ahora.
Un fuerte ruido de trueno me hizo saltar del susto. Todavía era acosada
por el recuerdo del ataque de Grasiento. Ese día viviría en mi memoria por
siempre, sin importar cuánto intentara olvidarlo. Tratando de controlar mi
miedo, fui en busca de Peter. Ya no quería estar sola.
El pasillo se hallaba completamente oscuro pero los rayos ocasionales
alumbraron el camino. Encontré a Peter sentado en la oscuridad, sólo con sus
vaqueros usados. Una copa colgaba sueltamente de su mano, el trago olvidado
mientras miraba la lluvia por las ventanas.
—¿Peter?
—¿Qué haces despierta? —preguntó en voz baja antes de beberse su
trago de un golpe.
—La tormenta me despertó.
Colocó la copa en la mesita de café, me tomó la mano y me atrajo
suavemente para pararme entre sus piernas largas.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté.
—No podía dormir —dijo, mirándome con una expresión cautelosa—.
Estoy muerto de miedo.
—¿De qué? —pregunté sorprendida. Al Peter que conocía no le asustaba
nada.Sus ojos recorrieron mi cuerpo lentamente.
—De ti.
Me tragué el repentino nudo en la garganta. No quería tener otra
discusión acerca del amor y las relaciones. No después de lo que compartimos
esta noche.
— Peter, no quiero hacer esto. —Alejé mi mano de la suya y me di vuelta
para irme mientras las lágrimas me amenazaban. No podía escuchar esto de
nuevo, no con su bebé acurrucado inocentemente dentro de mí.
Se estiró y me agarró la mano rápidamente antes de que pudiera irme
muy lejos. —Ven aquí —dijo suavemente.
Dudé un segundo antes de subirme a su regazo. Sostuvo mi cabeza con
ambas manos y me miró a los ojos. Noté preocupación e inseguridad.
Jalándome cerca, rozo sus labios contra los míos. Mis dedos automáticamente
se enredaron en su cabello mientras sus manos se movían posesivamente
sobre mis caderas.
—Eres mi todo, Lali —susurró contra mi boca—. Sólo Dios sabe por
qué me quieres, pero estoy feliz de que sea así.
Alejándome, vi aprensión en sus ojos. — Peter, te necesito. Esto… —hice
un gesto señalándonos—, esto es lo que quiero. Tú y yo. Es así de simple.
Apartó la mirada nerviosamente —No te merezco, Lali.
Abrí la boca para discutir pero en lugar de eso mis ojos miraron su pecho
desnudo. De repente, quería tocar la tinta que corría bajo su piel. Con ligeros
toques, mis dedos rozaron el tatuaje en su hombro. Lo tracé a su lado, sobre
los músculos duros de su estómago y donde desaparecía en su cadera. Con
mis toques, se volvió loco y salvaje. El momento tierno había acabado.
Sus labios capturaron salvajemente los míos mientras me jalaba para
estar a horcajadas en su regazo. Cuando su lengua empujó en mi boca, jadeé
con deseo. Manos tibias apretaron mi trasero, acercándome. Lo sentí bajo de
mí, duro y poderoso, demostrándome cuanto me quería de nuevo.
Bajó el tono del beso, volviéndose más suave mientras una de sus manos
se movía para enredarse en mi cabello. Rompiendo el beso, sus ojos me
miraron con intensidad.
—Te amo, Lali.
Mi corazón se detuvo.
Ya no podía escuchar los truenos afuera o la fuerza huracanada de la
lluvia contra la casa. Todo lo que oí fueron esas dos palabras.
—Te he amado desde que era un mocoso persiguiéndote por la granja.
Sólo que he sido demasiado gallina para decírtelo.
—Pero dijiste que no me amabas —susurré incrédulamente.—Nunca dije que no te amara. Ni una vez —dijo. La sorpresa apareció en
su rostro—. Siempre te he amado, Lali.
—Pero todas esas veces que me dijiste que no te enamoras…
—Mentí. Me enamoré de ti.
Sus dedos tibios acariciaron mi cadera por debajo del borde mi camisa.
—lali, tienes que entender que nunca le dije a nadie “te amo”.
Siempre estuve asustado de que si lo admitía, arruinaría todo entre nosotros y
te perdería para siempre —su voz bajó de tono—. Fui un imbécil por lastimarte.
—Inclinándose, besó la comisura de mi boca—. Eres todo lo que quiero y
necesito. Solo tú. Ahora y siempre.
Sus labios se movieron hambrientamente sobre los míos. Lo besé con
tanto amor y pasión como me fue posible.
—Quiero dormir junto a ti por siempre —susurró—. Quiero tener bebés
contigo y envejecer junto a ti. —Tomando mi cara entre las manos, miró directo
a mis ojos—. Soy tuyo, Lali y te amaré por el resto de mi vida.
Lágrimas de felicidad rodaron por mis mejillas. No podría haberlas
detenido aun si lo intentara.
—Te amo, Peter. Siempre lo he hecho.
—No llores, Lali. Odio verte llorar —dijo, limpiándome las lágrimas
con sus dedos.
—Lo siento, es sólo que… he esperado escucharte decir esas palabras por
tanto tiempo.
—Debí habértelas dicho antes. Fui un maldito terco estúpido.
Empezó a besar suavemente mi mandíbula, bajando hasta mi cuello.
Las lágrimas desaparecieron. Mi cuerpo ardía. Cerré los ojos mientras sus
labios exploraban cada centímetro de mi cuello y sus manos se movieron por
debajo de mi camisa. Jadeé cuando su pulgar rozó sobre mi pecho, lento y
pausado. Moviéndose a mis labios, me besó con una pasión renovada, lleno de
necesidad. Su mano continuaba atormentando mi pecho mientras su lengua
devoradora mi boca. La tormenta rugía en el exterior pero no nos importaba.
Sólo estábamos consientes uno del otro.
Consideré decirle acerca del bebé pero al final decidí no hacerlo. Quería
estar absolutamente segura de que estaba embarazada. Con todo lo que había
pasado, tal vez sólo tenía un retraso. Había escuchado que eso solía pasarles a
las mujeres. Hasta que supiera, disfrutaría este momento. No todos los días
Ryder Delaney admitía que me amaba.
***
Me despertaron las nauseas matutinas. Acostada en la cama, respiré
profundamente, tratando de controlarlas. Cuando las nauseas se volvieron
demasiado, mis ojos se abrieron de golpe. En segundos, salí de la cama y corrí
por la puerta trasera. El frío de la mañana golpeó mis piernas desnudas
mientras bajaba las escaleras del pórtico. Cuando llegué a la hierba cubierta de
rocío, mi estómago se vació. La húmeda hierba se aplastó bajo mis pies
descubiertos pero no me importó. Mi cuerpo se sacudió violentamente cuando
la náusea me golpeó de nuevo con más fuerza.
Oré porque Ryder no se despertara para encontrarme así. Se volvería loco
con preocupación si me viera así de enferma.
Después de que ya no quedara nada en mi sistema, me cepillé los dientes
rápidamente y volví al dormitorio. Ryder seguía durmiendo, ocupando la mayor
parte de la cama. La sábana apenas y lo cubría ya que estaba bajo en su
cintura. Extendido sobre su estómago, los músculos tatuados de su espalda
aparecieron como ángulos agudos y formas definidas. Aún mientras dormía, se
veía peligroso e inaccesible.
Pero me amaba.
Temblaba incontrolablemente cuando me metí en la cama junto a él. Sin
abrir los ojos, se estiró y me acercó.
—¿Estás bien? —murmuró soñolientamente.
—Estoy bien. Vuelve a dormir. —Una mentira piadosa nunca lastimó a
nadie. Tomé una respiración rápida cuando su mano se movió para descansar
sobre mi estómago.
—¿Me dirías, verdad? —preguntó, abriendo un ojo para mirarme.
Asentí. De acuerdo, dos mentiras piadosas podría ser demasiado. Pero
segundos más tarde, sólo un pensamiento se hallaba en mi cabeza.
Labios contra mi cuello y cálidas manos en mi cuerpo provocaron un
fuego dentro de mí.
—No quiero dormir. Te quiero a ti. —Su profunda voz retumbó en mi
oído.
Gemí cuando sus labios besaron el lóbulo de mi oreja suavemente.
Cuando se levantó sobre mí, vi amor y pasión reflejados en sus ojos. Vi
esperanza y un futuro brillante a pesar de la oscuridad alrededor de nosotros.
Vi felicidad y vida.

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