Titán de la muerte

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Lavanda

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El pelo de Soho siempre olía a lavanda.

Justo era ese olor el que se había quedado impregnado en sus fosas nasales, ardiendo y recordándole todo aquello que se había imaginado, lo que había soñado.

Una vida juntos.

Se había imaginado preparando su té favorito mientras Soho leía un libro. Ambos sentados en gruesas sillas de madera que crujían con cada movimiento. Juntos. Envejecerían juntos.

Nunca había pensando en ello. Nunca se había planteado el envejecer, ya que sólo se interesaba en el presente y sobrevivir. Siempre fue así.

Hasta que la conoció.

Decidió que la protegería hasta el final, incluso si tenía que envejecer a su lado con tal de hacerlo. Y eso estaba bien porque era ella... sería con ella. Pero ahora le había fallado y todos esos sueños se esfumaron frente a sus ojos. No sucederían jamás.

El terrible dolor que cruzó por su pecho lo hizo encogerse.

Ahora, el único olor que impregnaba su nariz era el de la sangre, el humo, la tierra y el polvo. Era doloroso respirar. Ardía.

También le era doloroso pensar, sobretodo con ese parásito que comenzaba a crecer en su mente. Ese llamado culpa y que consumía todo a su al rededor. Sus pensamientos se habían infectado y reducido por la culpa.

Pero había algo más. Un fino velo que lo alejaba de todo. Una niebla en su cabeza que ahora se dispersaba y poco a poco lo hacía comprender lo que había sucedido.

Soho había muerto y él había heredado el Titán Acorazado.

¿Por qué? ¿Acaso Soho había traicionado a Eren? ¿Acaso...? No, no podía seguir engañándose.

También lo había comprendido. Eren deseaba ser detenido, pero... sólo llegado hasta este punto.

Suspiró con dolor, sintiendo una gran pena al haberle hecho eso a Reiner. Pero eso ahora importaba. Aún eran capaces de detener a Eren.

—Lo siento... —susurró al aire.

Ya eran demasiadas disculpas en ese día. Ya no le quedaba nada más... ya no había más. Ni siquiera sabía cómo sentirse en ese momento.

Había nada y había demasiado.

Su mirada se había perdido en un sólo punto y no se había movido de ahí. Era como si ya no estuviera ahí. De hecho, se sentía tan lejano, tan ligero, pero al mismo tiempo, había un peso enorme sobre sus hombros.

Ojalá todo eso terminara.

Ojalá despertara y todo fuese un mal sueño. Pero, después de lo que había hecho, no se merecía eso, no merecía tal alivio.

Su piel ardía y sus manos estaban entumecidas, con rastros de sangre ahora reseca que le recordaban su error. Su fallo y su caída.

Y aunque quisiera no podía huir, aún le quedaban un par de promesas por cumplir.

Y aunque quisiera no podía huir, aún le quedaban un par de promesas por cumplir

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𝑩𝒓𝒐𝒌𝒆𝒏 𝑾𝒊𝒏𝒈𝒔 • SNKWhere stories live. Discover now