Al otro lado del mar

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—Tienes las cintas al revés —musitó un niño, sosteniendo a un hombre que había sido empujado en la fila de los heridos—. No te preocupes, ya no hay necesidad de que vuelvas a pelear.

—Oh, muchas gracias, joven —sonrió una mujer, tomando al hombre que llevaba las muletas y apoyándolo contra su cintura—. Yo me encargo ahora.

—Gracias a usted, enfermera —sonrió Falco, mirando a la mujer que vestía de azul y blanco—. Su papel en esta guerra es muy importante.

—Hay muchas cosas peores que la guerra —espetó la mujer, observando al rubio con seriedad.

—¿Cómo qué?

—La ignorancia —finalizó saliendo de su vista, cargando con el hombre herido y dejando a Falco con un vacío incómodo en el estómago.

—La ignorancia —finalizó saliendo de su vista, cargando con el hombre herido y dejando a Falco con un vacío incómodo en el estómago

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—Los Marleyanos son despreciables.

—Lo sé —soltó la joven de largas hebras castañas mientras cambiaba los vendajes de Eren—. ¿Te duele? —preguntó, acariciando el muñón de su pierna.

—A cada segundo —dijo con un jadeo y una mueca al removerse en la silla—, pero sé porqué estamos aquí, y lo valdrá —la mujer sonrió y Eren se acercó para acariciar los mechones que caían sobre su rostro. La joven negó con una sonrisa, alzándose para retirarle las vendas del rostro

—Sería una lástima que perdieras uno de tus ojos de verdad. Son hermosos —dijo sacando la venda, observando el cuenco vacío y lastimado de la órbita. Eren sonrió.

—¿Qué harás después?

—Estaré aquí por unos días. Pensé en suplantar a la servidumbre, ya que ellos siempre saben más que nadie —el castaño asintió.

—Debes tener cuidado, Soho —la joven alzó una ceja.

—¿Tú diciéndome que debo tener cuidado? Mide tus palabras, niño —soltó con una sonrisa y Eren negó.

—No sólo me refiero a los Marleyanos —la castaña lo miró, frunciendo los labios.

—Lo sé.

—Levi está esperándote.

—Y a ti está buscándote —soltó tajante—. Estoy segura de que le preocupa tu cordura —negó, tomando una venda limpia para colocársela de nuevo sobre la herida de su ojo.

—Tiene cosas más importantes de las que preocuparse.

—Supongo. También supongo que Mikasa está volviéndose loca sin ti —musitó entre dientes, apretando la venda contra el rostro de Eren, recibiendo una mirada molesta. —¿Qué?

—Nada —negó desviando la mirada.

—Ya está —dijo levantándose de la silla—. Será mejor que te quedes aquí hasta que disminuya el dolor. No creo que causar lástima y desplomarte en el suelo sirva de nuevo.

—Tengo que salir. No puedes hacer todo sola o te descubrirán —Soho chistó y torció el gesto, sabiendo que Eren tenía razón. Si cubría demasiados puntos se pondría en evidencia.

—Bien, pero por el momento te daré algo para el dolor —Eren asintió.

—¿No pasarás la noche aquí? —preguntó con una sonrisa de lado.

—No es buena idea —negó frunciendo los labios.

—Vamos, hazlo por un lisiado.

—Idiota —musitó con media sonrisa y negó—. Debo volver al hospital y planear mi siguiente movida —musitó, cargando una jeringa con analgésico. En cuanto la jeringa estuvo lista, Soho la aplicó en el muslo de Eren y suspiró—. Me voy.

—Por favor ten cuidado.

—Lo haré —asintió, guardando su equipo médico y tomando el pomo de la puerta.

—Soho —llamó Eren, haciendo que la joven lo mirara interrogante—. Cuídate —la castaña sonrió y salió de la habitación.

Vivir en la Ciudad Subterránea era sinónimo de supervivencia

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Vivir en la Ciudad Subterránea era sinónimo de supervivencia.

Y ahora que lo pensaba, hubiese preferido vivir en los guetos que se alzaban ante su vista. Hubiera preferido llevar una franja que señalara que era eldiana a pasar hambre y frío. Lo hubiera preferido mil veces al haber presenciado el asesinato de sus padres bajo las fauces de un Titán.

Eso era mejor a ser arrojada a las murallas para morirse de hambre y ser vejada de cualquier posesión y dignidad. Y todo aquello era culpa de los Marleyanos.

Chistó mientras limpiaba sus cuchillas manchadas de la sangre de una de las sirvientas del consejo. Miró hacia los lados y después al cuerpo inerte. No había sido una presa difícil.

—Lo valdrá —susurró, dejando a un lado su equipo de maniobras para poder mover el cuerpo y esconderlo. Después de todo, esos días se habían registrado demasiados suicidios y nadie sospecharía de una sirvienta muerta en ese lado de Liberio.

Le había pedido que se desnudara antes de asesinarla. La sangre era difícil de lavar y sería mucho más difícil de explicar una vez infiltrada.

Jadeó, tomándola por debajo de los brazos y llevándola hacia un pasillo para arrojarla por la ventana. La mujer tenía un corte en la garganta y en las muñecas, así sospecharían de un suicidio y eso se explicaría con el charco de sangre en el pasillo. Una cosa extraña que a nadie le interesaría demasiado debido a la creciente guerra, y menos con una mujer como ella.

La cargó para colocarla sobre el alféizar y soltarla. El cuerpo hizo un ruido sordo al caer sobre el pavimento. Miró hacia abajo, notando la posición extraña en la había caído, rompiéndose los huesos. Hizo una mueca amarga, agradeciendo el haberla asesinado sin que sufriera demasiado.

Salió tan ágilmente como entró, pensando qué es lo que haría con ese puesto que se acababa de ganar.

𝑩𝒓𝒐𝒌𝒆𝒏 𝑾𝒊𝒏𝒈𝒔 • SNKHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin