25. Así en la Vida como en la Ficción

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Hacía un mes que no veía a Harry.

Como es la cruda realidad, tuve que volver a mi trabajo, en Londres, a la compañía de cine, el dos de enero justo como Styles lo había prometido. Le había comunicado a mi jefa sobre mi renuncia, y como es lo legal, debería trabajar para ella tres semanas más hasta que consiga "un reemplazo para mí". Era lo justo y acepté aquello.

Me gustaba mi trabajo, me gustaba esa empresa. Tener que renunciar también significaba no estar a cargo de la producción de la película donde, con suerte, Harry podría trabajar. Sin embargo, me animaba pensando que igual podría asistir con él al set... y, en cambio, estaría trabajando en su gira, para él. Eso era jodidamente emocionante.

Así llegó la tercera semana de enero y fui libre de firmar el contrato con Columbia Records y Sony para formar parte de la gira de Harry oficialmente. Mi primera labor llegó en pocas horas: el vídeo de la introducción al show. Tenía solo dos semanas para entregar el trabajo, y me reí para mí misma (y con Harry a través del teléfono) porque ya tenía listo aquellos visuales y el sonido. Lo entregué, me felicitaron, y todos quedaron satisfechos con la intro de "Golden" y el vídeo con la silueta de los conejos de colores.

Styles seguía en Japón. No quiso moverse de Tokio. Parecía como si nadie lo reconociera por allá. Apenas habían salido dos fotos de él en todo el mes caminando por la calle y otra con sus amigos. ¿De él y nosotros por año nuevo? Ninguna. ¿Algún nuevo rumor sobre "Harrixie"? Nada. ¿Sospechas de la ruptura de él y Camille? Demasiadas. El fandom ya lo sabía. Habían roto.

Para el mundo, Harry Styles era un soltero codiciado disfrutando de su juventud en Japón, ahora mismo. Y creo que así se quedaría por un buen tiempo, ya que la gira duraría siete meses y eso significaba que él y yo no saldríamos por todo ese periodo. Algo entristecedor, pero ey, Harry Styles volvía a los escenarios, eso lo recompensaba. 

La buena noticia era que, hoy, primero de febrero y a solo dos semanas de empezar el tour, yo ya me encontraba completamente libre de trabajo. Harry, por otro lado, estaba also triste ya que pasaría su cumpleaños solo en otro continente. 

—Me hubiera gustado que estuvieses conmigo. Estoy harto del pescado —se quejaba anoche cuando hicimos una videollamada—. Muero por verte a ti, a mamá y a Gem.

Yo solo le sonreía guardándome el pequeño secreto de que hoy, primer día del mes y por su cumpleaños, estaría viajando a sorprenderlo y para pasarlo con él.

—Quien se va sin que lo boten, vuelve sin que lo llamen —recitaba yo solemnemente, haciéndome la desentendida.

Otra razón por la cual no viajé hace unos días es que mi mejor amigo, Ray, me había abandonado. El italiano por fin se largó a Los Ángeles para formar parte exclusivamente de Warner Bros Studios, la gran compañía donde la magia de películas famosisímas comienza, un sueño hecho realidad para él. 

—¡No llores, la mia bellezza! —me decía con su acento más marcado que nunca, sacudiendo su mano en despedida desde la entrada al aeropuerto—. ¡Esto es por nosotros! ¡Harry Styles va a actuar en una de mis películas un día, ya lo verás! ¡Valdrá la pena!

Nadie lloraba, pero así era Ray: trágico. La gente alrededor lo miraba raro y a mí se me pintaban las mejillas rojas de verguenza mientras negaba con la cabeza y lo veía desaparecer de Londres arrastrando dos grandes maletas y una mochila en la espalda.

Ahora, con nada más que me retenga en Londres más que mi familia (que por cierto, mi madre casi me bota de la casa, más emocionada que yo, al contarle que me iría de gira con Styles), me dirigía de sorpresa a Tokio en busca de Harry, quien se estaba quedando en el apartamento de un amigo, Eiji. Ya me había puesto en contacto con él y era mi cómplice para este regalo de cumpleaños. 

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