13. La Verdad

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Harry's POV:

El desayuno fue salvado por Ray.

Lucas, Trixie, Camille, el italiano y yo, bajamos esta mañana al Beachwood Cafe. Como siempre, estaba vacío, así que no me preocupé por ser reconocido. Nos sentamos en la mesa de una esquina y, si no hubiera sido por lo chistes de Ray, todos hubiéramos estado en completo silencio.

La situación se había colocado jodidamente incómoda... o al menos para mí. Y estaba casi seguro de que Trixie se sentía igual y esperaba con ansias el domingo para regresar a Londres. El hecho de que su novio esté aquí y comparta con ella en frente de mí no sólo me llenaba de celos, sino que también era un constante recordatorio de que no tenía mucha oportunidad de recuperarla. Aunque tuviera a Camille, mi mente se había vuelto a encaprichar con la morena.

Me tragué mi orgullo y le rogué al italiano que me echase una mano con Lucas. Le pedí que se lo llevara a la calle con cualquier excusa para que yo pudiese salir con Trixie mientras Camille se iba al trabajo (cabe recalcar que ella estaba enterada de mi salida con Trixie y no tuvo problema, es más, me animó a llevarla al parque del observador a la ciudad).

Ray, socarrón y gran cómplice, logró llevarse a Lucas de compras conjurando un juego de palabras formales de las cuales desconocía la mayoría. Así los dos hombres desaparecieron de mi camino y ahora, al medio día, me encontraba solo con Trixie en mi casa.

—¿Cómo es que tienes tanta fruta? —ella se quejaba, abriendo de par en par mi nevera—. ¿Qué tanta sandía y fresas puedes comer?

—Como verás, hace un calor de mierda y la sandía es lo único que me refresca —refuté.

Trixie me miró sobre su hombro.

—¿Y si te tiro una sandía en la cabeza?

Reí bajo mi aliento. Ella me devolvió una suave sonrisita y tomó la botella de agua que vino a buscar desde un inicio. Cerró la refrigeradora y se apoyó en ella mientras destapaba la botella.

—¿A dónde vas a llevarme? —inquirió.

—A un mirador. Sería bueno si te pones lentes de sol y una gorra para taparte. Hace mucho calor.

Cuando terminó de darle unos tragos al agua, ella respondió:

—No traje nada de eso.

—Yo te presto. ¿Recuerdas los de Willy Wonka que siempre me robabas en la playa?

Su ceño se frunció.

—¿Huh? Yo nunca te vi con esos lentes blancos. Usabas los negros.

Alcé mis cejas ahora intrigado por la situación. Detalles como esos variaban en nuestras versiones del sueño y lograban confundirme.

—En mi versión —empecé a contar—, tú y yo salíamos a desayunar con fruta a la arena. Nos sentábamos frente al mar, y tú me quitabas los lentes y te los colocabas. Me los ponía apropósito cada mañana únicamente para que te me acercaras mucho, los tomaras de mi cabeza y luego me sonrieras mientras te los ponías. Así tenía una excusa para hacer una "peleita" y tocarnos intentando luchar por ver quién se quedaba con los lentes.

Una tonta sonrisa se había formado en mi rostro y sus labios también parecían empezar a temblar hacia arriba.

—Eso es dulce —dijo.

—Qué lástima que no hayas tenido esa parte en tu sueño.

—Mhm... recuerdo que a ti te gustaba mucho mi perfume de flores.

—¿Flores? —repetí—. Tú olías a fresa.

Trixie rió negando con la cabeza. Al parecer no fue así en su versión.

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