4. ¿Puedo confiarte mis secretos?

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Y aquí estaba yo: en la entrada del hospital a las ocho de la mañana justo como Harry me lo había pedido. ¿Clases? ¿Trabajo? Ah, eso podía esperar, ¿no? Harry Styles es más importante. Una debe conocer sus prioridades.

—Sin miedo al éxito, Trixie —murmuré para mí misma dándome aliento.

Me encaminé al mostrador de recepción del hospital e hice una corta cola detrás de un caballero. Mientras esperaba mi turno, verifiqué nuevamente que haya traído todo en mi bolso: audífonos, mi celular, su álbum, un cargador, y mi laptop.

No sabía exactamente cómo haríamos esto, pero estaba dispuesta a ayudarlo. Todo esto se sentía como un sueño. No les miento, soñé con él esta noche, fue abrumador. Mi cuerpo no había parado de temblar por los nervios desde que me levanté de la cama.

Finalmente llegó mi turno. Avancé unos pasos y me apoyé en el mostrador de recepción para saludar a la señora detrás de su laptop:

—Hola, vengo a ver a un amigo —saludé.

Claro, amigo. Ya quisiera.

—Las horas de visita son a partir del medio día, señorita —respondió sin despegar su mirada de su laptop.

Carraspeé algo incómoda por lo que diría a continuación:

—Harry Styles dijo que viniera a verlo a las ocho. Dijo que daría indicaciones para que me dejaran pasar.

Sus ojos se alzaron hacia mí.

—¿Nombre?

—Beatrice Beckett.

—Él dijo que una tal Trixie vendría.

Mierda.

—Trixie es mi apodo, sí.

La mujer cruzó sus manos bajo su mentón y me observó con severidad.

—Ok, jovencita, no sé cómo te enteraste que Harry Styles estaba aquí, pero no puedes entrar.

Separé mis labios dispuesta a defenderme, cuando recordé con qué había venido vestida: mi hoodie de "Harry Styles World Tour" negra y mi bolso de "TPWK". Me lo había puesto porque pensé que sería una buena forma de recordarle su gira, pero al parecer había sido una pésima elección.

—No, no soy fan, o sea sí soy fan, pero lo prometo: es mi amigo, puede llamar a su habitación, es la 307.

Ella lo dudó unos segundos, pero gracias al altísimo decidió tomar el teléfono sobre su escritorio y marcar unos números.

—Dígale que soy Beatrice, Trixie, la chica que lo atropelló.

Los ojos de la dama se abrieron en grande, mas no tuvo tiempo de replicar porque al parecer habían contestado la llamada desde la otra línea. La recepcionista le dijo lo que yo le indiqué y, con una expresión algo descortés, me invitó a que siga por el pasillo y tome el elevador.

Le sonreí con victoria.

—Tenga un buen día. Trate a la gente con amabilidad —Y así, con una gran sonrisa en mi rostro, me fui dando brinquitos hasta el ascensor, ganándome algunas miradas.

Pero ey, ¿a quién le importaba? Yo vería a Harry, ellos no.

Al ingresar al elevador y presionar el botón con el número tres, empecé a arreglarme frente al espejo. Había tratado de verme y oler lo mejor posible sin dar a notar que me levanté a las seis de la mañana para ponerme decente.

Salí del elevador a penas sus puertas se abrieron y caminé con prisa siguiendo las flechas que me indicaban el número de las habitaciones. Finalmente, cuando llegué a la puerta del 307, me detuve, tomé una profunda respiración, y toqué la puerta.

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