16. Una Cita 1/2

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Ayer Ray casi muere.

Le había contado a mi mejor amigo las últimas noticias sobre el beso minutos después que sucedió. El italiano chilló, gritó e insultó en su idioma natal antes de empezar a hiperventilar. "Hazte la misteriosa y difícil de ganar", fueron sus últimas palabras.

La tarde de ayer continuó más tranquila de lo que imaginé que sería. Después del beso, Harry me retó a nadar un par de metros mar adentro y luego salimos a tomar sol mientras cantábamos sus canciones.

No sabía si él pensaba lo mismo que yo. Si él, mientras comíamos fruta picadita sobre la arena, recordaba el beso que me dio y se preguntaba cómo eso afectaba nuestra amistad ahora. ¿Acaso solo fue para saciar sus ansias? ¿Sólo para probar cómo se sentía?

Al regresar a casa y darnos un baño, me prometió que cocinaría una cena. Bajé con el estómago rugiéndome del hambre y los nervios pensando en que quizá querría hablar conmigo sobre hace unas horas mientras degustábamos de algún plato exquisito con una habilidad culinaria que había adquirido viendo un rápido tutorial en YouTube. Pero no. Me encontré con dos platos de leche y cereal listos para comer, y la televisión con la película "La Dama y el Vagabundo" pausada, esperando por nosotros.

El verlo tan relajado me trajo sentimientos encontrados. ¿Acaso pretendía como yo estar tranquilo mientras por dentro la curiosidad de saber qué pasaba por la cabeza del otro le carcomía? ¿O él en serio había dejado pasar el beso y lo tomó como algo casual?

Me dije a mí misma que le daría hasta mañana. Que con la cabeza fría se piensa mejor.

Así que aquí estaba ahora, casi las diez de la mañana, decidiendo si quedarme en mi cama a esperar que Harry venga a despertarme como siempre o seguir el consejo de Ray y hacer el rol de una misteriosa protagonista de película americana del año dos mil diez.

—No he escrito nada —murmuré para mí misma, mirando el techo blanco de mi cuarto y saboreando el silencio mañanero—. Podría tomar inspiración.

Me levanté de la cama, me arrastré hasta la ventana y la abrí de par en par. Una brisa fría me trajo el olor del mar. Ni una sola nube ocupaba el cielo vivo en celeste. Bajé la mirada solo unos pasos para encontrarme con la arena y la orilla del mar manso a metros de la casa. La vista me seguía dejando sin aliento como desde el primer día. Cerré los ojos sintiendo el refrescante viento de la mañana acariciarme el rostro y por un instante de infinito me sentí en paz y como si no tuviera recuerdos que me molestasen.

—¡Trixie, Beatrice, Bebé, es hora de levantarse y brillar, querida! —Escuché el grito entonado, juguetón de Harry avanzar afuera de mi habitación, por el pasadizo.

Y ahí iba mi paz...

Sus nudillos golpeando mi puerta en un cantar me hicieron abrir los ojos. Tomé una profunda respiración, adopté una compostura relajada y me volví hacia la puerta practicando una pose casual antes de que él entrase.

—Pasa —concedí.

La puerta se abrió y con ella se personificó Harry. Unos shorts de baño azul lo cubrían apenas y una toalla blanca reposaba sobre su hombro derecho.

—Oh, los pajaritos cantan y las nubes se levantan... Beatrice Beckett está de pie y no se lo he pedido yo —Se burló ingresando a mi habitación.

Acomodé mi cabello disimuladamente a la vez que plasmaba una sonrisa en mis labios.

—Me he dado cuenta que no he escrito nada —dije.

—¿No tienes inspiración? ¿Necesitas de algo? —preguntó, sentándose al filo de mi cama.

Necesito de mi paz, silencio y concentración de vuelta, y eso no lo puedo conseguir contigo. No me quejo de tu compañía, sin embargo; jamás podría quejarme de ti.

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