15. Despedida

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Narra Harry:

Las cosas se habían puesto algo incómodas anoche.

Camille y yo bailamos por solo una hora más hasta que Lucas y Trixie bajaran de la terraza. Buscamos a Ray por todo el local, y después de preguntarle a seguridad si lo había visto, este nos dijo que se había ido con un hombre vestido de rojo. Así que podíamos decir con plenitud que el único que había pasado una buena noche ayer, fue el italiano.

Decidimos regresar a casa con la excusa de que hoy domingo Lucas debía regresar a Londres más temprano que Trixie. A las ocho de la mañana Lucas tomó un taxi y se fue al aeropuerto solo. No quise preguntarle a Trix, pero ella le dijo a Camille que "él quería dejarme dormir, así que se fue por su cuenta". No le creía.

Quizá se habían peleado ayer arriba en la terraza. No lo sabía, pero sí lucían diferentes. Ahora, Camille se había ido a comprar el almuerzo para tener una última merienda antes de que Trixie y Ray se vayan a las tres de la tarde. Hablando de este último, acababa de llegar hace dos minutos a mi casa y no había parado de hablar.

—Te estoy diciendo, Harry, el siguiente mes me mudaré aquí —advertía mientras subía las escaleras hacia su habitación—. Antes no me agradaba la idea, pero Gabriel es todo lo que quiero.

—Eso has dicho de los tres chicos que has conocido esta última semana y media, Ray —respondí siguiéndolo al segundo piso.

—No, no, este es el correcto, H. Lo juro. Uy, no, es que me hacía unas cosas ayer... —exhaló—. Me agarraba y volteaba y me hacía...

—No deseo escuchar detalles.

—En fin, el mismo Eros.

Negué con la cabeza abriendo la puerta de su habitación. Ray se lanzó de espaldas a su cama y suspiró con una sonrisa en el rostro.

—Camille regresará pronto con el almuerzo. Anda date una ducha. Apestas a sexo —ofrecí.

—El aroma de la gloria, ¿sí o qué?

—En efecto, pero que sea nuestro secreto.

El italiano y yo reímos antes de que yo cerrara la puerta de su habitación. Me dirigí por el pasillo hasta el cuarto de Trixie. Era medio día y aún no le había dicho ni Buenos días. No había salido más que una vez al baño. Me quedaban solo tres horas a su lado y no la estaba pasando con ella.

—Trix. —Golpeé su puerta con mis nudillos.

—¡Estoy viva! —Oí desde el interior.

—¿Puedo pasar?

—Es tu casa. Adelante.

Abrí la puerta personificándome dentro de su recámara. La morena tenía sus rulos empapados y estos goteaban sobre el corto vestido blanco de algodón que llevaba puesto a juego con unas sandalias. La realidad me golpeó al verla tener dificultad cerrando su maleta sobre la cama.

—¿Te ayudo?

—Lo apreciaría.

Aunque tuve ganas de molestarla y sacarle toda la ropa de la maleta, fui buena persona y la ayudé a cerrarla por completo. Con una exhalación cansada, ella la dejó caer al piso.

—Espero no olvidarme de nada —dijo.

—Si encuentro algo tuyo te lo llevaré cuando vaya a Londres —prometí.

Trixie se sentó al borde de su cama y yo la imité, muy nervioso por algún motivo que no me permitía seguir de pie.

—Te noto rara.

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