15. Un no sé qué y un no sé cuánto

930 91 451
                                    


Habíamos puesto la casa patas arriba.

Ayer nos pasamos toda la tarde buscando ese dichoso cuaderno de Harry lleno de las letras de sus canciones. Buscamos hasta en lugares absurdos como en el cuarto de limpieza o la cocina. No estaba. No apareció en ninguna parte.

Nos fuimos a dormir a regañadientes a media noche luego de que Harry, quien le tomó fotos a las palmeras con los acordes tallados en los troncos antes de irnos de aquella playa, haya conseguido tocar la melodía de esa misteriosa canción en su guitarra y haya quedado fascinado.

Me dijo no recordar nada ni cómo habrían podido componer eso. Sin embargo, el ritmo le encantaba y no había parado de tocar su guitarra eléctrica desde entonces.

Claro que yo amaba escucharlo tocar y verlo feliz, pero Styles ya estaba empezando a retar mi paciencia siendo las diez de la mañana y continuando con la misma melodía todo el día irritando mi oído.

—Harold, juro que si tocas esa canción una vez más, romperé tu guitarra con tu cabeza —mascullé.

En ese instante él paró de tocar. Me concentré mientras esparcía el queso crema sobre mi tostada y sentía su mirada clavada en mis acciones. Tenerlo en la misma mesa, a mi lado en la silla, sin playera, con sus shorts de baño y su guitarra sobre su regazo se me hacía jodidamente caliente.

—¿Cómo alguien en su sano juicio ha podido escribir esto? —se preguntó, refiriéndose a la canción— Han debido de estar drogados o algo.

—No lo sé, H, no soy cantante. A duras penas toco el triángulo —escupí antes de darle una mordida a mi tostada.

Con una exhalación, Harry dejó su guitarra sobre el piso, recostada contra la mesa. Vi de soslayo los músculos de su brazo marcarse cuando apoyó sus codos sobre la mesa y me observó.

—¿Qué sucede? ¿Por qué estás molesta?

Le di una rápida mirada.

—No estoy molesta, solo preocupada y cansada.

—¿Qué te preocupa? ¿Puedo ayudar? —Su mano se colocó sobre mi antebrazo sin advertirme y su pulgar acarició mi piel en círculos.

—Pienso en mi universidad y en tu gira; eso es todo —respondí rogando mentalmente que los temblores en mi cuerpo debido a su toque no sean tan notorios.

—No te preocupes por mí, bebé, no te preocupes por nada, todo estará bien. Nosotros estaremos bien.

No sabía si ponerme a llorar por sus palabras o caerme al piso inconsiente por haber traído de vuelta aquel apodo que hace que mis piernas se vuelvan gelatina. Creo que haré ambos.

—"Estaremos bien", dices —repetí con algo de sarcasmo—. Harry, el millonario aquí eres tú. Literalmente podría reprobar el semestre porque no estoy asistiendo a mis clases ni entregando mis trabajos. ¿Y sabes qué pasa si repruebo? Me quitan la beca. ¿Y sabes qué significa eso? No podré estudiar más. ¿Y sabes qué significa eso? No tendré un trabajo ni cumpliré mi sueño de ser una directora de cine. ¿Y sabes qué significa eso? Que moriré sola, triste y pobre sin metas en la vida. ¿Quieres que ocurra eso, acaso?

Harry estaba mudo.

—Definitivamente no queremos que pase eso —contestó.

Resoplé.

—Dile eso a mis diez proyectos sin entregar y que vencen en dos días.

—Oye, tranquila, yo puedo darte trabajo. —Su mano apretó mi antebrazo, pidiendo mi atención en sus ojos—. ¿Recuerdas que en casa le dijiste a mi mamá que "trabajabas conmigo en un visual para el tour"? ¿En el que supuestamente armaba un cubo rubik? Bueno, hagámoslo.

LoveFiction Where stories live. Discover now