Extra II (Astrid, Allen y Casey)

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Me encantaba verla feliz.

—¿Y cómo has estado con todo eso? —preguntó con clara preocupación—. El divorcio, tener dos casas ahora...

Encogí los hombros.

—Creo que no hay mucha diferencia a cómo eran las cosas antes —respondí, quitándome la camisa de manga larga que empezaba a darme calor—. Aunque le pegó algo fuerte a papá, los primeros meses estuvo un poco decaído porque la extrañaba.

—Tiene sentido, han vivido juntos por muchos años —observó mientras caminaba hacia uno de los sillones y se dejaba caer justo en el que era mi favorito—. Imagina lo mucho que te extrañé los primeros meses después del verano. Tus caídas por el parque, tu música satánica, tu sonrisa...

Decía todo esto sin quitar sus ojos oscuros sobre mí. Me recordó un poco a la primera vez que nos vimos después del verano, en la pequeña celebración de la boda de Maylín y Francisco.

La manera en la que me envolvió con sus brazos en la parte trasera de la casa y empezó a besar cada parte de mi rostro de la misma manera en la que lo había hecho durante esa noche que pasamos juntas. En la frente, en las mejillas, en la punta de la nariz. Todo esto mientras su mano sostenía la mía con fuerza, como si quisiera asegurarse de que yo era real.

No sé por cuánto tiempo estuvimos así, besándonos en la oscuridad mientras nos mecíamos con lentitud a pesar que el ritmo de la música era tan rápido como los latidos de mi corazón.

—Ajá —murmuré sin poder evitar sonreír—. ¿Algo más?

No tardé en verme caminando hacia ella y dejarme caer justo frente a sus rodillas. El aroma a coco nos envolvió de la misma manera en la que lo hizo esa primera vez que nos conocimos, bajo la luz naranja de las luminarias y el frío nocturno del valle.

Cuando ninguna de las dos sabía que finalmente había encontrado sin querer a esa mitad. Supongo que no muchas personas podían decir eso, ni en ese entonces sin ahora.

Casey rio y se inclinó hacia mí.

—Tu aroma a canela. —Su mano se posó sobre mi cabeza, peinando mi cabello—. Tu voz, tus fotos, también extraño un poco tu cabello corto, también extrañé mucho esa mirada.

—¿Qué mirada?

—Esa que tienes ahora —Colocó un mechón detrás de mi oreja, mi cuerpo se deshizo con el roce de sus dedos sobre mi piel—. La que me hace sentir como si hubiera encontrado un lugar donde descansar... ¿Estoy sonando demasiado cursi?

Apoyé la barbilla sobre sus rodillas, sintiendo de manera sutil el calor de su piel a través de la tela del pantalón.

—Me gustas así. —Mi mano se posó sobre su pierna, dejando una pequeña caricia sobre ella—. Bien cursi, como en una canción.

—¿Una canción bonita o una satánica?

—Como la canción que quiero escuchar por el resto de mis días.

Casey mordió su labio, apartando la mirada a un lado como si necesitara recuperarse de mis palabras. Luego se inclinó más, aun cuando la posición debía ser incómoda para ella, hasta que nuestras narices estaban a milímetros de distancia.

Eso hizo que me preguntara si sería así de allí en adelante.

Ella, yo y una habitación propia donde no teníamos que preocuparnos por lo que sucediera en el exterior. Donde pudiéramos bailar a la luz del refrigerador, acurrucarnos en el sillón, tomarnos de las manos sin temor a ser vistas o hacer lo que quisiéramos bajo las sábanas del cuarto.

Las últimas flores del veranoWhere stories live. Discover now