26. Sintonía perfecta

17.6K 1.5K 3.6K
                                    

9 de febrero de 1999

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

9 de febrero de 1999

Casey

Recuerdo haber cerrado los ojos cuando los fuegos artificiales empezaron a elevarse con aquel silbido tan característico junto a los gritos de alegría de los vecinos, miles de felicitaciones de personas desconocidas, el sonido de los corchos de champaña volando por los aires y los niños lanzando cebollitas a las calles mientras jugaban.

Estaba parada en medio del camino que llevaba a la intersección, con mi cabello tejido en dos trenzas, el hermoso vestido rosa que había cosido a mano especialmente para la ocasión y una pequeña copa en la mano llena de sidra de manzana.

Maylín era la que creía en fantasías. En duendes que vivían cerca de los ríos, en la aparición fantasmal que rondaba por el puente embrujado, en lo malos que eran los días trece y por supuesto en los deseos de año nuevo.

Por supuesto, yo no lo hacía. No había nada mágico para mí durante esas noches , mis gatos se escondían bajo la cama por culpa de los fuegos artificiales, mi casa estaba llena de personas en las que tenía cero interés y solo quería encerrarme en mi cuarto hasta que alguno de mis amigos fuera a rescatarme. 

Pero esa noche, por alguna razón, decidí salir y pararme en medio del camino. El aroma a pólvora, la helada brisa sobre mi rostro, la sensación liviana en mi cabeza luego de unos cuantos sorbos de la sidra.

Cerré los ojos y pedí un deseo en silencio.

Al abrirlos me topé con el cielo cubierto de un manto de brillantes estrellas, con cohetes estallando para formar confusos patrones sin sentido y la sensación de algo en el aire.

No le conté a nadie sobre ese momento y mucho menos sobre mi deseo. Lo guardé en lo profundo de mi pecho, como solía hacer con las otras emociones que surgían y seguí con mi vida.

Seguí siendo la Casey que todos esperaban que fuera.

La hija perfecta, la niña buena del pueblo, la hija del pastor a la que las madres envidiaban.

Y lo fui hasta que Allen pasó por mi casa y dijo: Ey, ayer llegó una capitalina. Dice mamá que es la sobrina de Marcos y Adela. Mañana tengo que ir a hacer unos trabajos, así que te mantendré al tanto.

Al día siguiente se volvió a acercar a la casa, con una de sus bobas sonrisas y dijo: es muy bonita, tiene cara de amargada y creo que te podría gustar.

Solo rodé los ojos en respuesta y seguí cosiendo a mano la labor de encaje de la camisilla para el pedido de Maylín. Las cosas habían sido un poco más sencillas desde que le había contado todo a Allen, pero a veces se ponía igual de molesto que Maylín mientras fantaseaba con la idea de que yo tuviera a mi propio Francisco.

La Casey de catorce años habría estado más que encantada con la idea, pero el fantasma de las palabras que Clara había lanzado después de aquella conversación seguía resonando en mi cabeza.

Las últimas flores del veranoWhere stories live. Discover now