34. Caminata nocturna

11.5K 1.2K 1.3K
                                    

24 de febrero de 1999

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

24 de febrero de 1999

Buenas, familia Del Valle —contestó una voz femenina muy conocida—. ¿Con quién hablo?

Fue tan extraño haber escuchado su voz después de medio año. Incluso marqué el número pensando con mucha certeza que estaría desconectado o tal vez estuvieran fuera del país.

Pero allí estaba, Mariana había contestado el teléfono.

—Hola Mariana —saludé, recostándome del cristal lleno de garabatos.

La otra línea se mantuvo callada, haciendo que lo único que pudiera escuchar al otro lado de la línea fuera su suave respiración. Podía imaginármela con los ojos marrones bien abiertos y recostada de aquel viejo librero de madera donde en algún momento nos habíamos echado a reír por no ser capaces de ordenar una pizza.

¿Astrid? —No sabría decir si sonaba sorprendida o asustada, con su tono de voz bajo todo sonaba igual. Eso sí, era una persona muy expresiva.—. Mierda, oí lo que te pasó ese día... ¿Estás bien?

Las palabras de Allen sobre sobrellevar las cosas parecían haberme afectado más de lo que había pensado y no eran muy sanas si tomabas en cuenta que había decidido reprimir todas sus emociones. Aun así, empecé a cuestionarme a mí misma si mi amistad con Mariana había llegado a ser así.

Llena de cariño, amor y apoyo incondicional hasta en los momentos más dolorosos. Aquel pensamiento me siguió durante todo el día, desde que ayudaba a Adela a desplumar a los pollos que se cocinarían para la comida con el invitado misterioso hasta cuando estaba calzando mis zapatillas camino a la famosa procesión.

¿Por qué la había llamado?

Porque ambas teníamos una conversación pendiente.

—Sí, estoy bastante bien en comparación a hace dos meses —respondí, raspando la pintura del teléfono con la uña.

Astrid yo... —La escuché tomar una bocanada de aire—. Lo del año pasado, me comporté como una completa imbécil contigo.

—Más que una completa imbécil, diría yo.

Y me siento tan mal por eso, así que quería disculparme contigo —continuó—. Por haberte dicho esas cosas en el laboratorio de química.

—Bien, te quieres disculpar por lo del laboratorio de química, pero... ¿Qué tal si también te disculpas por todo lo demás? —Una risa brotó de mis labios—. Por haberle contando a Juan Pablo lo que te confié porque se supone que eras mi mejor amiga, por haber esparcido ese rumor en el colegio... o alguna de las otras cosas que has dicho a mis espaldas.

Astrid yo también la pasé mal durante ese tiempo... —intentó responde—. Con mis padres, mi reputación con las personas.

—Tu reputación, sí... —Agradecí no tenerla frente a mí—. ¿Qué hay de mi reputación? ¿Qué hay de todo lo que me hicieron pasar por dos bimestres? ¿Acaso se compara a lo que tú viviste?

Las últimas flores del veranoWhere stories live. Discover now