6. Recordaría haberte conocido

17.1K 1.7K 2.2K
                                    

13 de enero de 1999

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

13 de enero de 1999

Flotar, flotar, flotar. Una acción tan simple, pero al mismo tiempo tan relajante.

La corriente de río era bastante suave, por lo que dejé caer mi peso sobre el agua por un rato mientras dejaba que me meciera de un lado a otro, esperando que se llevara mis penas.

Los recuerdos de aquella tarde, la conversación con Mariana, mis pesados compañeros de clase, el suelo frío del patio de ese desconocido. Contrario a lo que dijo Marcos, esos pensamientos seguían allí.

Repitiéndose una y otra vez como una cinta atascada en un reproductor de DVD, mezclados con esos recuerdos que la conciencia colectiva se había esmerado en borrar. No es como si esperara que desaparecieran por sí solos, para ello necesitaría más que unas horas en el río y el aire del campo.

Pero empecé a preguntarme si dejarían de doler en algún momento. Si dejaría de sentir la tierra fría bajo mis dedos, las náuseas que revolvían mi estómago cada mañana y mi mente dejaría de pensar en los ¿Qué hubiera pasado si...?.

Si ese sentimiento de culpabilidad abandonaría mi pecho. 

—Tienes un cabello precioso, es lo suficientemente grueso para hacer unas buenas trenzas —murmuró mientras enrollaba un mechón entre sus dedos con toda la confianza del mundo—. Lástima que sea tan corto, sino te estuviera peinando ahorita mismo

Nunca fui una de las mejores personas al momento de socializar. Estar en grandes grupos de personas me incomodaba, conversar me agotaba y odiaba cuando las personas se sentían tanta confianza que llegaban a tocarte.

Pero no me molestaba que Maylín lo hiciera.

—Le queda bien lo corto —comentó Casey desde la orilla del río—. Vamos Maylín, es grosero tocar el cabello de los demás.

En ese momento me giré esperando encontrarme con Casey, pero me topé con Allen cerca del cooler. Se había limitado a remojar los pies en la orilla, repartir las bebidas y vigilar el agua como si fuera la persona encargada de un paseo.

De vez en cuando, su mirada iba directo al chico que estaba sentado sobre una roca en el río, sin camisa y con una bolsa de papas fritas sobre su regazo. Su rostro se iluminaba de manera sutil y las comisuras de su boca se elevaban apenas unos milímetros.

Dudaba que las chicas supieran lo que sucedía a sus espaldas, de lo contrario no se darían muestras de afecto detrás de unos arbustos o fingirían llegar tarde a sus salidas para tener algo de tiempo solos.

De por sí era difícil ser "diferente" en la capital, no me imaginaba lo mal recibida que sería la idea de dos chicos tomados de la mano en un lugar tan conservador como el interior.

—¿Vas a querer una cerveza, Maylín? —preguntó el chico mientras rebuscaba dentro—. ¿Y tú, Astrid?

—Sabes que solo bebo para las fiestas del pueblo —le recordó mientras fruncía la nariz—. Además, esa cerveza está mala.

Las últimas flores del veranoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant