Concepción y desaparición

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Si bien era cierto que para Olegario Arturo la escabrosa situación por la que atravesaba constituía motivo de desequilibrio, el enfrentarse a una posible separación con Magnolia terminó por horadar la poca paz que le quedaba. El miedo que le producía el solo pensar que la podría perder le diezmó su confianza. Pese a ser consciente de que si ella se iba de su lado era consecuencia de las estrategias y tácticas por él aplicadas durante esos últimos cuatro años para allanar el buscado camino de la separación y finalización de la encardada relación.

Fiel a sus rasgos de comportamiento introvertido, tampoco se lo dijo a nadie, menos a ella. Se encerró en sus concepciones e hilvanó en su imaginación toda suerte de conjeturas. Una vez obradas aquellas fantasías en lo recóndito de su mente, las creyó una realidad. En consecuencia, como tal, actuó durante ese segundo semestre, aunque con algo de disimulo. Hasta llegó a seguirla y verla, evaporada y difusa, al parecer, en brazos de otro hombre. Luego, así como llegaba su infundada aparición, se le desaparecía entre penumbras, tras lo cual volvía a la realidad, y solo recordaba incoherentes y mínimos fragmentos de su fatal construcción y acción.

Magnolia se percató, en parte, de los nuevos y extraños comportamientos de su amado. Pensó que esa era otra de sus tácticas para cansarla y motivarla a tomar la iniciativa de abandonarlo. Ella tenía una férrea disposición de seguir con él hasta las últimas consecuencias y, llegado el caso, apoyarlo, no solo como su compañera de intimidad, sino como amiga, consuelo, respaldo y, desde junio, lo decidió, se dispuso a encontrar un trabajo, contra la posición al respecto de Olegario Arturo. Quería que ella estuviera en la casa, que no trabajara, que lo atendiera solo a él.

Magnolia era consciente de la precaria y vertiginosa disminución de ingresos por la que pasaba Olegario Arturo. Mientras ella estuviera aún en condición de aportar, lo iba a hacer. Se lo diría hasta obtener un empleo. Coordinaba sus citas y entrevistas de trabajo para cuando él estuviera en la editorial. Esto le facilitaba que al llegar él a la pieza que le pagaba en arriendo en el barrio Gaitán, antes o después de pasar por donde su madre, ella se encontrase ahí.

Durante ese semestre fueron muy pocas las opciones laborales que se le presentaron, por su edad, en particular. Tuvo algunas ofertas que rechazó porque eran para, o fuera de la ciudad, o en horario nocturno, y otras constituían una física explotación, auspiciada y protegida por la ley y las políticas gubernamentales, tras la aprobación de la reforma laboral del reelegido presidente Uribia Morales. Reforma que, paradójicamente, afectaba con descarada extracción, condenándolas a mayor pobreza y desigualdad social, a las paupérrimas masas que lo reeligieron y apoyaban con mesiánica e inoculada pasión. Síndrome subcontinental.

A finales del 2006, entre noviembre y mediados de diciembre, Olegario Arturo se tornó irascible y hasta violento. Comenzó a reclamarle, celosamente, por las citas clandestinas que ella, al parecer, mantenía con varios hombres. Magnolia, entonces, tuvo nuevos y preocupantes motivos para sospechar respecto de la extraña actitud de su amado. Si bien era cierto que iba a entrevistas de trabajo sin avisarle, desde hacía más de seis años que le era única e íntegramente suya. En un lapso de cuarenta y cinco días tuvieron fuertes y agresivas discusiones al respecto.

El 18 de diciembre ella decidió viajar a su pueblo: a Guática, en el departamento de Risaranda. Fue a pasar Navidad, Año Nuevo y Reyes con su madre y hermanas, para volver el 20 de enero de 2007 a continuar su búsqueda de trabajo. Viajó, de nuevo en contra de la voluntad de Olegario Arturo, quien, una vez más, le endilgó y reclamó que ella se iba para encontrarse por allá con alguna de sus nuevas y furtivas conquistas.

Fue una despedida triste, pero, final y resignadamente aceptada por Olegario Arturo. Ese día, el 18 de diciembre de 2006, antes de acompañarla a la terminal de buses, él volvió a disfrutar con intensidad y gran placer de sus encantos de mujer; como al principio de la relación. Ella no dudó en aplicar, una vez más, su fundamental y efectiva estrategia y tácticas de hacerlo muy feliz... y suyo. En esa oportunidad, como pocas veces, no tuvo necesidad de simular, en tres ocasiones, el clímax de su pasión.

El frío del olvidoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum