La fuga

12 0 0
                                    


Alcira, al cumplir los trece años Alcira se fugó de la casa de su padre amante. Lo hizo en compañía de una amiga. Se fue, se escapó de La Guasimalera en plan de aventura rumbo al municipio La Hondonada y terminó en Útica. Bernardo la buscó hasta cuando un conocido le dijo en qué lugar estaba su hija. De inmediato pagó para que la llevaran de regreso a su lado. Pero Alcira no quiso ir. Temía que su padre la castigara. Bernardo no insistió. Ella esperaba que él fuera y la rescatara... y la llevara a Oroguaní. Que otra vez, como en su infancia y temprana adolescencia, le diera refugio entre sus brazos incestuosos.

Sin embargo, Bernardo no lo hizo. A cambio le prodigó, a partir de ese momento, fatal indiferencia. Desde entonces Alcira se dedicó a leer y a releer aquella narración: La gran tristeza, hasta llegarla a memorizar por completo, abrigada tan solo por el incestuoso recuerdo de su padre, sin poder contener el llanto. Fue entonces cuando encontró en el tango, en las milongas, en los boleros y valses la única forma para desfogar su inmarcesible dolor.

Alcira comenzó, a partir de aquel suceso, a entonar, con más que intensa nostalgia, un gran repertorio que fue aumentando año tras año. Los que tuvieron la suerte de escuchar su inédita voz, siempre recordarán, entre otros temas, los que con mayor sentimiento, ardor y tristeza interpretó: Mano a mano, Caminito, Tengo miedo, Yo no sé qué me han hecho tus ojos y Quisiera amarte menos. Por tal virtud, su tía madrina Bermina, Mamá Mina, quien disfrutaba de su voz y le solicitaba a menudo que le cantara, la apodó La Gardela.

Dos años después, y al ver que no volvió a saber de su padre, quien nunca le insistió para que regresara, enterado él de las condiciones precarias por las que ella atravesaba, y, sobre todo, cansada de tener que colocarse en casas de familia para conseguir el sustento, Alcira Mencino Arellano retornó a Oroguaní, junto a su madrastra, la señorita Juliana Gonzaga, también abandonada por Bernardo y reemplazada por Ester Julia Sagrario... el postrer y letal amor de Bernardo.

Ester Julia Sagrario, sagaz y bífida mujer esta, quien desde entonces fue ama y señora de La Guasimalera, sin permitir que ningún familiar de él, ni siquiera Mamá Mina, pusiera un pie en aquella inmensa y rica propiedad, el bastión económico del Partido Liberal.

—Sí, fue a partir de ese preciso momento —le enfatizó Gilda a Olegario Arturo— que la vida de lujo de Alcira Mencino Arellano se acabó, se esfumó. De esa forma le llegó la atorrante pobreza. Situación que jamás la abandonó, y que nos heredó a todos nosotros: hijos, nietos, bisnietos...

Esa nueva y prolongada etapa de la vida de Alcira comenzó con la tristísima condición de arrimada en la casa de su empobrecida y endeudada madrastra. En bancarrota, gracias a la mala suerte de Bernardo en el juego del póquer. Él solía acudir al flujo de caja y a las menguadas existencias del almacén de Juliana para ponerse al día con los pagos de las deudas en las que incurría con las cartas. Como era obvio, eso llevó a Juliana a la quiebra, momento en el cual Bernardo la dejó y para siempre se negó a saber de ella.

En esa condición de arrimada, como le decían sus medios hermanos menores, a Alcira le tocó ayudarlos a cuidar y criar, además, en ignominiosa desventaja en relación con ellos, en especial en cuanto a la escasa comida y ropa, así como al sitio que le tocó usar para dormir: un junco, cerca del corral de las gallinas.

En tales circunstancias, algún día Alcira conoció, en la tienda que con ingente esfuerzo pudo medio montar su quebrada madrastra, a Misael Moratino, quien la embarazó. Lo atendió, no solo ante la amarga decepción que le causó la dolorosa indiferencia de su padre. Bernardo dejó de ir al pueblo. Ausencias hasta de tres y cuatro meses. Cuando lo hacía, cuando iba al pueblo, la mayoría de las veces ni la determinaba. Fue cuando Alcira conoció a Misael Moratino, un joven buen mozo, charlatán, lúdico, músico, integrante de la banda municipal y, además, galante, considerado y atento. Todo lo que su amado padre dejó de ser con ella.

El frío del olvidoWhere stories live. Discover now