18. En busca del Loto Velado

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Lan Shang huyó de la ciudad a toda la velocidad que le permitieron sus piernas permanentes. A cada paso que daba, le parecía ser perseguida por inexistentes soldados; pero no podía huir de su propia conciencia culpable. Finalmente, fue interceptada por la Santa Sirena, quien se ocultó junto a ella en una esquina.

—¡Lan Shang! ¡¿Qué fue lo que sucedió?! —preguntó la sirena reina con desconcierto.

—¡Su Gracia! Yo maté a Liu Mai, maté a Liu Mai... —balbuceó sollozante la princesa sirena.

—Ve a la Isla Flor de Cerezo y no salgas hasta que yo te avise. Podrás ocultarte allí.

La angustia de Lan Shang estaba lejos de disminuir.

—Su Gracia...

—¡Silencio! ¡Ve! ¡Rápido!

A la sirena no le quedó más opción que obedecer. Mientras se encontraba en la Isla Flor de Cerezo, fue abordada por Shuo Gang, quien apareció de repente.

—¿Shuo Gang? ¿Qué haces aquí? —exigió saber Lan Shang—. La Isla Flor de Cerezo es una isla confidencial de las sirenas.

—¿No recuerdas que ya estuvimos juntos aquí? —indagó con malicia el príncipe de fuego.

La confusión de Lan Shang no fue fingida.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Oh... Qué mala memoria tienes. Pero te diré la verdad: el que tomó tu virginidad y se llevó tu Talismán Lágrima no fue Ka Suo, ni Ying Kong Shi. Fui yo.

Solo hasta ese momento, Lan Shang se percató de la verdadera magnitud de lo que había hecho. Acababa de asesinar a la única persona, además de su abuela, que se había compadecido de su dolor esa noche, que la protegió en circunstancias difíciles y que siempre le demostró afecto; y todo por un malentendido con el que ni siquiera Shi, a quien verdaderamente iba dirigida la estocada de la Deicide, tenía algo que ver. Se sintió como la más malvada y miserable entre los inmortales.

—Me equivoqué... —murmuró agitada—... He sido terriblemente injusta con Ying Kong Shi. ¡Incluso maté a Liu Mai!

—Me duele verte así, Lan Shang  —dijo Shuo Gang con melosa falsedad—. Pero ahora, podremos estar juntos para siempre.

El príncipe de fuego agarró a la sirena y comenzó a besuquearla. Ella estaba tan shockeada, que ni siquiera fue capaz de reaccionar. Para su suerte, Shi, que la había estado buscando, hizo acto de presencia en ese justo momento, enviándole una oleada de poder al príncipe de la Tribu de Fuego que lo obligó a soltar a la princesa sirena.

—¡Shuo Gang! ¡Déjala en paz! —exclamó Shi con fuerza.

Sabiéndose perdido, Shuo Gang volvió a agarrar a Lan Shang, en un intento de utilizarla como escudo.

—¡Si me matas, ella morirá conmigo! —vociferó, pero fue rápidamente repelido y apartado de la sirena por el potente ataque de Shi.

—¡Ying Kong Shi! ¿Qué haces aquí? —interrogó la Santa Sirena, que llegaba en ese momento.

—Voy a vengar a Lan Shang —respondió el aludido con frialdad, manteniendo una mano alzada y lista para lanzar un ataque contra Shuo Gang.

—¿Dónde está Lan Shang? —cuestionó la Santa Sirena, mirando a su alrededor solo para no encontrar indicio alguno de la princesa sirena.

Lan Shang había huido hacia la orilla del mar y observaba el Océano Infinito desde lo alto de una roca, con la mirada llena de un remordimiento que se sentía incapaz de sobrellevar.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosWhere stories live. Discover now