21. Los engaños de un rey

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Entre brumas de sueños, ella cayó al suelo para luego abrir los ojos poco a poco, aún aturdida. Cuando consiguió levantarse, no fue consciente de cómo había llegado a aquel paraje desolado y cubierto de nieve; pero cuando unos soldados se acercaron a ella, instintivamente empuñó las espadas que aún colgaban de su cintura y los atacó sin piedad, reuniendo sus poderes mágicos en sus manos para enviar una oleada en dirección a ellos. En aquel lugar, que no era otro que la frontera que dividía a la Tribu de Fuego del territorio de la Tribu de Hielo, se formó un disturbio tal por causa de la perturbada mujer, que obligó al Rey de Fuego a intervenir en persona.

—¡Liu Mai! ¿Qué estás haciendo aquí? —exclamó Hou Yi al reconocerla, usando sus poderes para inmovilizarlo.

—¿Tú... me conoces? —cuestionó la Princesa de Hielo con un brillo desvaído en sus ojos, tratando de zafarse.

El astuto Rey de Fuego no tardó ni en segundo en percatarse de lo que le sucedía a Liu Mai, y un plan macabro se perfiló en su mente. La soltó y se le acercó con cautela.

—Querida mía, no es de extrañar que estés tan confundida —pronunció, con maquiavélica dulzura—. Después de todo, tus queridos hermanos intentaron matarte, y yo apenas pude salvarte.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Liu Mai parecía cada vez más y más confundida, aunque una sensación de desconfianza nació en su interior ante la presencia de ese hombre—. ¿Qué me pasó? ¿Quién eres tú?

—Amor mío, soy tu esposo —Hou Yi sostuvo las mejillas de la princesa con suavidad—. En cuanto al resto de tus preguntas, es mejor que te cuente toda la historia en un lugar más cómodo. Ven conmigo.

Liu Mai aún dudaba, pero no sabía hacia dónde dirigirse. Su mente era como un lienzo en blanco, sin ninguna brújula que pudiese guiarla. A pesar de que su instinto le gritaba lo contrario, su única opción era seguir a aquel hombre que parecía conocerla muy bien; por lo tanto, lo acompañó al Palacio de la Tribu de Fuego.

—¿Me explicarás por qué no logro recordar nada? —quiso saber Liu Mai.

—Claro que lo haré —Hou Yi se posicionó en su trono frente a ella—. Pero es una historia muy trágica y difícil de asimilar, así que debes estar preparada.

»Tú eras la princesa de la Tribu de Hielo, y yo el Rey de la Tribu de Fuego. Nos conocimos casi por casualidad y terminamos enamorándonos. A pesar de la oposición de toda tu familia, logramos casarnos. Pero tus hermanos Ka Suo, el actual Rey de Hielo, y Ying Kong Shi, descendiente de la Tribu Llama de Hielo, se negaron a aceptar nuestro amor. Se enfrentaron a ti y, pese a tus habilidades como guerrera, acabaron por herirte tan gravemente, que caíste en coma. Apenas llegué a tiempo para conseguir salvar lo poco que te quedaba de vida. Ahora que tus heridas sanaron y estás despierta, es normal que estés confundida.

Cuando Hou Yi dio por concluido su relato, Liu Mai estaba llorando a lágrima viva.

—Creo que preferiría no recordar nada de eso —sollozó—. ¿Por qué mis propios hermanos tratarían de matarme?

—Tú los amaste más que a nada, pero ellos nunca aceptaron tus decisiones —replicó Hou Yi con falsa simpatía—. Les preocupaba más el prestigio de la Tribu de Hielo que tu felicidad. No dudo que aprovechen algún descuido mío para acercarse a ti y tratar de matarte otra vez. Cuando noten lo que te ha sucedido, seguramente intentarán engañarte. Si eso llegara a ocurrir, no debes creerles ni una palabra, ¿entendido?

Liu Mai secó sus lágrimas y asintió con firmeza. Un torrente de rabia parecía brotar de sus ojos.

—De acuerdo —accedió.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosWhere stories live. Discover now