8. Hadas y osos

91 4 0
                                    

Liu Mai lo había estado pensando con intensidad durante todo el día. Apenas se cumplía una semana de su estancia en la Tribu de los Tejedores de Sueños; pero al día siguiente, cuando Huang Tuo fue a visitarla como siempre, ya había tomado una decisión.

—Huang Tuo, ¿por casualidad tienes algún medicamento para dormir? —preguntó la princesa.

—Sí, ¿por qué lo preguntas? —respondió el sanador.

Liu Mai se acercó a él y le dijo en un tono bajo y confidencial:

—Me voy a escapar de aquí. Pero, como sé que Xing Jiu no me dejará ir tan fácilmente y no es tonto, necesito que duerma, sin posibilidad de despertarse, mientras lo hago.

—¿Vas a dejar inconsciente a la persona que se está esforzando por cuidar de ti? Princesa Liu Mai, eso no está bien.

—¡Ya no soporto estar aquí sin hacer nada, mis hermanos me necesitan, ayúdame!

Suspirando con resignación, el sanador sacó un frasquito, que contenía un fino polvo blanco, de la manga de su túnica y se lo ofreció a la princesa.

—Ponle tres cucharadas de este polvo a cualquier bebida que tome Su Señoría. No notará el sabor y despertará en unas horas. Pero, por favor, piénsalo bien, princesa.

—No te preocupes —Ella tomó el frasco—. Yo sé lo que hago. Esto no le hará daño, ¿verdad?

—No, no lo hará.

Al día siguiente, Liu Mai despertó antes del amanecer, cuando Xing Jiu aún estaba despierto, e invitó al Jefe de los Tejedores de Sueños a tomar una bebida refrescante con ella. Él aceptó gustoso, por lo que Liu Mai comenzó a preparar el polvo adormecedor, no sin cierto remordimiento acosándola.

«Ah... No creo poder hacer esto. No a Xing Jiu».

—Las letras de tus canciones son hermosas, Liu Mai —comentó Xing Jiu mientras ella servía las bebidas.

—¿Cómo sabes acerca de eso? —inquirió Liu Mai, alzando una ceja.

—Cuando te desmayaste a causa de tu herida, se te cayó un cuaderno que traías resguardado en tu chaqueta. Yo lo recogí y sentí tanta curiosidad, que le eché un vistazo mientras estabas inconsciente.

Liu Mai infló las mejillas, con la indignación retratada en el rostro. No le hacía ninguna gracia que alguien, aparte de sus hermanos, viese el cuaderno de composiciones que siempre llevaba consigo.

—¿Qué no te enseñaron a no husmear en las cosas de los demás?

«¡Ahora sí que se va de cabeza al mundo de los sueños sin remordimiento alguno de mi parte!»

—No hay de qué avergonzarse. Son canciones muy hermosas.

—Solo Ka Suo y Shi las habían visto antes.

—El mundo es indigno de ellas, pero deberías darles una oportunidad —El líder de los Tejedores de Sueños llevó una mano hacia el rostro de ella y le apartó un mechón de cabello con una suave caricia, provocando que ella se echara hacia atrás sobresaltada—. ¿Sabes, Liu Mai? En realidad, sé que eres una chica frágil.

—¿Ahora me estás llamando debilucha? —La princesa disimuló su rubor tras una máscara de aparente enojo.

—No, no; de verdad creo que eres una guerrera poderosa. Pero las letras de tus canciones están llenas de sensibilidad. Ocultas tus penas y temores en ellas, por eso temes que otros las vean. Esa fue la razón de que te diera ese sueño, porque te vi atormentada por las muertes de tus hermanos.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosWhere stories live. Discover now