16. Compromisos

142 7 0
                                    

Liu Mai vio una sombra de capa roja desandar por los pasillos; pero su presencia no le provocó la inquietud que esperaba, como debía hacerlo una entidad ajena a aquella hora cercana a la medianoche. El aura espiritual que la rodeaba era perfectamente reconocible para ella y la alarma ya había sido dada. Los soldados pululaban por todas partes.

—Yan Da, por allá —susurró la Princesa de Hielo, apareciendo tras la Princesa de Fuego con un veloz Cambio de Posición y señalándole una puerta abierta con un gesto—. ¿Qué haces aquí?

—No vine a causar problemas —confesó Yan Da con acento sincero, Liu Mai hubiera jurado que algo la angustiaba—. Solo quería ver a Ying Kong Shi. Me cuesta mucho aceptar que realmente sea mi hermano.

«Conque era eso».

—Si te sirve de consuelo, yo tampoco lo creo —admitió Liu Mai, cerrando la puerta una vez que Yan Da la atravesó—. Hay algo muy raro en toda esta historia.

—¡Busquen por allí! —escuchó que gritaban unos soldados al otro lado de la puerta.

—Escóndete por aquí, que voy a ahuyentar a esos soldados —le murmuró Liu Mai a la princesa de la Tribu de Fuego.

—¿Por qué me estás ayudando? —preguntó Yan Da con la confusión retratada en su mirada.

Liu Mai le regaló una amable sonrisa.

—Eres muy parecida a mí, así que sé que estás siendo sincera conmigo. Yan Da, aunque nuestras tribus sean enemigas, en mí puedes encontrar a una amiga siempre que lo necesites, porque estoy segura de que también quieres lo mejor para mi hermanito.

Yan Da pareció conmoverse ante estas cálidas palabras, pero Liu Mai no tenía tiempo para quedarse a averiguarlo. En total silencio, abrió la puerta con lentitud y luego volvió a cerrarla, procediendo a encarar a los soldados.

—¿Qué hacen aquí a estas horas? —indagó con fingido enojo—. ¡Han perturbado mi sueño!

—Lo sentimos, princesa; pero es que detectamos la presencia de un intruso —se excusó humildemente uno de los soldados.

—Yo no he visto nada.

—Pero algunos guardias sí, y dieron la alarma. Será mejor que tenga cuidado.

—Muy bien, lo tendré.

—¿Quiere que la escoltemos de vuelta a su recámara?

—No, sigan buscando al intruso. Sé cuidarme sola.

Liu Mai echó un vistazo a su alrededor y luego volvió junto a Yan Da.

—No sé cómo lograrás salir de aquí —cuchicheó—. Hay soldados por todas partes.

De repente, un viento helado pasó a vertiginosa velocidad frente a Liu Mai, llevándose consigo a Yan Da. La princesa de la Tribu de Hielo reconoció el aura espiritual al instante.

«Shi».

Ying Kong Shi también se había percatado de la presencia de Yan Da en el Palacio de Hielo y acudió en su ayuda, lo cual ella aprovechó para intentar robarle un beso. Empero, él la rechazó, por lo que la princesa de la Tribu de Fuego se llenó de una frustración que manifestó a través de risas amargas.

—¿Qué soy yo para ti? —quiso saber ella.

La respuesta fue como arrojarle todo el Ártico encima.

—Un enemigo —contestó el ahora rey fríamente.

Una vez que la Princesa de Fuego se marchó con su decepción a cuestas, Shi fue a hablar con su hermana.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosWhere stories live. Discover now