10. Ojos de oro

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Por otra parte, Ying Kong Shi tenía su propio plan acerca de lo que debía hacerse a continuación. Los líderes de las tribus acudieron al encuentro del Rey de Hielo que, manipulado cual títere sin vida por Hou Yi, le cedió el mando de los tres reinos a este, informándoles sobre la destrucción del Cristal de Hielo de Seis Hojas y la pérdida de los poderes del príncipe Ka Suo. Shi se disponía a abandonar Isla Sirena tras dejar a Ka Suo al cuidado de Lan Shang y Li Luo, cuando fue testigo oculto de la conversación entre Hou Yi y Liu Mai. Una vez que el Rey de Fuego se hubo marchado, Shi dio a conocer su presencia ante su hermana.

—No te aflijas, jiejie —le consoló—. Jamás te verás obligada a casarte con Hou Yi. Tengo un plan.

—Sí, yo también —asintió Liu Mai con la mirada clavada en el horizonte, decidida a contarle la historia de lo ocurrido en la cueva—. Shi, cuando estuve buscando agua en el manantial de la cueva, me encontré con el espíritu de una inmortal muy poderosa que está sellada allí. Ella me propuso algo: si le presto mi cuerpo y le ayudo a realizar su venganza, ella me prestará sus poderes.

—¡Jiejie, eso es muy peligroso! —se alarmó Shi—. No conoces las intenciones de esa inmortal, ni tienes razones para confiar en ella.

—¡Pero podría ser la clave para nuestra victoria!

—O podríamos estar desatando un mal mayor. ¿Acaso sabes por qué está sellada esa inmortal, o siquiera a qué tribu pertenece?

Liu Mai bajó la cabeza en señal de rendición.

—No, no sé nada sobre ella.

—Es mejor que sigamos mi plan. Confía en mí, jiejie, es bueno.

—Bien, se hará lo que tú digas a partir de ahora, Shi. ¿Cuál es el primer paso? Te ayudaré.

—Primero iremos a la Tribu de los Tejedores de Sueños.

—¡¿En serio?! —El rostro de Liu Mai se coloreó vivamente y apenas pudo esconder el cosquilleo de emoción que la embargó—. Espera un momento, iré a arreglarme un poco.

Shi sonrió de manera traviesa al ver la infantil alegría de su hermana, quien se apresuró a ir a los aposentos del palacio. Regresó unos minutos después, con el cabello suelto, los labios pintados de carmín y algunas joyas como adornos. Al igual que sus hermanos, había recuperado sus hermosos rasgos característicos de la Tribu de Hielo, por lo que su blanca cabellera y sus ojos azules la hacían lucir más delicada que nunca.

—Luces hermosa, jiejie —elogió Shi.

—Lan Shang insistió en maquillarme —comentó Liu Mai.

El solo pensamiento de que pronto volvería a ver a Xing Jiu provocaba que su corazón estuviese henchido de una emoción que la asustaba y abrumaba a la vez.

—Vamos —indicó Shi, y la princesa no se hizo de rogar.







[...]







Cuando llegaron a la ciudad de los Tejedores de Sueños, ambos hermanos tuvieron que buscar la forma de infiltrarse. Agazapados tras unas columnas, vieron pasar a Xing Gui acompañada por un guardia. Con notable agilidad, Liu Mai tiró de la niña y la arrastró hacia su escondite. La princesa Tejedora de Sueños se asustó en un primer momento; pero contuvo un chillido y una sonrisa se coló en su rostro al ver a la persona que la había jalado.

—¡Jiejie! —exclamó, a lo que Liu Mai se llevó el dedo índice a los labios para indicarle silencio.

—No hagas ruido —murmuró—. Xing Gui, necesitamos que nos ayudes a entrar al Palacio de los Sueños y ver a tu hermano.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosWhere stories live. Discover now