9. La última oportunidad

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Con su cuaderno apoyado sobre las piernas, Liu Mai escribía incesantemente a la sombra de un árbol cualquiera. La pluma mágica se desplazaba por el papel, impregnándolo de palabras y sentimientos. Al verla tan concentrada en esa labor, Ka Suo se asomó por encima del hombro de su hermana y le echó un vistazo a la página que era rellenada tan deprisa.

—¿Estás componiendo de nuevo? —indagó el príncipe al ver el tema abordado en las líneas.

—Así es —respondió Liu Mai, alzando la mirada hacia él con una sonrisa—. ¿Qué te parece?

—“Y mi corazón elevó sus alas al cielo // desde el primer momento en que te vi” —leyó Ka Suo, con una ceja alzada—. Es la primera vez que veo que compones una canción de amor.

—Presiento que estamos a punto de perder a jiejie —opinó Shi con una pequeña risita divertida, observando la escena—. No creas que no me percaté del modo en que se miraban ella y Xing Jiu.

—¡No digas tonterías! —exclamó Liu Mai al tiempo que el rubor asaltaba sus mejillas, fingiendo estar ofendida. Para sobreponerse a la incomodidad del momento, la princesa cambió de tema—. Al que sí perdimos definitivamente a manos de Li Luo es a Ka Suo.

—¡¿Qué dices, hermanita?! —se escandalizó el aludido.

—A ti también te llegará tu momento, Shi —replicó Liu Mai.

—Por lo que estoy viendo, a todos nos tocará —comentó Shi.

—¡He traído la leña! —anunció Li Luo, apareciendo en ese momento con un montón de ramas entre sus brazos.

—Ven, deja que te ayude con eso —Ka Suo se le acercó y la despojó amablemente de su carga.

—¡Cielos! —Li Luo se palmeó la frente—. ¡Olvidé llenar la cantimplora!

—No te preocupes, ya lo hago yo —se ofreció Liu Mai, tomando el recipiente de manos de la Enviada del Guardián.

—Bien, hay un manantial de agua limpia en el fondo de aquella cueva —Li Luo señaló una gruta que se encontraba al alcance de la vista.

La princesa no tardó en internarse en la cavidad subterránea natural, notando de inmediato que la rodeaba una extraña aura espiritual. Sin embargo, no le prestó mayor atención a este hecho. Como siempre que se hallaba a solas, Liu Mai aprovechó la ocasión para derramar unas aliviadoras lágrimas, porque las pérdidas de sus hermanos aún entristecían su corazón. De repente, la aparición de una voz femenina desconocida le provocó un sobresalto de sorpresa.

—Oye, mocosa, ¿por qué estás llorando?

Liu Mai miró hacia todas partes en busca del origen de aquella voz, hasta que sus ojos se posaron en una pared cristalizada sobre la cual brillaba un extraño sello dorado, tras la que estaba aprisionado una especie de humo espeso de color carmesí.

—¿Quién eres tú? —preguntó la princesa alzando la voz, sin poder ocultar el nerviosismo que se delataba en ella.

Una carcajada resonó por toda la cueva.

—Perdón, ¿te asusté? Bueno, hagamos algo: te diré quién soy, si tú me dices quién eres y por qué llorabas.

Liu Mai respiró hondo y apretó los puños.

—Soy Liu Mai, princesa de la Tribu de Hielo —Su tono de voz disminuyó—. Y lloro porque mis hermanos fueron asesinados por la Tribu de Fuego.

—Oh, me partes el corazón —La voz era deliberadamente burlona—. Estos conflictos son tan inútiles. Ah, qué trágico. Pero bueno, podemos hacer algo. Mi nombre es Fang Yin. Si rompes mi sello y me liberas, te ayudaré a vengar a tus hermanos.

La Princesa de Hielo entre redes de sueñosUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum