57 | Madison

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Esta mañana me he levantado temprano y he venido al centro comercial a por un café. No hay mucha gente, cosa que agradezco, ya que siempre suele estar lleno y tienes que hacer una cola de veinte minutos solo por un café.

Me siento en una mesa al fondo de la cafetería y enciendo mi portátil. Conecto los auriculares y me pongo música relajante.

—¿Madison?

Aparto la mirada del portátil para observar a mi antiguo profesor de Literatura, John.

—¿Puedo? —Señala la silla que tengo enfrente.

—Claro.

John arrastra la silla y me acompaña en la mesa.

—¿Cómo ha ido tu solicitud?

—Genial. Voy a estudiar medicina en Columbia.

—Enhorabuena, es una gran universidad. —Sonríe para intentar animarme—. No pareces muy contenta, ¿acaso es una mala noticia?

—En cierto modo sí. Mi madre no quiere que estudie allí, está empeñada en que estudie en Seattle.

—Debes hacer lo que creas que es mejor para ti.

—No es tan sencillo... Desde que murió mi padre tiene miedo de que nosotros también la dejemos sola.

—Con el tiempo se dará cuenta de que tiene que dejaros ser vosotros mismos. Espero que pronto consigas descubrir lo que es beneficioso para ti y sigas tu camino.

Da un último sorbo a su café y se levanta.

—Me alegro de haberte visto de nuevo, cuídate.

Abre la puerta de la cafetería y se marcha. Harper y Erika dejan su café sobre la mesa y se sientan a mi lado.

—¿Ese era nuestro profesor de Literatura del instituto?

—Sí.

—Vaya, sigue tan guapo como siempre.

Erika y yo empezamos a reírnos. Harper encoge sus hombros y se une a nosotras.

—¿Qué tal en Washington?

—Estas vacaciones han sido las mejores.

—¿Ha ocurrido algo con Dylan?

Abro los ojos sorprendida pero no respondo a su pregunta.

—Bueno ya sabes lo que dicen, lo que pasa en Washington se queda en Washington.

Su comentario me hace reír.

—Necesitamos que nos lo cuentes todo.

—No ha pasado nada, solo fue un abrazo sin importancia.

—¿Te dio un abrazo? —dicen sorprendidas.

—Fui yo.

Harper sujeta fuertemente la mesa como si se fuera a caer del susto.

—No quiero saber cómo te pondrías si nos besáramos.

Tapo mi boca y me riño a mí misma por haber dicho tal cosa.

—Qué te está pasando, no eres Madison. —Empieza a reírse—. ¿Qué has hecho con ella?

—No sé por qué he dicho eso.

—A ti te sigue gustando Dylan.

—No digas tonterías.

Me llevo el vaso de café a la boca y desvió la mirada hacia la puerta. Erika saca su teléfono de la mochila y lo mira nerviosa.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora